Alan Greenspan

Penguin Press, 2013. 400 páginas. 21'60 $

Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal, escribe en su nuevo libro, El mapa y el territorio, que lleva pensando en burbujas desde la crisis financiera de 2008. Y, concretamente, ha estado tratando de entender por qué él y tantos otros analistas económicos no vieron la burbuja inmobiliaria que provocó la crisis.



El error, escribe, es que los analistas trataron a los humanos como personas racionales que toman decisiones, una ficción funcional que ya no parece funcional. Pero Greenspan ve una forma de seguir adelante: los humanos, escribe, son irracionales en formas predecibles. Lo que a los economistas les gusta llamar "los espíritus animales" se puede incorporar a los modelos económicos.



"Últimamente, he llegado a comprender que los espíritus muestran, de hecho, coherencias que pueden aumentar significativamente nuestra capacidad para identificar la aparición de burbujas en los precios de los bienes, en las acciones, las materias primas y los tipos de cambio, e incluso para prever las consecuencias económicas de su hundimiento total y su recuperación". Es un material prometedor. Incluso se podría hacer un libro interesante con él. Pero el tema apenas retiene la atención de Greenspan durante un solo capítulo.



El resto de este libro, por el contrario, está dedicado a realizar un recorrido discursivo por la historia económica reciente, salpicado de recomendaciones políticas conservadoras. Declara que ya no considera que sea posible realizar predicciones económicas a causa de "las restricciones del Gobierno contra la competencia en los mercados nacionales". El recorrido tiene su atractivo. Greenspan, uno de los analistas económicos más sagaces del país, tiene un talento excepcional para formular las tendencias económicas. Escribe, por ejemplo, que, aunque el valor de la producción económica del país se ha incrementado desde la década de 1970, su peso no lo ha hecho. Y lo dice en un sentido literal: si todo lo "Fabricado en EE UU" en 2013 se colocase en una balanza, pesaría más o menos igual que todo lo "Fabricado en EE. UU." en 1977. Resulta difícil imaginar un ejemplo más gráfico de lo que significa decir que EE UU se ha transformado en una "economía del conocimiento".



Sin embargo, Greenspan lleva ya varias décadas hablando del peso de la economía, y una gran parte de este libro resulta familiar. Las explicaciones de la crisis financiera, en concreto, han adquirido el carácter de los kits del Señor Patata. Hay una caja de explicaciones estándar y cada escritor escoge las que le resultan más atractivas. El Señor Patata de Greenspan está hecho con piezas predecibles: culpa al Gobierno por fomentar los préstamos de alto riesgo, pero exculpa a la política de tipos de interés bajos de la Reserva Federal. No ha tratado de animar este relato con ninguna de las historias que vivió mientras fue presidente de la Reserva desde 1987 hasta 2006. Eso lo hizo en parte en sus memorias de 2007, La era de las turbulencias.



En este libro, Greenspan escribe que la crisis podría haberse evitado totalmente mediante unos criterios de capital más estrictos, que podrían haber limitado la inestable dependencia del dinero prestado que manifestaban las instituciones financieras. Pero no explica que bajo su dirección, la RF desempeñó el papel principal en la creación de normas que permiten a los bancos establecer sus propios niveles de capital, con resultados previsibles. "El notable aumento en la asunción de riesgos de hace una década podría haberse evitado por completo mediante el incremento del capital",escribe."Lamentablemente, eso no ocurrió, y los peligros que llevaba aparejados no se valoraron del todo, ni siquiera en el sector de la banca comercial".



La parte más provocadora del libro es su afirmación de que el gasto público en Seguridad Social, en Medicare y en otros programas de ayudas sociales es la razón por la cual la economía estadounidense ha crecido más despacio en las últimas décadas. Escribe que los impuestos a las familias de rentas más elevadas están reduciendo su capacidad para invertir en nuevas ideas, nuevas máquinas y nuevos edificios. Una menor inversión da lugar a una menor innovación, a un aumento más lento de la productividad y a un menor crecimiento económico.



Con la precisión de un economista, calcula que esta disminución de la inversión ha hecho que el crecimiento disminuya 0,21 puntos porcentuales al año desde 1965, lo que constituye "una diferencia importante, de aproximadamente 1,1 billones de dólares en producción perdida". Los estadounidenses deben escoger, escribe: "¿Queremos una sociedad que dependa del Gobierno o una sociedad basada en la autosuficiencia de ciudadanos particulares?".

En realidad, es una opinión optimista sobre el estancamiento de la innovación y el crecimiento. La opinión de Robert Gordon, un economista de la Universidad Northwestern, de que simplemente nos hemos quedado sin ideas transformadoras ha ganado muchos adeptos. Gordon y otros economistas también ven un amplio abanico de otros problemas, como el envejecimiento de la población, la disminución de los logros académicos y el incremento de la desigualdad de ingresos.



Greenspan da a entender que el problema se puede solucionar con dinero. Sin embargo, no está claro que la economía estadounidense haya estado padeciendo una falta de financiación. Aunque los estadounidenses han ahorrado, el resto del mundo estaba muy contento de invertir dinero a espuertas en EE UU. Greenspan suscribe la opinión de que la crisis inmobiliaria fue provocada en parte por la sobreabundancia de inversión extranjera en la economía estadounidense. Es más, los impuestos no pueden ser la razón por la cual los estadounidenses están ahorrando menos. Greenspan señala que los ricos están pagando más impuestos, pero eso solo es verdad porque están ganando más dinero. Las familias que ganan más de 200.000 dólares son las que han experimentado la mayor bajada de impuestos en proporción con los ingresos.



También merece la pena señalar que la bajada más espectacular de la productividad y el crecimiento se ha producido desde que el presidente George W. Bush redujo los impuestos en 2001. Puede que otra tanda de bajadas de impuestos cambie las cosas.



O puede que realmente se nos estén acabando las ideas nuevas.