Image: Ignacio Agustí, el árbol y la ceniza

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Ensayo

Ignacio Agustí, el árbol y la ceniza

Sergio Doria

14 junio, 2013 02:00

Ignacio Agustí

Prólogo de Carlos Ruiz Zafón. Destino. Barcelona, 2013. 342 páginas, 20'50 euros. Ebook: 13'99 e.


Para muchos Ignacio Agustí (1913-1974) fue un escritor catalán, más o menos vinculado al franquismo y autor de una saga novelesca que triunfó en la postguerra, especialmente Mariona Rebull (1943) y El viudo Rius (1945) que fueron llevadas al cine y después a la televisión, en una de nuestras primeras grandes series, La saga de los Rius. Para esos muchos, Agustí (también periodista y uno de los fundadores de Destino, revista y editorial) fue decayendo a medida que decaía el régimen al que sirvió, con cierto liberalismo, y la novela realista, hasta morir del corazón al tiempo que salían sus póstumas y amenas memorias Ganas de hablar.

Ignacio Agustí, hombre bajito y de familia burguesa, fue (antes de la guerra) una promesa de la literatura catalana, llegando a publicar un libro de poemas El veler (1932) y una novela breve, Diagonal en 1935. Hombre moderado, muy catalán pero nada catalanista, creyó que la salvación estaba en el lado "nacional", donde encontraría a amigos de Cataluña como Ridruejo, d'Ors, el editor Vergés y el mismo Josep Pla. Agustí empezó a escribir en español entonces, dudando de si le saldría. Le salió, por supuesto, y bien, primero en la novela Los surcos (1942) y luego en la pentalogía (fue un proyecto muy ambicioso pero lento) que narraba la historia de Barcelona (y de Cataluña) desde el atentado anarquista en el Liceo, en 1893 -donde muere Mariona Rebull- hasta el fin de la Guerra Civil que se trataría en la obra final Guerra Civil publicada en 1972. Había pasado mucho tiempo, el éxito enorme de su primeras novelas no lo tuvo ya la acaso mejor novela de la serie, Desiderio, de 1957, ni por supuesto la pareja final (centrada en la República y el conflicto) 19 de Julio y Guerra Civil. Como he dicho, Agustí fue un fecundo periodista y el cofundador de Destino, de donde le terminaron echando Vergès y Pla. Con problemas económicos y a veces también psíquicos, Agustí es un caso palmario del escritor al que el drama español le destrozó la vida. Quiso siempre una Cataluña muy catalana y muy española y esa dualidad no fue bien entendida. Pero es curioso, gente obediente y sumisa con el franquismo (como Vergès y Pla, que fueron cobardes) se enemistaron con Agustí, mientras que este se carteó toda su vida y mantuvo viva la vieja relación juvenil con un poeta conocido por su catalanismo antifranquista como Salvador Espriu. Este "enemigo" fue siempre amigo de Agustí, en tanto que sus, en teoría, más naturales "amigos" como Vergès y Pla lo crucificaron. A Josep Pla se le podrá admirar y ponderar como escritor pero su trayectoria humana de catalanista profundo pero servil dice poco en su honor.

Agustí fue también el dueño y editor de la librería y editorial Argos de Barcelona, pero todos esos proyectos terminaron por salirle mal, dejándole los consiguientes problemas económicos. Fue un hombre del régimen (en su faceta más moderada) que intentó reiteradamente proteger todo lo catalán. Esta biografía - clásica y bien hecha- del periodista barcelonés Sergi Doria pone las cosas en su sitio, con simpatía por el biografiado y con verdad para los que no lo entendieron, pero sin ninguna acritud. La pentalogía La ceniza fue árbol pese a su dispersión temporal (de 1943 a 1972) es uno de los "corpus" más típicos de la narrativa clásica de postguerra. El prólogo bienintencionado de Ruiz Zafón es un mero encomio que nada agrega.