La muerte de Virginia
Leonard Woolf
25 mayo, 2012 02:00Virginia Woolf
En 1975 Lumen publicó en un librito con este mismo título, La muerte de Virginia, el fragmento del último tomo de las memorias de su marido, Leonard Woolf (1880-1969), que se referían, con realismo y pudor, al suicidio de Virginia en el río Ouse en marzo de 1941, víctima de una de sus graves depresiones nerviosas, incrementada en este caso (probablemente) por la guerra que se abatía sobre Inglaterra. Como he dicho, en estas páginas, Leonard es sensible, sensato y veraz. Ni exagera ni oculta... Como el tomo actual -aunque sólo sea parte de ese tomo de memorias- es bastante más amplio que el de 1975, ello nos sirve para comprender a Leonard, laborista, hombre de una izquierda muy civilizada y amigo de todos los de Bloomsbury. Hombre civilizado y educado, judío no sionista, el viejo Leonard que escribe lo que leemos poco antes de morir aparece como un gran desencantado, especialmente de la política y de los malos rumbos del mundo...Es cierto que no tendría mucho sentido traducir los tres tomos de las memorias de Leonard que se ocupan mucho de temas excesivamente británicos, pero queda bien que veamos la imagen de un hombre refinado, civilizado y sencillo, que considera malgastado el mucho tiempo que dedicó a la política, y que en algún momento final, llega a decir: "cuando considero todos estos hechos del mundo de hoy (la guerra de Vietnam, el maoísmo, la torpeza de tantos políticos) siento un agudo dolor, compuesto, creo, de decepción, horror, incomodidad y repugnancia."
Es muy posible que sin su matrimonio con la gran Virginia, Leonard sólo hubiera sido uno de esos caballeros postvictorianos que trabajaron para el colonialismo en su juventud (él en Ceilán) y terminaron detestando ese colonialismo ingerente, a fuer de civilizados. Fuertemente desengañado de la política como he comentado (llega a afirmar, que cuando se trata con políticos, hay que tratar con buen número de "estúpidos") concluye pensando que lo mejor de su vida - de algún modo ligado con Virginia- es su dedicación a la escritura, aunque en su mayoría escribió ensayos y memorias -más una novela juvenil en Ceilán- y su tarea de editor, con ánimo de calidad no de "bestsellerismo", en Hogarth Press Editorial que fundan Virginia y él en 1917, que edita a muchos amigos o cercanos, entre ellos, por ejemplo, la primera edición europea de The wasted land de Eliot en 1923… Leonard sigue trabajando en ese proyecto, que no quiere dejar de ser elitista tras la muerte de Virginia, pero en 1946, tras la guerra, convierte Hogarth Press en una filial de la célebre Chatto & Windus, que le promete a Leonard respetar su estilo y condiciones.
Pese a ese amor por la vida civilizada, por la lectura, por la jardinería, por las amistades y por ese campo inglés que siempre suena a moderado, Leonard termina siendo alguien que, insistentemente asegura que el mundo o la vida no van por buen camino, y eso que escribía este tomo final en 1968. Quizá, pese a tantísimos hechos de allá a hoy, ¿no hemos cambiado sutancialmente de senda? Escribe Leonard que el hombre está "destruyendo ciegamente la civilización en nombre de la civilización". ¿No sigue siendo verdad esto de algún modo?
Si en la antigua y mucho más breve edición, el peso quería recaer sobre el trágico final de Virginia Woolf, cuyas cenizas son enterradas bajo un olmo de su jardín, en esta edición notablemente más amplia, el peso (sin olvidar a Virginia) quiere recaer en el propio Leonard, quiere darnos a conocer la sensibilidad y el pensamiento de un genuino miembro de Bloomsbury y ¿por qué no?, su aguda decepción final. El mundo quedaba muy lejos de lo que ellos desearon y hoy ciertamente somos más pobres, mucho más incultos y notablemente más salvajes. Y lo que es más de lamentar, el colonialismo antiguo se ha sustituido por algo peor. No, las memorias enteras de Leonard Woolf serían en exceso británicas, algo ajenas. Pero asomarnos por una ven tana a ese mundo, tonifica.