El Papa Francisco. Foto: Claudia Perisz

Para unos es "papolatría"; para otros, fidelidad a Pedro; para muchos, pura y simple "sintonía" con Francisco. La atracción que ejerce el actual obispo de Roma supera todas las expectativas que cabía prever y no se reduce a esa formas -digamos- tradicionales de adhesión a los Papas. Hay que distinguir lo uno de lo otro. La adhesión entusiástica de los católicos por el Papa correspondiente es un fenómeno histórico que sólo tiene siglo y medio. Se consolidó con Pío IX (1846-1878). Para unos fue el queridísimo "prisionero del Vaticano" y, para otros -los contrarios-, el gran enemigo del liberalismo. Sus sucesores han disfrutado de muy diversos niveles de popularidad. Pero ninguno ha logrado llamar tanto y tan favorablemente la atención -y de gente tan distinta y también distante- como Francisco. Lo suyo ya no es un fenómeno de católicos entusiastas.



Si uno se pregunta por qué ocurre así, llega a la conclusión de que, sencillamente, inspira confianza como persona, sea o no Papa; la confianza de aquel en quien se ve una actitud netamente positiva ante la vida. Dando un paso más, probablemente hay muchos que esperan una comprensión que echaban de menos. Ahora bien, si es así, estamos ante un fenómeno de opinión. No digo que sólo sea un fenómeno de opinión, sino que, primero de todo, es eso. Luego, vendrán los hechos a colmar o no las esperanzas. Pero, de momento, es el fenómeno lo que se puede constatar y lo que ha provocado una riada de libros a algunos de los cuales querría referirme.



Un primer grupo está formado por los que intentan perfilar la personalidad de Francisco, arrancando de sus orígenes en una familia de emigrantes que dieron con sus huesos en Argentina. Son libros biográficos sobre todo. Y, puestos a elegir uno de los últimos, pondríamos el de Marcelo López Cambronero y Feliciana Merino Escalera, Francisco, el Papa manso (Planeta Testimonio). Es una biografía y -tanto o más- una indagación sobre los momentos más duros de la historia argentina de las últimas décadas; momentos ante los que el jesuita y luego arzobispo Jorge Bergoglio tuvo que tomar postura. No es un libro con grandes novedades; pero ha supuesto una amplia búsqueda de documentación sobre esos momentos críticos y resulta, en conjunto, sumamente esclarecedor y -por qué no- entretenido.



En el libro se habla, claro es, de la elección como obispo de Roma. Pero, en este último aspecto, se centra otro conjunto de volúmenes entre los que me animaría a destacar el del cardenal Carlos Amigo (Un aire nuevo. Francisco, un Papa sorprendente [Planeta] y el de Arturo San Agustín, De Benedicto a Francisco: Una crónica vaticana (Fragmenta Editorial). El libro del cardenal Amigo es la crónica de las semanas que siguieron a la renuncia de Benedicto XVI y de los días anteriores al cónclave (durante el que los cardenales español y argentino comieron juntos y debatieron sobre cómo debía ser y qué debía hacer el futuro Papa). También da cuenta y razón del primer año de Francisco, de su carisma y sus gestos...



El de Arturo San Agustín, por su parte, trata de ver ese proceso biográfico desde el momento actual -la designación pontificia-, en vez de contemplarlo como un proceso histórico de gestación de una personalidad sumamente definida. Arturo San Agustín redacta una crónica del nombramiento y primera singladura romana de Francisco en la que combina muy diversas formas respuestas al nombramiento; respuestas, reacciones, que el propio autor ha observado en un sinfín de anécdotas ciertamente reveladoras. En este caso, la aportación más llamativa estriba precisamente en eso: en la variedad de actitudes. La mayoría de ellas, muy positivas. Pero surgidas de gente muy distinta. Es, por lo demás, un libro de ágil redacción y, por tanto, de lectura fácil y amena.



Más que un tercer grupo de libros, destacaría el logro notable de un tercer libro, que es el de Elisabetta Piqué, Francisco: Vida y revolución. La razón de destacarlo es que consigue reunir los dos aspectos de los grupos de obras a que acabo de referirme. La autora ha sido corresponsal de La Nación, de Buenos Aires, en el Vaticano durante años y, alguna vez, se le ha insinuado que sus comentarios periodísticos podrían costarle la credencial que le permitía entrar físicamente donde surgían las noticias. Combina, pues, el pasado con el presente y el futuro. Reune testimonios "laicos" y testimonios críticos y entusiastas y, en suma, da la impresión de ser él mismo -ese libro- el testimonio de alguien a quien han convencido los hechos, incluidos los que suponen un contraste con las actitudes que ha criticado en otras ocasiones.



Ante tanta reacción positiva, uno tiene que señalar otro tipo de libros que no se han escrito. Así como suena. No se han escrito, pero puede formarlos uno mismo sin más que hacer una buena búsqueda en Internet. Me refiero a lo que están diciendo aquellos que han reaccionado en sentido contrario y critican, para empezar, la desenvoltura con que se expresa el que era arzobispo de Buenos Aires. Me refiero a quienes desconfían de él. Creen que la apertura que manifiesta con palabras puede dar lugar a equívocos doctrinales graves. Sucedió ya hace meses con la exhortación Evangelii gaudium (La alegría del evangelio) y ha ocurrido hace poco con el discurso del cardenal Walter Kasper en respuesta a la petición de Francisco de que se busquen soluciones pastorales para los divorciados. El recelo es un fenómeno psicológico -presumida la buena intención de esos lectores- que no es nuevo. Los que veían a Benedicto XVI y, antes, a Juan Pablo II como sendos reaccionarios desconocen quizá la amplísima literatura de quienes creían tener la prueba de que se trataba del Anticristo. Pues bien, el fenómeno se repite con Francisco, claro es que con matices de muy distinto alcance.



Por eso me animo a subrayar el interés de otro libro -este sí, publicado- que forma por sí solo un "tipo". Me refiero a la edición del conjunto de homilías y discursos que ha pronunciado Francisco en su primer año de pontificado: Una Iglesia de todos (Espasa). Sus aportaciones principales hasta ahora han sido la encíclica Lumen fidei (se supone que a medias con Benedicto XVI) y la exhortación Evangelii gaudium de la que ya hemos hablado. Pero esta colección de textos breves resultará más asequible para muchos lectores. Es una pena que no se haya añadido algo que exige pocas horas de trabajo, un índice analítico que permitiera buscar los asuntos que a uno pueden interesarle en un momento concreto.



De naturaleza distinta es otro grupo de escritos -muy abundantes- que tampoco han dado lugar a libros (que yo conozca) a pesar de constituir un verdadero río de tinta. Me refiero al fuerte rechazo que han provocado entre los partidarios del liberalismo económico los párrafos que Francisco dedica a la economía precisamente en esa exhortación sobre "La alegría del evangelio". En realidad, es justo eso, una exhortación dirigida principalmente a los católicos para que nadie se considere ajeno a la tarea de evangelizar el mundo en que vive. Pero, claro, con alegría y coherencia. Y esto último lleva a Francisco a poner los puntos sobre las íes en cosas de dinero y política internacional (de distribución del dinero principalmente). No desarrolla ninguna teoría. Al revés, remite a lo que han escrito sus antecesores, incluido Benedicto XVI. Pero el dinero sigue compadeciéndose mal con la fe, y la reacción "neo-con" y "neo-liberal" no se ha hecho esperar. Los ataques han sido -y siguen- virulentos.



En plan cervantino, Francisco podría decir "Ladran, luego cabalgamos". En realidad, tengo para mí que ya lo dice.