Traducción de Florencia Martín. Clave Intelectual, 2012. 264 páginas. 19 euros

Nacido en 1929 en una pequeña ciudad de Baviera (Alemania), Hans Magnus Enzensberger está a la cabeza del pensamiento europeo más lúcido e independiente. Su obra se adentra en la poesía, el teatro, la ópera, el drama radiofónico, el reportaje o la traducción. En esta entrega, aparecida en Alemania el año pasado, Enzensberger se autoexamina en busca de los errores que han ido jalonando su vida profesional. En veintiún capítulos destripa sus equivocaciones, sus proyectos despeñados en el olvido. Con sus traspiés sobre la mesa, la segunda parte de este volumen -"almacén de ideas"- airea quince tentativas de planes que quedaron en el aire a disposición de quien las quiera retomar.



Tras un elogio del resbalón como fuente de aprendizaje de las condiciones de vida y trabajo de quien es víctima de sus propios errores, Enzensberger ordena los suyos en seis categorías: cine y televisión, ópera, teatro, edición, literatura y traspiés varios. Los resbalones más apoteósicos, sus favoritos, son los teatrales. La velocidad con la cae "una puesta en escena fallida es tan abrupta que recuerda la caída de una guillotina bien aceitada". En todo caso, en el resto de traspiés no hay piedad para dar cuenta de los proyectos editoriales que se quedaron en nada. Este balance irónico de fiascos va acompañado de los guiones o sinopsis preparados para cada una de las ocasiones. En un meritorio esfuerzo de humildad, se incluyen esquemas preparados por el propio autor.



La segunda parte del libro recoge los quince proyectos que nunca superaron un primer momento de esbozo. Son textos recogidos desde 1954 y el segundo de ellos, "La pared española", situado en el Madrid posterior a la II Guerra Mundial, narra el encuentro, en el mítico restaurante Horcher, de dos alemanes que acaban confesándose combatientes en la Guerra Civil, uno del lado de la Legión Cóndor y otro de las Brigadas Internacionales. Entre estas ideas, un regalo para que cualquiera pueda hacer uso de ellas, se encuentra la propuesta de llevar a escena la amistad que unió a Marx y a Engels. El adinerado propietario de una fábrica, gourmet y mujeriego y el exiliado estudioso y pobretón convertidos en los protagonistas de una obra teatral podrían funcionar muy bien. Un autoexamen lleno de humor, ironía y generosidad que invita y embriaga al lector.