Zygmun Bauman
A las cinco de la mañana del viernes 3 de septiembre de 2010, Bauman comenzó a escribir este volumen. Tenía ochenta y cinco años y sentía el desgarro de la soledad. No hacía un año que Janina, el gran amor de su vida, su referente ético, la madre de sus tres hijas, había muerto. Siguió trabajando el sábado y el domingo escribió otras dos entradas de este falso diario, más allá de la recomendación de descanso de las tres grandes creencias monoteístas. El 1 de marzo de 2011 cerró esta cordada compuesta por 54 entradas que, en realidad, son pequeños ensayos destinados a iluminar y moralizar el complejo mundo actual.Pese a sus más de 50 libros y cientos de artículos, conferencias, entrevistas y seminarios, Bauman es muy discreto con su vida personal. Quizá, como señala la Wikipedia, sus años de combate en la II Guerra Mundial y su trabajo juvenil en el Cuerpo Interno de Seguridad (KBW) le imprimieron la conveniencia de no ser muy explícito con ciertos asuntos. En todo caso, ésta es la ocasión en la que se puede atisbar algún elemento de su carácter. Le Monde y The New York Times son sus periódicos de referencia, y Theory, Culture and Society (TCS) su revista de pensamiento. Como señalan estas páginas, son publicaciones que se ajustan a la personalidad y al pensamiento anticonvencional de un Bauman que nunca ha pertenecido a "ninguna escuela, orden monástica, familia intelectual, grupo político ni camarilla de intereses". "Forastero de la cabeza a los pies y hasta la médula", así es como se caracteriza un autor sin mentalidad de insider. Un tipo libre, capaz de criticar al estado de Israel en su política palestina y de vivir con su propio criterio.
Ser autosuficiente y autodirigido no significa carecer de tics. Esto no es un diario comienza con un ataque a la Francia de Sarkozy y a su política inmigratoria, que no se sale de los cánones políticos de la izquierda clásica. Su confesada admiración por Saramago, Habermas o Rorty bizquea del mismo lado. Sin embargo, en sus referencias a Carl Schmitt, Koestler, Drucker o Houellebecq recupera su insuperable capacidad para captar los matices y llegar al fondo de los planteamientos.
En un texto como éste, escrito al hilo de los días y determinado por lla actualidad, se hace inevitable el comentario sobre la crisis económica y quienes la padecen con mayor agudeza. Los recortes financieros le duelen en todos los flancos. La subida de las tasas universitarias en el Reino Unido, algo que a él como profesor le toca muy de cerca, le lleva escribir amargas páginas de queja ante una situación cuya deriva conduce a la resurrección de la división de clases, a una pérdida de talento y al abandono social y cultural de muchos jóvenes de los barrios desfavorecidos.
El brillante análisis del paro, de los avatares de la política norteamericana, de la retirada del mecenazgo, de las novedades de las tecnologías de la comunicación o, en definitiva, de acontecimientos que acaparan las portadas de los periódicos, no impide que Bauman encuadre sus juicios en lo que viene siendo su aportación histórica: el análisis de la modernidad, el paso de una modernidad productiva a una modernidad líquida. Tras la crisis de la socialdemocracia, el "estado de bienestar" se hace insostenible. La globalización se traduce en un debilitamiento del Estado como "organismo". Como señala Habermas, de la vieja sociedad de productores hemos pasado a una sociedad de consumidores. Lo que define para Bauman el actual capitalismo es la búsqueda del encuentro entre el producto y el consumidor. El exceso y el derroche pasan a convertirse en un rasgo esencial de la economía consumista. El consumo adquiere su centralidad política y social porque se constituye como el camino ideal para la felicidad en un espacio dominado por el mercado.
Se cierra este volumen con la confesión sorprendente de una clave explicativa de nuestro autor: su itinerario vital tiene un acusado paralelismo con el de H. G. Wells en su "sentido de la vocación y en su determinación de llevar a cabo su misión". Mientras Bauman explica en los últimos renglones el sentido de su vida, el lector lamenta el final del libro.