Francesc de Carreras

Ariel. Barcelona, 2014. 296 pp., 16'90 e. Ebook: 9'99 e.

La transformación del nacionalismo catalán en los últimos años ha llenado de asombro a muchos españoles de buena voluntad. ¿No era Convergència i Unió la encarnación misma del seny catalán? ¿No había logrado llevar a Cataluña a un elevado grado de autogobierno sin poner nunca en cuestión la unidad de España? ¿No había representado a menudo el apoyo exterior necesario a gobiernos españoles sin mayoría parlamentaria? Partiendo de estas premisas resulta difícil entender el camino emprendido por el gobierno de Artur Mas, empeñado en el objetivo imposible de lograr la secesión de Cataluña al margen de nuestro ordenamiento jurídico, compitiendo en radicalismo con Esquerra Republicana y con el apoyo de buena parte de la sociedad catalana.



La respuesta a este enigma que ofrece Francesc de Carreras en su libro Paciencia e independencia queda resumida en su propio título: Jordi Pujol y los suyos han sido siempre independentistas, pero como hábiles políticos han sabido ser pacientes. El primer paso era el control de las instituciones autónomas, para desde ellas desarrollar una política educativa y cultural, basada tanto en el sector público como en las subvenciones al sector privado, encaminada a convencer a los catalanes de que son diferentes y por supuesto mejores que el resto de los españoles, con los que llevaban desafortunadamente conviviendo desde hace 500 años (más, en el caso de las tierras de la Corona de Aragón).



La sorprendente decisión del Partit del Socialistes de Catalunya de promover, junto a la abiertamente independentista Esquerra Republicana de Catalunya, una reforma del estatuto de autonomía que no cabía en el marco constitucional, hizo temer a Convergència i Unió la pérdida de su liderazgo nacionalista y la recesión económica que ha padecido España ha facilitado la atribución demagógica de los males de Cataluña a su falta de independencia: España nos roba.



Esa es la historia que Francesc de Carreras (Barcelona 1943), catedrático de Derecho Constitucional, antiguo militante del Partit Socialista Unificat de Catalunya, que abandonó cuando éste acentuó su nacionalismo, impulsor primero del Foro Babel, en defensa del bilingüismo, y más recientemente del partido Ciutadans, expone en Paciencia e independencia. La agenda oculta del nacionalismo. Se trata de una recopilación de artículos que su autor ha publicado durante los últimos veinte años en El País y La Vanguardia, un origen que tiene sus inconvenientes, ya que impide que los temas sean tratados sistemáticamente y a fondo e impone inevitables repeticiones, pero tiene la ventaja de que expone la historia reciente de Cataluña no desde la perspectiva de hoy, sino de la que en cada momento tenía Carreras, que no era un profeta, pero sí un observador perspicaz.



Dada la superficialidad del debate político español, de la que la última campaña electoral ha dado un bochornoso ejemplo, no se suele dar importancia a los fundamentos filosóficos de las diferentes posiciones políticas. Sin embargo, lo que hoy ocurre en Cataluña es perfectamente coherente con la filosofía del nacionalismo esencialista. Como recuerda Carreras, Pujol expuso con claridad tales tesis esencialistas en un folleto, La immigració: problema i esperança de Catalunya, de fecha tan temprana como el año 1976: "Los hombres de un mismo pueblo ven las cosas de la misma manera, y es eso lo que les une. (...) Son las actitudes espirituales, mentales y psicológicas las que determinan un pueblo. (...) Son las estructuras básicas de un hombre las que constituyen su íntima estructura espiritual". Entendemos pues que cada cierto número de kilómetros hay una barrera espiritual invisible, que crea comunidades homogéneas y diferenciadas, con la consecuencia de que el mundo no se ve igual desde Huesca que desde Lérida. Y ay de quien no se sienta miembro de un pueblo homogéneo: "Sin ello, el hombre carece de consistencia, es indeterminado, es espiritualmente blando." Como les pasa a los andaluces: "El hombre andaluz no es un hecho coherente, es un hombre anárquico (...) destruido".



Desde tal perspectiva, Francesc de Carreras da pena. Véase su propia confesión: "Hace ya bastantes años, cuando me preguntan ¿de dónde eres?, siempre respondo: nací en Barcelona. Es el único dato que puedo certificar con brevedad y exactitud acerca de la difícil cuestión que me plantean." La cuestión es difícil porque en la sociedad actual, a diferencia de lo que era habitual en tiempos pasados, tenemos libertad para construir nuestra propia identidad cultural, a partir de las gentes que frecuentamos, las lecturas que hacemos o los lugares en que sucesivamente residimos. Es esa libertad la que resulta inaceptable para el esencialismo nacionalista.