Traduc: P. Caballero y C. Torres. Paidós. 164 páginas, 21 euros



Las revueltas de la primavera árabe y las sacudidas posteriores, como las que se están produciendo en el Cairo son un complejo laberinto con múltiples salidas, algunas de ellas inciertas. Pero en esas nuevas vías abiertas en el mundo musulmán, la periodista Francesca Caferri ha vislumbrado la fortaleza y valentía de muchas mujeres que representan la vanguardia de un movimiento modificador de la fisonomía de los países árabes.



Caferri, reportera para Oriente Medio y los países islámicos del diario La Repubblica, escribe con profundidad y conocimiento de la revolución de las mujeres árabes y propone "un viaje desmitificador que destruya los estereotipos". La geografía que abarca es diversa, como diversas son las protagonistas de esta larga lucha contra la sumisión y el silencio. Se mueven estas transgresoras tenaces, cubiertas con velos o con la túnica negra, la abaya, en regiones herméticas en las que, hasta hace poco, las mujeres resultaban invisibles a los ojos de Occidente. El Pakistán extremista donde se asesinó a la primera ministra Benazir Bhutto cuando volvió del exilio y se presentaba de nuevo como candidata; Yemen, en el que se entrega a las niñas en matrimonio a los doce años; Arabia Saudí, donde la policía religiosa (mutawa) puede detener a una analista financiera por hablar con un colega en una cafetería; Afganistán; Egipto, polvorín en el que un 46% de las mujeres sufren agresiones todos los días; Marruecos, donde la reforma del Código de familia ya no exige obediencia al esposo, pero donde algunos jueces se niegan a aplicar las reformas. Estos son los escenarios.



Es verdad que la historia de la joven pakistaní Malala Yusafzai, a quien dispararon por reivindicar el derecho de las niñas a asistir a la escuela, ha dado la vuelta al mundo, pero para la autora de El paraíso está a los pies de las mujeres, aquellas que avanzan paso a paso en los países árabes no son la excepción. Caferri cree en las luchadoras anónimas: "no se quitan el burka delante de los objetivos de los fotógrafos […] sin embargo mantienen una lucha diaria que nosotros, en Occidente, ignoramos, pues estamos más dispuestos a discutir sobre velos y centímetros de piel que se deben tapar o destapar".



Coinciden muchas de las protagonistas destacadas de Caferri en la idea de un feminismo islámico. Aunque la autora reconoce que forman una amalgama variopinta, desde la feminista egipcia de 80, doctora y escritora, Nawal al-Sa'dawi, omnipresente con sus trenzas blancas en la plaza Tahrir; a la premio Nobel de la Paz yemení, Tawakul Karman, luchadora por la democracia en el país más pobre y represor del mundo árabe, hasta la muy conocida marroquí, Fátima Mernissi; todas comparten según la periodista italiana un punto en común: la necesidad de releer el Corán bajo una nueva luz y encontrar su mensaje original, que como afirmaba el erudito egipcio Hamid Abu Zayd, garantiza los derechos de las mujeres. Pero aquí se rastrean no sólo los movimientos para la liberación de las mujeres árabes, sino el compromiso de muchas para demandar una democracia real en los países islámicos.



Entre las activistas citadas por la periodista italiana están las egipcias Ghada Shahbender, creadora de Shayfeen.com, y Asma Mahfuz, la empleada de 26 años que grabó un vídeo y lo colgó en YouTube: "Yo iré a la plaza Tahrir el 25 de enero". Las afganas Habiba Sorabi y Soraya Pakzad, que han conseguido que la violencia de género sea un delito en Afganistán. La antropóloga pakistaní Samar Minallah, que denunció la tradición de entregar niñas en compensación por delitos cometidos por sus padres o hermanos. Gracias a ese reportaje y a posteriores denuncias públicas, la swara está penada por la ley. Fue Samar quien denunció en otro documental la historia de Malala, en el valle del Swat, controlado por los talibanes. Hoy Malala, que pudo pagar el deseo de estudiar con su vida, es el símbolo de miles de muchachas de los países pobres del mundo que quieren un futuro mejor.