Mariana Pineda, por Juan Antonio Vera Calvo (1862)

Marcial Pons. Madrid, 2014. 428 páginas, 32 euros

La cita del Marqués de Custine con la que se abre este libro, reforzada con la bastante similar de García y Tassara que lo cierra, nos ilumina acerca del título, contenido y alcance de esta investigación sobre las mujeres liberales en la España del primer tercio del siglo XIX: se habla en esos fragmentos de unos "escuadrones de amazonas", es decir, activistas liberales contra el absolutismo, que se perfilaron sorpresivamente como una de las grandes resistencias a la política liberticida de la Corona, hasta el punto de provocar "tal pánico" a Fernando VII que "decidió dar un escarmiento", poniendo así de relieve tanto "su propia debilidad" como "la fuerza de sus enemigos". Hay -¿para qué negarlo?- un punto de exageración en esos planteamientos, primero porque en este ámbito no había oposición organizada propiamente dicha (¿escuadrones?) y, segundo, porque la presencia femenina en la lucha política nunca tuvo tal protagonismo. Ahora bien, dicho eso, no es menos cierto que despreciar, como hasta ahora se ha hecho en la práctica, la participación femenina en la agitación liberal no deja de ser una desmesura de signo opuesto, tan falsa como la primera.



Precisamente ahí reside la gran aportación de esta obra, frente a la valoración tradicional del papel "excepcional, casi testimonial" del activismo femenino contra Fernando VII (Carlos Serrano). Entiéndase bien: no tratamos de decir que en estas páginas se defienda de modo apriorístico o doctrinal una tesis distinta -casi antitética- con el objetivo de reivindicar el papel de la mujer, sino que se documenta la participación en diversos grados de agitación o testimonio liberal de casi mil quinientas mujeres (los autores dicen haber recopilado datos de 1454, la mayoría con nombres y apellidos). La distinción es importante, más allá del matiz, porque permite deslindar el carácter de este libro, básicamente empírico, con un gran trabajo documental en una veintena de archivos nacionales y extranjeros, de la mayor parte de la llamada "historia de género", tan militante en sus premisas -tan dogmática, podría incluso decirse- como habitualmente ayuna de inmersión en fuentes primarias.



Lo que el lector encontrará en este volumen, además de una especie de "biografía colectiva" de este amplio grupo de mujeres concienciadas y comprometidas, es un bosquejo de la España convulsa de las primeras décadas del siglo XIX en sus vertientes política, social, cultural y hasta de mentalidades. El foco, obviamente, se pone en la mencionada agitación femenina. A nivel popular solo un nombre, el de Mariana Pineda, ha roto las barreras del tiempo y el olvido, mitificada en múltiples narraciones y obras literarias, hasta la famosa pieza de García Lorca. Pero es difícil terminar la lectura del libro sin sentirse fascinado por otras heroínas "románticas", como Carmen Sardi -a la que se le dedica un capítulo-, Rosa Zamora -con una tremenda historia de penalidades- o Vicenta Oliete, entre otras muchas. Como reconocen explícitamente los autores, J. F. Fuentes y P. Garí, con los datos disponibles es difícil encontrar una tipología precisa de esta militancia liberal femenina: al contrario, cabe decir que entre estas mujeres había de todo, desde damas de alta alcurnia a simples aventureras, pasando por todos los escalones intermedios.



Según se recalca en varias ocasiones, el aparato represivo de la Monarquía absolutista sentía una "mezcla de incomodidad y condescendencia" (p. 130) ante el fenómeno: lo primero por el reconocimiento del desafío y lo segundo por el carácter femenino del mismo. Un dilema que Calomarde y el propio Fernando VII resolvieron finalmente en el sentido de dar ese sonoro "escarmiento" al que aludíamos al principio: aunque solo Mariana Pineda fuera ejecutada, otras muchas "sufrieron esa represión ejemplarizante" (p. 280). Hay que apuntar por último que la victoria relativa del ideario liberal a la muerte del rey -y la "feminización de la monarquía" con el ascenso al trono de su hija Isabel- supusieron el fin de esta implicación directamente política de tantas mujeres. Volvieron, claro está, al ámbito privado y a actividades asistenciales. Poco importó que una parte de ellas hubiera luchado como sus compañeros masculinos por el triunfo de la libertad. Con esta paradójica constatación se cierra este apasionante recorrido por uno de los aspectos menos conocidos de la España decimonónica.