The Destroyed Room, de Jeff Wall

El Desvelo. Santander, 2013. 3 páginas, 17'50 euros



Jeff Wall (Vancouver, Canadá, 1946) pertenece a la primera generación de fotógrafos postmodernistas, junto con Cindy Sherman y Sherrie Levine. Lo que significa que en su obra se dan cita la mayoría de los recursos que caracterizan esta tendencia: utilización de referentes de la historia de la pintura, construcción escenográfica de las fotografías, empleo de un lenguaje propio del cine o de recursos como las cajas de luz, procedentes de la publicidad. Es decir, toda una serie de distorsiones del concepto moderno, que entendió la fotografía como característicamente directa, veraz e instantánea. Imágenes que son siempre impactantes por dimensiones y cromatismo, en ocasiones la escena que reflejan es, aparentemente, de una abrumadora banalidad.



Sin embargo, tratándose de arte postmodernista cuanto más banal más sospechoso y cuanto menos evidente más trascendente. Y en este rasgo reconocemos la influencia en él del arte conceptual, que postulaba obras estéticamente neutrales, porque lo sensorialmente atractivo empaña el juego de las ideas. La valoración de Jeff Wall se refleja asimismo recorriendo los nombres de quienes han analizado su obra.



El libro de Víctor del Río es el estudio más amplio que se le ha dedicado en nuestro país. En él encontramos una introducción de su autor, una nutrida representación de las obras de Wall y, sobre todo, una larga conversación entre el fotógrafo canadiense y el estudioso español. Empieza del Río explicándonos qué es neovanguardia y situando al fotógrafo en los debates de su época: el que versaba acerca del carácter reaccionario o progresista de una revisión de lo pictórico o el que analizaba la posibilidad de un arte ya no autónomo sino comprometido.



La conversación recorre la trayectoria de Wall, desde sus primeros años de cineasta tentativo, su interés por el arte conceptual, su importante labor como teórico y los motivos biográficos e intelectuales que originaron su peculiar estilo fotográfico. Es digna de elogio la audacia (y la pulcritud) de una pequeña editorial cántabra, que se embarca en la publicación de una monografía de un artista tan significativo como alejado del panorama local. Y lo mismo cabe decir de su autor, que lleva tiempo dedicado a analizar las transformaciones artísticas de la primera postmodernidad.



Pero conviene saber que el libro no es propiamente una introducción a la obra de Jeff Wall. Un lector que se acerque a él por vez primera se sentirá desorientado, por ejemplo, acerca de las relaciones concretas de las fotografías con sus referentes pictóricos o literarios, que se dan por supuestos. Proporcionar algunas de esas claves elementales habría completado esta monografía y habría ensanchado su público. Pero como decía Epicteto, todo tiene dos asas, una que sirve y otra que no.



En este caso, eso significa que podemos aprovechar el fantástico recorrido visual, la interesante entrevista y el documentado panorama intelectual de Víctor del Río. Y una vez excitada nuestra curiosidad, hacer algunas pesquisas pedagógicas sobre la obra de Jeff Wall, de la que tanta información hay en la red.