Jeremy Rifkin. Foto: Javier Barbancho

Traducción de Genís Sánchez. Paidós. Barcelona, 2014. 464 pp., 28 e. Ebook: 14'14 e.

En el año 2004 Jeremy Rifkin (Denver, 1945) publicó El sueño europeo, un texto que, en línea con su libro de 1995 El fin del trabajo, afirmaba que la sociedad estaba cambiando sus relaciones estructurales. En su visión, un mundo que cada vez necesitaba menos trabajadores estaba destinado a un proceso de profundas transformaciones. La aparición en 2011 de La Tercera Revolución Industrial consagró a este economista de visión sociológica como uno de los grandes intérpretes del cambio social y económico a nivel mundial. Su capacidad de análisis de la crisis económica, del cambio climático, de la seguridad de las fuentes de energía y, en definitiva, del poder le convierten en un pensador reclamado por doquier. El Parlamento Europeo, las organizaciones internacionales y las grandes empresas han sido escenario de sus intervenciones. En España, José Luis Rodríguez Zapatero solicitó, al igual que otros mandatarios europeos, sus consejos y advertencias. Con un "gurú" reclamado desde Francia hasta China, la reciente salida a librerías de La sociedad de coste marginal cero ha despertado un inusitado interés internacional.



En el umbral de estas páginas el lector queda advertido de la penosa situación económica que atravesamos. Tras la Gran Recesión, el PIB mundial ha ido creciendo a un ritmo cada vez menor. Una energía cara, una demografía complicada, un empleo escaso y una deuda privada y pública por las nubes no hacen sino retraer el gasto. Como han puesto de manifiesto los numerosos debates entre economistas, empresarios y funcionarios, el estancamiento económico obedece a múltiples razones que desde luego Rifkin ni ignora ni elude. El interés de su postura radica en advertir que todo ello no es sino "un indicador de la gran transformación que se está produciendo a medida que la economía pasa de valor del intercambio en el mercado al valor de compartición en el procomún colaborativo". El análisis de dicha transformación y sus consecuencias es, en realidad, el objetivo al que pretende llegar La sociedad de coste marginal cero.



La Segunda Revolución Industrial llega en la década de 1890, cuando la Primera estaba en pleno apogeo. Durante décadas convivieron, mientras algunas empresas se extinguían y otras florecían. La aparición y consolidación de las nuevas tecnologías a finales del siglo XX y comienzos del XXI ha dado lugar a la Tercera Revolución Industrial, una transformación radical del capitalismo y de lo que pudiera quedar del socialismo. Una plataforma tecnológica nueva y potente cuyos efectos afectan a beneficios empresariales que se evaporan, derechos de propiedad que disminuyen y que en buena medida hace que la economía basada en la escasez vaya dejando paso a la economía de la abundancia. El epicentro de dicha plataforma tecnológica radica en el cruce del Internet de las comunicaciones, del Internet de la energía y del Internet de la logística. De ahí emerge una infraestructura inteligente propia del siglo XXI llamada el Internet de las cosas o IdC.



La importancia del Internet de las cosas ya está aquí, como muy bien pudimos ver en el reportaje de Daniel Arjona Futuro contra futuro aparecido en El Cultural del pasado 26 de septiembre. El IdC incorpora la oferta de nuevos servicios y modelos de negocio y conduce hacia una economía híbrida entre el procomún colaborativo y el mercado capitalista convencional. La capacidad de Internet para comunicar cosas y personas en una red conectada a nivel mundial se vería implementada por el creciente uso de sensores que producirían una ingente cantidad de información aprovechable de mil modos y maneras. Esta gran masa de datos tendría utilidad tanto en los nuevos sistemas de producción como en una mejor administración de los ecosistemas del planeta.



Esta conexión de las cosas con las personas en una red mundial conduce para Rifkin a una era de bienes y servicios casi gratuitos producidos a un coste marginal prácticamente de cero. Al mismo tiempo el auge del procomún colaborativo llevaría a la contracción del capitalismo y, en consecuencia, a la transición de una economía capitalista a una "Edad Colaborativa" propia de una economía global más justa, más humanizada y más sostenible.



Las sugerentes dimensiones de la obra de Rifkin ofrecen muchos flancos atacables. En el texto de Arjona encontramos la crítica de Jaron Lanier en su reciente libro. Evgeny Morozov no ahorra dardos y el libro de Byung-Chul Han, Psicopolítica (Herder, 2014), critica de manera frontal las tesis de nuestro autor.