Nate Silver. Foto: Península.
Una amiga que había sido pionera en el negocio de los juegos de ordenador solía asombrarse de cómo manejaba su empresa sus previsiones de costes e ingresos. "Realizábamos cálculos y análisis exhaustivos y siempre acabábamos con cifras que justificaban que produjésemos los juegos que habíamos querido desde el principio", me explicaba. Esas predicciones rara vez eran exactas, pero mientras que los juegos fuesen razonablemente rentables, decía, conservabas tu empleo y podías hacer nuevos pronósticos infundados para el próximo proyecto.No parece que esa sea la manera de dirigir un negocio, o un país. No obstante, como señala Nate Silver (Nueva York, 1978) en La señal y el ruido, los estudios muestran que las predicciones que presentan los expertos con gran certeza y abundante justificación, cuando se evalúan a posteriori, no tienen ningún poder profético. Son el equivalente de los monos lanzando dardos. El título del libro procede de la ingeniería eléctrica, en la que una señal es algo que transmite información, mientras que el ruido es un añadido indeseado, carente de significado, o aleatorio, a la señal. Los problemas surgen cuando el ruido es tan fuerte o más que la señal. ¿Cómo reconocer qué es qué?
Hoy día, la cantidad de datos de que disponemos para hacer predicciones ha aumentado de forma casi inimaginable: representan, nos dice Silver, 2,5 trillones de bits diarios, una cantidad de ceros y unos suficiente para llenar mil millones de libros de 10 millones de páginas cada uno. Nuestra capacidad de discernir la señal del ruido no ha avanzado tan deprisa. En consecuencia, tenemos grandes cantidades de datos pero nos falta la capacidad para extraer la verdad de ellos y construir modelos que predigan el futuro que esos datos presagian.
A sus 34 años, Silver es un experto en identificar señales en el ruido. Aunque es humilde en cuanto a sus logros, alcanzó notoriedad con la creación de un programa informático brillante e innovador para predecir el comportamiento de los jugadores de béisbol, y más tarde de un sistema para pronosticar el resultado de las contiendas políticas. Su trabajo en ese terreno tuvo tanto éxito en las elecciones presidenciales de 2008 que le atrajo la atención de los medios de comunicación y le proporcionó un espacio en The New York Times para su blog, FiveThirtyEight.com, a pesar de que algunos habían criticado sus métodos durante ese ciclo electoral.
Su tino no pasó inadvertido para las editoriales, que, como explica el propio Silver, acudieron a él "para sacar partido del éxito de libros como Moneyball y Freakonomics". Los editores tienen fama de declarar públicamente que el libro A no venderá más de un millar de copias, mientras que el libro B venderá un millón, y que a continuación se demuestre que tenían razón en todo excepto en cuál era A y cuál B. En este caso, a juzgar por las primeras ventas, predijeron correctamente el potencial de Silver.
Todo el libro está saludablemente sazonado con respuestas a su subtítulo, Por qué tantas predicciones fallan, pero otras no: construimos modelos mucho más sensibles a nuestras suposiciones iniciales de lo que nos damos cuenta; centramos nuestra atención en lo más fácil de medir antes que en lo importante; elaboramos modelos que se apoyan demasiado en la estadística; y permitimos que sesgos basados en las expectativas o los intereses afecten a nuestros análisis. En lo que respecta a por qué algunos modelos aciertan, Silver solo da algunas indicaciones. Sobre todo, hace hincapié en un enfoque estadístico que toma su nombre del matemático Thomas Bayes, autor de una teoría sobre cómo rectificar un grado de fe subjetiva cuando aparecen nuevas pruebas.
Silver ilustra lo que según él se debe y no se debe hacer a lo largo de una serie de interesantes disertaciones que examinan cómo se hacen las predicciones en campos que incluyen el ajedrez, el béisbol, los pronósticos del tiempo, los análisis de terremotos y la política. Un capítulo acerca del calentamiento de la Tierra constituye uno de los análisis más objetivos y honestos que conozco. (Silver llega a la conclusión de que la existencia del efecto invernadero es casi segura, y que las emisiones de dióxido de carbono causadas por los seres humanos lo agravarán).
El problema del libro se presenta ya en la introducción, donde descubro a mi innato cerebro bayesiano preguntándose hacia dónde se dirige. El mismo interrogante me venía a la mente en los ensayos siguientes: me preguntaba cómo se relacionaba lo que estaba leyendo con la tesis más amplia. A veces Nate Silver trata en profundidad un tema menor, o pasa superficialmente por un asunto importante. En consecuencia, me encontré a mí mismo perdiendo la señal a causa del ruido. Por fortuna, el lector no tendrá que demostrar si la ha captado correctamente, e incluso el ruido proporciona una buena lectura.