Simon & Schuster. 307 pp. 29'99 $. Ebook: 12'99 $

Por Mohamad Bazzi (The New York Times)



Al mundo árabe le espera una era de renovación política y cultural. Una tras otra, las revueltas populares han derrocado a dictadores que llevaban largo tiempo en el poder aunque otros traten de aferrarse a él. Ante acontecimientos tan trascendentales, periodistas y políticos se apresuran a explicar cómo se han producido estas revoluciones después de años de estancamiento político e intentos de reforma fallidos.



Aunque Robin Wright realizó su investigación para Rock the Casbah antes de las convulsiones de este año, aborda estas cuestiones directamente. Wright, una curtida corresponsal, sostiene que la generación más joven del mundo árabe se encuentra en la vanguardia de una revolución radical y fascinante. La escritora se propuso desafiar el desatinado tropo de que el islam es incompatible con la modernidad y la democracia y para ello viajó por todo Oriente Próximo para retratar a artistas de hip-hop, poetas, autores teatrales, feministas, activistas de los derechos humanos, imanes televisivos, creadores de cómics y humoristas. Wright afirma que estos reformadores han puesto en marcha una "contra-yihad" para rescatar al islam de los militantes que anhelan una guerra santa perpetua. "Para la mayoría de los musulmanes hoy en día, la cuestión central no es un enfrentamiento con otras civilizaciones. Es más bien una lucha con la propia fe para recuperar los valores centrales del islam secuestrados por una pequeña pero virulenta minoría", escribe. "El nuevo enfrentamiento es de hecho una yihad contra la Yihad".



Entre los protagonistas de Wright hay activistas relativamente conocidos como los cómicos musulmanes estadounidenses que participaron en la gira "Eje del mal"; la académica y feminista islámica Amina Wadud, y clérigos saudíes que han desarrollado un programa respaldado por el Gobierno para desradicalizar a los militantes islámicos. Pero sus mejores personajes son aquellos que no han sido retratados antes, como Dalia Ziada, una egipcia de 29 años, bloguera y activista de los derechos humanos, que a los 8 años sufrió una mutilación genital. Ziada, una creyente que lleva pañuelo islámico, inició un blog en 2006 y se unió a un movimiento cada vez más numeroso apodado los "hijabis rosas" del que forman parte mujeres musulmanas creyentes que luchan contra la violencia doméstica, la mutilación genital femenina y otros problemas sociales arraigados en unas interpretaciones misóginas del islam.



Wright narra también la historia de Hissa Hilal, una saudí aficionada a la poesía y madre de cuatro hijos que se presentó en un programa de telerrealidad de Abu Dhabi llamado "Poeta de millones" (una Operación Triunfo, pero en verso, en la que el ganador se lleva un premio de más de un millón de dólares). Por lo general, los concursantes de estos programas rellenan sus poemas con grandilocuentes invocaciones a un orgulloso pasado beduino y al romanticismo del desierto. Pero Hilal, ataviada con un niqab negro con dos aberturas para los ojos, leyó el poema "El caos de las fetuas", en el que atacaba a militantes islámicos y a clérigos por los pronunciamientos religiosos que incitan a la violencia. "Las fetuas extremistas representan el pensamiento subversivo, el pensamiento aterrador", manifestaba a Wright, "y todo el mundo debería oponerse a ellas". De esta manera, fue la primera mujer que llegó a la final del concurso y recibió numerosas amenazas de muerte.



A pesar de todo, al final Wright elude la cuestión de si estos valientes representa una fuerza política y social significativa dentro del islam. El lector se queda con la idea de que, desde los atentados del 11-S, se ha estado librando una batalla entre una minoría de extremistas islámicos como Al Qaeda y la mayoría de los musulmanes, que "contraatacan" para recuperar el islam. Wright basa parte de su razonamiento en afirmaciones dogmáticas de los personajes que retrata. "Hoy, un número cada vez mayor de musulmanes quiere utilizar su fe para conseguir un fin, en vez de como un fin en sí mismo", escribe. "Para ellos, el islam es a menudo una cuestión de identidad ".



Esta es una afirmación radical, pero carente de base. En el pasado, cuando a los árabes se les han ofrecido opciones electorales libres, un gran número ha votado partidos islámicos, como hicieron en Irak en 2005 y 2010 y durante las elecciones parlamentarias palestinas en 2006, cuando dieron su voto a Hamás. Al centrarse en los reformadores culturales, Wright no aborda el lugar que ocupan movimientos como Hamás, Hezbolá y la Hermandad Musulmana. Apenas menciona a estos grupos, a pesar de ser muy populares, por no hablar de la forma en que se relacionan con su idea de "contra-yihad" o de cómo encajan dentro del orden posrevolucionario en la región. Hezbolá y Hamás, en concreto, ofrecen una mezcla de ideología islamista y retórica de liberación nacional del siglo XX. Estos movimientos podrían verse reforzados por los levantamientos regionales, porque combinan narrativas islámicas y nacionalistas. Ahora mismo, están en un aprieto por culpa de su dependencia de los regímenes represivos de Siria e Irán. Pero a diferencia de Al Qaeda, que carece de una plataforma política realista y cuyo principal objetivo es asesinar a civiles, estos grupos tienen metas definidas y reforzadas por la idea de "resistencia nacional" frente a Israel. Tienen también una importante base social, proporcionan servicios sociales a sus votantes y participan en la política electoral.



Wright, al parecer, se ha centrado en unos acontecimientos prometedores sobre el terreno y les ha dado demasiada importancia, proyectando tal vez de manera un tanto ilusa los ideales estadounidenses. Su intención es buena: quiere que los lectores se piensen que los musulmanes "son como nosotros". Pero una interpretación no tan esperanzadora es que los que son "como nosotros" -los más occidentalizados- tienden a ser los menos eficaces a la hora de provocar cambios culturales.



Parte del problema reside en que retrata a aquellos que se esfuerzan por revolucionar el islam como reformadores impulsados por su respuesta a los atentados terroristas del 11-S y la posterior ocupación de Afganistán e Irak por parte de Estados Unidos. Pero el esfuerzo por reformar el islam se remonta a varios siglos y ha estado influido por ideales laicos. Los personajes de Wright son los herederos modernos de un despertar árabe laico y nacionalista que se inició en el siglo XIX. Las revueltas árabes de 2011 son el principio de una nueva trayectoria de reforma; en realidad, están impulsadas en parte por las aspiraciones islamistas, pero también por una idea renovada de la identidad panárabe. Los árabes se han inspirado en los métodos y ambiciones de otros árabes, de modo que las protestas que se iniciaron en Túnez se extendieron a Egipto, Libia, Yemen, Barein y Siria.



Robin Wright, a través de sus perfiles biográficos, reseña un fragmento de esta vieja batalla entre la reforma y la ortodoxia. La lucha más general sigue librándose en las calles . Y, al igual que la historia, ese relato aún está por escribir.