Traducción de Gonzalo García. Crítica. 443 pp., 25'90 e. Ebook: 15'19 e.

Los primeros servicios secretos modernos surgen en el Reino Unido durante la I Guerra Mundial. Informaciones procedentes de mensajes de radio, reconocimiento aéreo o interrogatorio de prisioneros comenzaron a articularse de modo complejo y eficiente con datos de otras fuentes. En marzo de 1939 el gobierno británico, en previsión de una guerra con Alemania, decidió construir centros de interrogatorios para prisioneros de guerra. Por primera vez, se instaló en celdas y lugares estratégicos una red de micrófonos ocultos para escuchar y transcribir las conversaciones de los prisioneros. En Wilton Park se interrogó y espió a italianos, y Trent Park se utilizó como campo de internamiento para oficiales del Estado Mayor alemán.



La eficaz estructura del sistema británico fue copiada por el servicio de inteligencia norteamericano y enseguida por el resto de los aliados. Al final de la guerra la red de Centros Secretos de Interrogatorios cubría los cinco continentes. En Gran Bretaña y EE.UU. la información obtenida de los prisioneros se conservó con todo lujo de detalles y a partir de 1996 es de dominio publico. Al hilo de sus investigaciones en el Archivo Nacional británico, el profesor Sönke Neitzel (Hamburgo, 1968) descubrió en 2001 la riqueza del material de guerra recogido y prácticamente sin utilizar. Cientos y cientos de páginas con información de la Marina de guerra alemana. Intercambios de opinión entre soldados de la Wehrmacht y las SS. De pronto Neitzel se encontró con información capaz de proporcionar una visión desde dentro de la II Guerra Mundial y componer un vívido mosaico del conflicto. Sin embargo, tuvo la inteligencia de pedir la colaboración de Harald Welzer (Hannover, 1958), profesor de Psicología Social en la Universidad de St. Gallen y experto en fenomenología de la violencia.



Del trabajo conjunto de un historiador y un científico social ha salido una novedosa visión de la mentalidad de la Wehrmacht, el exterminio judío y de las fuerzas armadas en general. Soldados del III Reich es en primer lugar un relato histórico de la brutalidad, dureza y frialdad con la que se desarrollaban las acciones de guerra. A pesar del tiempo transcurrido el lector no puede evitar estremecerse al leer las transcripciones de los diálogos e interrogatorios. Sólo con esto el lector tendría un gran libro sobre el III Reich y la guerra. Un magnífico texto que esta vez, algo muy infrecuente, escaparía del monopolio que la historiografía anglosajona tiene sobre el siglo XX. Alemania vista por alemanes capaces de analizar su terrible pasado. Pero el mayor acierto de este volumen es que a la visión del horror nazi añade una reflexión sobre la violencia. Para entender cómo la sociedad alemana se transforma con la guerra los autores han recurrido a la teoría de los marcos de referencia y a la ciencia social de los Alfred Schütz y compañía. Con esta luz, el lector entiende la transformación de un país en el que Hitler -como señala G. Macdonogh en su excelente Después del Tercer Reich (2010)- nunca pasó del 37,4% del total de votos. En la última votación descendió al 33,1%.



Se cierra este original y demoledor volumen con dos breves incursiones que plantean el comportamiento militar en Iraq y Afganistán. No añaden demasiado pero sientan una referencia comparativa. Un índice que no desgrana el contenido del libro y ciertas equivocaciones sobre el verdadero nombre de las instituciones nazis y del armamento utilizado no consiguen eclipsar un libro que disecciona desde dentro la II Guerra Mundial.