Traducción de M. Electorat. Univ. D. Portales, 2012. 79 pp, 14 e.

Este breve y cuidado libro es una introducción al mundo de Pierre Drieu La Rochelle (1893-1945), que, aunque denostado por "colaboracionista" con los invasores nazis de su patria (se suicidó antes de que lo detuviera la policía) no ha dejado nunca de ser -en mayor medida que Céline- un hombre lleno de encanto, que jugó a la mundanidad y al esnobismo y que dijo en Argentina (donde fue amigo de Victoria Ocampo) "Borges bien vale el viaje...".



Mujeriego, dandi, dotado de un fuerte espíritu tanto contradictorio como tanático, el autor de Fuego fátuo nunca se ha mirado con la impiedad con que se mira a Céline. Ambos fueron amigos y buenos escritores, pero mientras en Céline todo era amargura, en Drieu nunca deja de haber seducción…Sin embargo es cierto que colaboró con los nazis y que manifestó, a menudo, su desprecio por los judíos, pese a haber tenido amigos hebreos desde su juventud, como André Jeramec. Su colaboracionismono le impidió ser amigo de Aragon y de Malraux, aunque con el primero terminó mal. Su ideología algo difusa se ve en las páginas dispersas y personales de este libro, que incluye páginas de un diario y varios artículos, uno sobre su paso fugaz por la guerra de España, y sobre todo el texto de 1940 "Confesión", donde trata de definirse, de aunar sus contrarios, y que en muchos momentos nos recuerda a Mishima.



Todo en Drieu La Rochelle lleva a una contínua insatisfacción por no ser más que lo que es. Posiblemente su fascismo, tan real como teatral, fuera un intento de alcanzar su propia superación…El final del libro son textos breves de su juventud, de cuando volvió (ya desengañado) de las trincheras de la 1ª gran guerra. En todos ellos hay un afán del escritor por autoretrarse poliédricamente, pero no es difícil sacar la conclusión de que casi nunca se encuentra bien. El texto más notorio es "Confesión" y en él se percibe con nitidez a ese Drieu que podría tanto gustar como disgustar, incluso contando con esa ideología -real, pero algo imprecisa- con la que no estamos de acuerdo. Lo peculiar de Drieu es que resulta atractivo, incluso admitiendo su lado sombrío, mucho más que Céline o que el fusilado Brasillach, por nombrar a algunos colaboradores famosos. Aunque hubo quienes se libraron porque su colaboración fue "neutra", sin declaraciones ni explicitas tomas de partido, así la del encantador Cocteau, que fue el cicerone en París de Arno Brëcker, el gran escultor del régimen nazi, aunque él (probablemente) fue más esteta que nazi. Drieu no está lejos de estos parámetros. Pero buscaba tragedia.