Josep Fontana. Foto: Quique García

Pasado & Presente. 2013. 240 páginas, 19 euros



Josep Fontana (Barcelona, 1931) no necesita presentación. Autor de obras fundamentales para comprender nuestro tiempo, referencia indiscutible para los historiadores españoles, mantiene pese a los años su magisterio y fogosidad. Buena prueba de ello es su libro anterior, el monumental Por el bien del imperio, publicado en esta misma editorial. Cito este título porque el mismo Fontana traza una vinculación esclarecedora entre el mundo de la segunda mitad del s. XX y esta crisis de los inicios del XXI, que es ahora objeto de análisis. Fontana pretende desentrañar el modo en que "la sesgada recuperación de la economía ha servido para avanzar en el proceso de destrucción de las viejas conquistas sociales, así como en el de privatizar la política", con el fin último de privatizar el propio Estado. Ese proceso, según el historiador catalán, exige "una restricción de las libertades democráticas y el desarrollo de nuevos métodos de prevención y penalización de la protesta pública".



Basten esas breves líneas para comprender que este no es un ensayo frío y aséptico, sino todo lo contrario. Fontana es una de las autoridades intelectuales de la izquierda española: historiador militante al modo clásico, nunca defrauda a sus seguidores. Los demás, sin embargo, preferiríamos menos denuncias y afirmaciones de grueso calibre y más matizaciones. Y conste que el entramado bibliográfico de la obra es impresionante para un volumen de estas dimensiones: las escasas 150 páginas de texto van acompañadas con unas sesenta más de notas bibliográficas en letra menuda que ponen de manifiesto la erudición del profesor Fontana y su magnífico conocimiento de la bibliografía más reciente, casi toda ella procedente de fuentes no españolas. En el lado positivo es de justicia reconocer igualmente que la obra es clara y precisa, está escrita impecablemente y su lectura es grata y fácil incluso para el simple interesado.



Por lo que respecta al contenido propiamente dicho, Fontana traza un panorama muy crítico del mundo que nos ha tocado vivir, hasta el punto de que su mirada pesimista apenas encuentra elemento positivo en el que apoyarse para salir de una situación marcada por el pisoteo de las libertades básicas, el retroceso de los derechos y la explotación generalizada. Sin embargo, contra este nuevo capitalismo depredador, más voraz que el tradicional, ya no sirven las antiguas fórmulas revolucionarias, que han sido superadas por el devenir histórico. Por eso en múltiples aspectos -y en múltiples países- nos encontramos con una situación compleja y paradójica. Así, es verdad que la indignación de los oprimidos crece por todas partes y se expresa de miles de formas, pero hasta ahora no se perfila claramente una línea de protesta que pueda dar un fruto inmediato, más allá de la pura manifestación de descontento.



Fontana desgrana los males, desde la "codicia empresarial" hasta la corrupción de la política, pasando por "la insensatez de unos dirigentes políticos que han asumido los errores de la doctrina de la austeridad", como pasa en la Europa dominada por Merkel. Con todo, no es Europa la que sale peor parada en "un mundo de pobreza y conflicto", un escenario (sobre todo África y Asia) que se distingue por una "desigualdad creciente", la pobreza y la guerra. "¿Crisis del capitalismo?", se plantea Fontana en el último capítulo. En todo caso, un sistema basado en la desigualdad, la injusticia y la falta de perspectivas de los jóvenes no puede ser viable ("tiene sus horas contadas"). En la última página de su recorrido, Fontana deja la puerta abierta a esos grandes movimientos revolucionarios que, históricamente se han producido "cuando nadie los esperaba" y "donde nadie los esperaba".