Juan José Laborda. Foto: ICAL

Marcial Pons. Madrid, 2012. 836 páginas. 28 euros



Casi todo el mundo conoce a Juan José Laborda (Bilbao, 1947) por su destacada trayectoria política. Menos notoria es su condición de historiador, a la que vuelve ahora alejado ya de la política activa. Desde sus primeros trabajos, en los años 70, se sintió atraído por las violentas revueltas que provocó en Vizcaya en 1718 el traslado de las aduanas desde el interior (los llamados puertos "secos": Valmaseda, Orduña y Vitoria) a los puertos. En ellas entró en convulsión todo el peculiar sistema sociopolítico vizcaíno de los siglos anteriores, cuyos dos aspectos más significativos eran la hidalguía universal y los fueros a los que se alude en el subtítulo. Ambos elementos dieron lugar a una sociedad sin parangón en Europa, que Laborda analiza en sus múltiples aspectos: la demografía, la conformación social, la economía, el clima, los fueros, la organización institucional y política del Señorío en el periodo que llama la "edad clásica foral" (c.1452-1727), que centra cronológicamente su estudio.



La parte final de aquellos años, entre 1680 y 1727, la caracteriza como la etapa de "plenitud foral" y constituye la fase culminante del aprovechamiento por parte de los vizcaínos, con especial protagonismo de los comerciantes de Bilbao, de las posibilidades mercantiles, legales e ilegales, que en el comercio de lana, paños, tabaco y otros productos coloniales les ofrecía la foralidad. A diferencia de lo que ocurría en Cataluña, el reformismo de Carlos II no propició un acercamiento con la Corona, sino una serie de tensiones, en especial durante el gobierno del conde de Oropesa, de las que los vizcaínos lograron salir indemnes casi siempre. Tras las vicisitudes de la guerra de Sucesión, que estudia a fondo, los intentos del cardenal Alberoni de controlar el comercio bilbaíno y el traslado de las aduanas dieron lugar a una violenta rebelión popular que puso en crisis todo el sistema, en unos momentos en que, como consecuencia de otro aspecto de la política de Alberoni (las reconquistas de Cerdeña y Sicilia), España se enfrentaba en guerra a la Cuádruple Alianza, con importantes efectos sobre el comercio marítimo del Cantábrico por la amenaza de Francia e Inglaterra.



La rebelión, que quebró la lealtad al rey y actuó violentamente contra sus delegados y su aduana, puso fin a la edad foral clásica. En algunos momentos se manejó la posibilidad de una solución abolicionista de los fueros, en la línea de las que se implantaron en la Corona de Aragón. Si no ocurrió así fue en buena parte gracias a la habilidad negociadora de los regidores Hormaza, Epalza y Zumelzu, lo que lleva al autor a valorar el peso de las personalidades en la historia frente a las tendencias historiográficas que reducen la incidencia del individuo. No obstante, la salida de la crisis provocó una serie de cambios. Los derechos subjetivos que los fueros reconocían a los vizcaínos pasaron a objetivarse en el territorio, o más bien los territorios, pues en los acuerdos de 1727 con el ministro Patiño comenzó a hablarse de las "provincias exentas", término que alude exclusivamente a privilegios tributarios y arancelarios, que se extendían ahora desde Vizcaya a las otras provincias vascas. Lo vasco empe- zaba a sustituir así a lo vizcaíno. En torno a la ría de Bilbao, "cauce de relación con la globalización económica", los hidalgos comenzaban a transformarse en la burguesía comercial vizcaína, cuyo protagonismo iba relevando al de los viejos linajes.



El libro de Laborda constituye un magnífico -y ahora imprescindible- estudio sobre la historia moderna del Señorío de Vizcaya. Su importancia no solo radica en la profundidad de la investigación y la reflexión, sino también en la honestidad intelectual desde la que presenta los hechos, con frecuencia deformados por la propensión naciona -lista a "construir" una historia útil para sus objetivos aunque ajena a la realidad del pasado.