Gota a gota, FAES, Madrid, 2013.



En una época de abierta recuperación de la biografía, Faes, ligada al PP, nos ofrece una colección de biografías de políticos españoles con la intención de rastrear a rica tradición de quienes contribuyeron a conformar la vida española de los dos últimos siglos. El director de esa colección es Manuel Álvarez Tardío, profesor universitario que representa una de las líneas de renovación de nuestra historia política. Las tres biografías tienen el mérito de centrar la atención en el periodo de la Restauración, que se abre con el reinado de Alfonso XII, en 1875, y rige hasta el inicio de la dictadura de Primo de Rivera, en septiembre de 1923.



Se estableció entonces un régimen en el que, frente a las disensiones y exclusivismos que habían prevalecido en España desde el final de la guerra de la independencia, se impuso el principio de la aceptación del adversario, en la acertada expresión que propone Carlos Dardé, que comparece aquí con Cánovas y el liberalismo conservador, una breve y excelente biografía, en línea con las mejores páginas de Fernández Almagro o Díez del Corral. El proyecto político que Antonio Cánovas (1828-1897) despliega a partir de 1875 tiene una notable continuidad con unas opiniones que, desde posiciones cercanas al progresismo, le llevarona inspirar las política conciliadora de O'Donnell. La experiencia política de Francisco Silvela (1843-1905) corresponde a un momento bien distinto, cuando las carencias del sistema canovista intensificaron la demanda de regeneracionismo. Una corriente de pensamiento que a veces aparece como una secuela del desastre de 1898 pero que lo precedió. El Desastre sólo añadió dramatismo al discurso. En Silvela. Entre el liberalismo y el regeneracionismo, Luis Arranz aborda la figura de Silvela -que pudo encarnar la renovación del Partido Conservador tras Cánovas- con un estudio de gran porte teórico. El impulso ético de la política de Silvela se desvanecería al despuntar el siglo XX.



Por el camino de la modernización marchó decididamente el mallorquín Antonio Maura (1853-1925) y tiene toda la razón José María Marco cuando lo presenta, en Maura. La política pura, como el paradigma de la actuación política. Sus grandes reformas pudieron haber desembocado en una renovación profunda. Los momentos claves se produjeron entre 1909 y 1913, cuando Maura denunció los grandes acuerdos de los partidos del turno sobre los que se asentaba el régimen de la Restauración. Unos acuerdos que necesitaban del arbitraje del Rey y de su capacidad para actuar como un piloto sin brújula en aguas tumultuosas.



Los tres libros representan formas muy diferentes de aproximación al género biográfico, tanto por el uso de las fuentes documentales como por las diferencias aplicación de teorías políticas que enmarquen la comprensión de los personajes, sin olvidar el presentismo del que siempre cabe recelar de una empresa editorial tan cercana a una opción política.