Traducción de César Aira. Alfaguara, Madrid, 2014. 193 páginas, 17 euros

Debo confesar que antes de leer esta novela biográfica, yo lo ignoraba todo sobre este nuevo novelista francés, David Foenkinos (París, 1974) que a juzgar por la propaganda editorial -de la que parece no hay que hacer mucho caso- no sólo es uno de los más descollantes valores de su nueva narrativa sino que además -y esto ha de ser verdad- con su anterior novela, La delicadeza (2009) se quedó a las puertas de todos los grandes premios de Francia.



Cabe entender, quizás, que Lennon, biografía novelada de John Lennon (1940-1980), para muchos el alma nutricia de The Beatles, es quizás un alto en trabajos de mayor envergadura, pero tampoco hay por qué pensarlo. Lennon es un texto ágil, de grata y amena lectura, en el que Lennon -siempre habla él en primera persona- se psicoanaliza con un psiquiatra neoyorquino y en dieciocho sesiones (tantas como capítulos) narra su propia vida, es decir, intenta comprenderse y pacificarse, entre 1975 y poco antes de morir asesinado por un perturbado, el 8 de diciembre de 1980, en la puerta del edificio Dakota, donde vivía con Yoko Ono y con su hijo (muy pequeño) Sean.



Lo más nuevo de estos monólogos de Lennon es que el Beatle que tanto habló de la paz, se nos autopresenta como un personaje bronco, asilvestrado a veces, con etapas de drogadicción e inseguridad e incluso otras con impulsos violentos. Todo ello parece tener que ver con que sus padres se separaron, su madre era una mujer un tanto divertida pero despegada, lo que llevó a que John se criase con su tía Mimí, hermana de su madre, en el mismo Liverpool de sus comienzos difíciles. Otra cosa que llama la atención (en la medida en que se subraya el lado oscuro de Lennon) es su enorme egolatría, su seguridad de que era un genio, pero al mismo tiempo las polémicas por la pérdida de vida privada, entre los gritos histéricos de las fans, en aquello que se llamó la Beatlemanía y, a la par, ese continuo anhelo de paz y equilibrio, raramente logrado, incluido el episodio hindú -muy comentado en la época- con el yogui Maharishi, al que termina olvidando. Se deja ver a un Lennon muy promiscuo, incluso después de haber conocido a Yoko, la mujer fuerte; queda claro que, gozando de su superfama, Lennon desdeñó a menudo a su primera mujer, Cinthia, y al hijo que tuvo con ella, Jullian, del que se declara mal padre. Dirá: "Sólo me digo que mi energía pacifista es el fruto de mi violencia."



Aparecen también el alcohol y las drogas como medio de resistir una vida que desborda los cauces. Luego vuelve a aparecer -el relato no es lineal pero tampoco confuso - ese Lennon egomaníaco que se considera el alma de los Beatles al tiempo que ama y desprecia a viejas estrellas como Elvis, al que conoce en su primera gran gira norteamericana.



Se insinúa un episodio homosexual en su vida con el representante y primer gran manager del grupo, Brian Epstein, durante unas vacaciones a dúo, y al fin el amor de John por Estados Unidos y el desprecio por Gran Bretaña, mientras -lentamente- va quedando sometido al imperio de la japonesa Yoko (se fotografiaron juntos y desnudos en la cama como "una oportunidad para la paz") cuando ya John se consideraba indisoluble de Yoko, hasta el punto de que jugaban a intercambiar papeles. Con todos estos hechos que sintetizo -y muchos de los cuales algunos recordamos muy bien- es imposible que el libro no sea grato y entretenido. Lo es. El tema -para un crítico de este tiempo- estaría en decidir si este libro bien hecho pero sumamente fácil es "una gran obra" (como se nos insinúa) o solamente un buen texto periodístico. Yo me inclino por lo segundo. Este es el tipo de libro fácil y comercial que hoy -por la crisis o la incultura del lector medio- buscan las grandes editoriales, pretiriendo la "gran literatura". Porque si Lennon es una obra maestra, qué diremos -por ejemplo- de Orlando de Virginia Woolf. No habría palabras. Lennon es un buen libro sin el menor atisbo de grandeza o genialidad. Seguro.