Células del cerebro humano

Debate. Barcelona, 2012. 667 páginas, 24'90 euros

Un libro asombrosamente rico: lúcido, profundo, repleto de sorpresas intelectuales. Resulta entretenido en general y conmovedor en numerosas ocasiones

New York Times Book Review

La irracionalidad humana es el gran tema de Daniel Kahneman (Tel Aviv, 1934), premio Nobel de Economía en 2002. Hay tres etapas en su carrera. En la primera, Amos Tversky (Haifa, 1937) y él realizaron una serie de experimentos que revelaron más o menos 20 "prejuicios cognitivos": unos errores de razonamiento inconscientes que distorsionan nuestra opinión del mundo. En la segunda etapa, mostraron que las personas que toman decisiones en unas condiciones inestables no se comportan de la manera en que los modelos económicos han supuesto tradicionalmente, no "maximizan la utilidad". Más tarde, desarrollaron una explicación alternativa de la toma de decisiones más fiel a la psicología humana, a la que llamaron "teoría de las perspectivas". (Kahneman recibió el Nobel por este logro.) En la tercera etapa, tras la muerte de Tversky, Kahneman ha profundizado en la "psicología hedónica": la ciencia de la felicidad, su naturaleza y sus causas. Sus conclusiones en este campo han resultado inquietantes, y no solo porque uno de los experimentos clave incluía una colonoscopia deliberadamente prolongada.



Pensar rápido, pensar despacio abarca estas tres etapas. Es un libro asombrosamente rico: lúcido, profundo, repleto de sorpresas intelectuales y de valor para la autoayuda. Resulta entretenido en general y conmovedor en numerosas ocasiones, especialmente cuando Kahneman cuenta con Tversky. Su visión de la imperfecta razón humana es tan impresionante que el columnista del New York Times David Brooks declaró recientemente que su obra "será recordada durante siglos".



Para empezar, uno de los temas principales de este libro es el exceso de confianza. Todos tendemos a tener una sensación exagerada de lo bien que conocemos el mundo, como nos recuerda Kahneman. A pesar de todos los prejuicios cognitivos, falacias e ilusiones que Tversky y él pretenden haber descubierto, evita la atrevida afirmación de que los seres humanos son básicamente irracionales. ¿Pero lo hace? "La mayoría de nosotros estamos sanos la mayor parte del tiempo, y la mayoría de nuestros juicios y acciones son apropiados la mayor parte del tiempo", escribe Kahneman en su introducción (p. 14). Sin embargo, al cabo de pocas páginas, señala que el trabajo que realizó con Tversky desafiaba la idea ortodoxa entre los científicos sociales de los 70 de que las personas son por lo general racionales. Los dos psicólogos descubrieron errores sistemáticos en el pensamiento de personas normales.



Aunque Kahneman solo extrae unas modestas conclusiones políticas, otros van mucho más lejos y hablan de cómo resolvemos las crisis económicas, por ejemplo. Estas conclusiones radicales, aunque el autor no las respalde, me hacen fruncir el ceño. Y al fruncir el ceño -como uno descubre en este libro- se activa el escéptico que llevamos dentro: lo que Kahneman llama "Sistema 2". Solo el fruncir el ceño, como muestran los experimentos, sirve para reducir el exceso de confianza, hace que seamos más analíticos y estemos alerta. Y esa es la razón por la que leí este libro extraordinariamente interesante frunciendo el ceño con escepticismo.



El Sistema 2, según el esquema de Kahneman, es nuestra forma lenta, deliberada, analítica y conscientemente diligente de razonar sobre el mundo. El Sistema 1, por el contrario, es nuestra forma de razonar rápida, automática, intuitiva y en gran parte inconsciente. Es el Sistema 1 el que detecta la hostilidad en una voz. El Sistema 2 es el que entra en acción cuando tenemos que rellenar la declaración de la renta. El Sistema 1 propone, el Sistema 2 dispone. De modo que parece que el Sistema 2 es el jefe, ¿no? En principio, sí. Pero el Sistema 2, además de ser más reflexivo y racional, también es vago. Y se cansa con facilidad. "Aunque el Sistema 2 cree que está donde está la acción", escribe Kahneman, "el Sistema 1 es el héroe de este libro". Llegados a este punto, el lector escéptico podría preguntarse si debe tomarse en serio todo lo que se dice del Sistema 1 y del Sistema 2. ¿Son una pareja de pequeños agentes en nuestra cabeza? La verdad es que no, afirma Kahneman. Son más bien "ficciones útiles"que nos ayudan a explicar las singularidades de la mente.



Kahneman describe una gran cantidad de fallos en la racionalidad, demostrados con experimentos como "la omisión del índice de base", "la cascada de disponibilidad", "la ilusión de la validez", etc. El efecto acumulado es hacer que el lector pierda la esperanza en la razón humana. Naturalmente, algunos prejuicios cognitivos se ponen de manifiesto en las situaciones más naturales. Tomemos, por ejemplo, lo que Kahneman llama la "falacia de la planificación": nuestra tendencia a sobreestimar los beneficios y a subestimar los costes, y de ahí la aceptación estúpida de proyectos arriesgados. En 2002, los estadounidenses que reformaban sus cocinas, por ejemplo, esperaban que el trabajo costara una media de 18.658 dólares, pero acababan pagando 38.769.



La falacia de la planificación es "solo una de las manifestaciones de un prejuicio optimista generalizado", escribe Kahneman. Ahora bien, si una inclinación hacia el optimismo puede ser malo, ya que genera falsas ideas, como la "ilusión de que lo controlamos todo", sin ella, ¿seríamos incluso capaces de levantarnos por la mañana? Los optimistas son psicológicamente más resistentes, tienen sistemas inmunológicos más fuertes y viven más años que los pesimistas. Es más, según Kahneman el optimismo exagerado sirve para proteger tanto a las personas como a las organizaciones de los efectos paralizantes de otro prejuicio, "la aversión a las pérdidas": nuestra tendencia a temer las pérdidas más de lo que valoramos las ganancias.



Incluso si pudiésemos deshacernos de los prejuicios y de las ilusiones identificados en este libro, no queda claro que esto mejoraría nuestras vidas. Y esto plantea una pregunta fundamental: ¿qué propósito tiene la racionalidad? Al fin y al cabo, somos supervivientes darwinianos. Nuestras capacidades de razonamiento cotidianas han evolucionado para hacer frente de manera eficaz a un entorno complejo y dinámico.



Kahneman nunca se enfrenta filosóficamente a la naturaleza de la racionalidad, pero proporciona una explicación fascinante de lo que podría pensarse que es su objetivo: la felicidad. ¿Qué significa ser feliz? La primera vez que Kahneman se ocupó de esta pregunta, a mediados de la década de los 90, la mayoría de los estudios sobre la felicidad consistían en preguntarle a la gente lo satisfecha que estaba con su vida. Pero esas valoraciones retrospectivas dependen de la memoria, que es poco fiable. Sin embargo, ¿qué pasaría si se pudiesen tomar muestras de la experiencia real de placer o de dolor de una persona a cada momento, y si luego se pudiese resumir a lo largo del tiempo? Kahneman llama a esto bienestar "experimentado", en contraposición al bienestar "recordado" en el que los investigadores se habían basado. Y descubrió que estas dos medidas de la felicidad difieren de forma sorprendente. Lo que hace feliz al "yo experimentador" no es lo mismo que lo que hace feliz al "yo recordador". Concretamente, al yo recordador no le preocupa lo mucho que dura una experiencia. En cambio, valora retrospectivamente una experiencia según el nivel máximo de dolor o de placer que experimentó, y según la forma en que acaba la experiencia.



Para cuando llegué al final de Pensar rápido, pensar despacio, mi ceño fruncido escéptico había dado paso hacía mucho tiempo a una sonrisa de satisfacción intelectual. Al evaluar el libro, insto a todo el mundo, con plena confianza, a comprarlo y a leerlo. Pero esto es para aquellos que estén sólo interesados en las conclusiones de Kahneman sobre la pregunta de Malcolm Gladwell: si han recibido más de 10.000 horas de formación en un entorno predecible y de reacción rápida, entonces parpadeen. En todos los demás casos, piensen.