August Strindberg

Traducción de Carmen Montes. Nórdica. 103 páginas. 22 euros



La obra de Strindberg (1849-1912) sigue siendo parcialmente conocida en nuestro país. La popularidad de dramas como La señorita Julia ha oscurecido otras facetas de su obra, y hecho olvidar que tanta intensidad como en esas piezas teatrales cabe encontrar en sus novelas, sus relatos y su poesía, así como en el abigarrado conjunto que componen obra y vida del autor; siendo esta última, quizá, su creación más aquilatada y dolorosa, pues alternó en ella una rara pulsión creadora, una casi ingobernable curiosidad y un temperamento turbulento, que en ocasiones se resolvió en episodios de locura.



Con todo, y pese a que esa personalidad frecuentemente le llevó a entrar en conflicto con la sociedad y las instituciones de su tiempo, y a que sus opiniones -su misoginia, por ejemplo- aún hoy chocan con la corrección política imperante, Strindberg llegó a ser una figura popular en su país, y su talento fue reconocido por algunos de sus más grandes contemporáneos -Ibsen, Nietszche, Munch- y por escritores más jóvenes que, como Kafka, lo considerarían un precursor. Esto ocurría en un periodo en el que dominaban la cultura europea corrientes y estéticas que siguen determinando nuestra visión de la Modernidad. Strindberg participó de todas ellas: aprovechó la esclarecedora lección del Naturalismo y la libertad artística que preconizaban los simbolistas, a la vez que se convertía en adelantado del Expresionismo y, a través de éste, de buena parte de las inminentes vanguardias.



Por todo ello, llama la atención que se le conozca tan poco en España, y resulta tan meritorio que se publique ahora el librito que motiva estas líneas; que, ya desde su concepto mismo -una especie de álbum pictórico-fotográfico, con escogidos fragmentos de obras del autor y dos breves textos explicativos enmarcando el conjunto- apuesta por una manera de revalorizar a un gran escritor europeo ajena al estrecho oportunismo por el que se rige buena parte de la industria editorial española. Como se explica en la "Nota de la traductora" que cierra el volumen, éste nace de un seminario celebrado en Granada en torno a la figura y obra del autor. De uno de los participantes en ese seminario, Simon Zabell, es el texto introductorio, en el que se analiza la obra pictórica y fotográfica de Strindberg como precursora del Surrealismo e incluso, del Expresionismo abstracto norteamericano.



La pintura de Strindberg resulta tan adelantada a su tiempo como muchos de sus textos; y es significativo que, en los recogidos en este libro, se hable también con frecuencia del terror strindbergiano al vacío y al sinsentido, tan bien representados en su pintura. "Aúllan lobos en Skansen / y mugen en la mar los hielos", rezan, por ejemplo, los primeros versos de uno de los poemas reproducidos. De esa misma desolación hablan también las "celestografías" -imágenes azarosas originadas por la exposición de material foto-gráfico a la intemperie- que cultivó el autor en una etapa de su vida, así como las obsesivas fotografías de sí mismo que tomó desde su juventud, y que conforman una especie de autobiografía paralela a la que trazan sus novelas en clave personal.



Hay un cuadro de Strindberg no recogido en este volumen, el titulado "Pequeña seta venenosa ante el mundo", que recuerda, en su composición, al famoso "Perro semihundido" de Goya: un mínimo motivo figurativo al filo de un enigmático espacio vacío que ocupa casi todo el lienzo. Tal podría ser la posición del autor ante la turbulenta Modernidad cuyas manifestaciones más extremas -las grandes guerras y revoluciones del siglo XX- no llegó a conocer, pero cuyo sinsentido pareció intuir. Todavía andamos explorándolo a ciegas.