Edward O. Wilson. Miguel Rajmil
A la provecta edad de 84 años, Edward Wilson (Birminghan, EE.UU., 1929), ecólogo indiscutido y controvertido sociobiólogo, ha escrito una serie de consejos dirigida a un imaginario aspirante a científico condensando lo aprendido en medio siglo de investigación puntera. El ganador de dos premios Pulitzer de no ficción se vale del formato epistolar para tratar los retos que afronta quien desea emprender una carrera científica en tiempos difíciles. Y si bien no se priva de contar sus batallitas -apasionantes aventuras entomológica- lo hace siempre para ilustrar consejos y trucos del oficio.Uno de los más estratégicos concierne a la elección del tema. A contrapelo de la tendencia a escoger áreas "calientes" de cada especialidad, el catedrático emérito de Harvard es terminante: "Apártate del ruido de los cañones. Elige un objeto que te interese y parezca prometedor y en el que no haya eminencias compitiendo unas con otras". Con su experiencia en especies que se disputan nichos ecológicos, advierte que son las áreas escasamente pobladas donde, a base de ambición y trabajo duro, uno puede tornarse una autoridad en relativamente poco tiempo. Un aviso para quienes se lanzan de cabeza a temáticas "rompedoras" para descubrir luego que ya han sido colonizadas por los anglosajones.
Otros consejos: ejecutar experimentos rápidos, sencillos y no controlados que permitan sacar conclusiones u obtener pistas (ejemplo: la aplicación de un imán a una columna de hormigas permitió descartar en un par de horas que el magnetismo las afectase); no depender de ninguna tecnología, a menos que se trabaje para una gran instalación científica, o se puede acabar de operador de un aparato, más que de autor de hallazgos originales efectuados mediante dicho artefacto; y apostar por la creatividad: "demasiados doctores nacen muertos en lo que a creatividad respecta... desarrolla la fantasía, habla contigo mismo en silencio, piensa como un poeta y después trabaja como un contable".
Muy importante: no echarse atrás por miedo a las matemáticas (salvo que uno pretenda dedicarse a esta disciplina o a la física o la química). Si su aprendizaje resulta complicado, mejor buscar la ayuda de un matemático, como hizo para explicar la comunicación mediante feromonas este taxonomista que nunca fue bueno con los números. Tampoco se olvida Wilson de la ética profesional: "la envidia y la inseguridad figuran entre los impulsores de la innovación científica", admite, sin por ello dejar de defender el juego limpio: "concede crédito a quien lo merece y espera lo mismo de los otros. Si cometes errores, admítelos y pasa a otra cosa. El fraude no se perdona nunca".
Su recomendación definitiva: guiarse por el amor al saber. "Pon la pasión delante de la preparación... y sé lo suficientemente listo para pasarte a otro amor mayor si este surge....". Decisión y trabajo arduo basado en una pasión duradera son factores que explican cómo el graduado de una universidad de provincias logró convertirse en experto mundial en hormigas y autor de una nueva síntesis de la teoría de la evolución. De su arrebato dan fe dos fotografías que muestran al naturalista en plena pesquisa, una con 13 años y la otra con 82, y siempre con su cazamariposas.
Al doctorando español que, enfrentado a un futuro incierto, se considerará afortunado si entra de becario en un equipo de investigación para pasarse la vida en un laboratorio concentrado en el tema asignado, monitorizando ensayos y firmando artículos con tropecientos, puede que estos consejos le suenen heroicos, o aplicables a entornos académicos de lujo donde existen grandes márgenes para la iniciativa individual. Eso sí: las 60 horas semanales de trabajo y cero vacaciones prescritas por Wilson a quien aspire a ser alguien en la ciencia rigen en cualquier parte del mundo.
Dirigidas nominalmente a los jóvenes investigadores, estas cartas gustarán asimismo a los fascinados por los insectos, a los amantes de la biología y los ecosistemas, y a los interesados en la aventura científica narrada por uno de sus principales protagonistas. Como cabe esperar de un ecólogo, su libro viene impreso en papel procedente de forestas gestionadas de modo sostenible, y porta la certificación "amigo de los bosques" otorgada por Greenpeace.