Vicente Verdú
Con una veintena de libros y cientos de artículos a sus espaldas vuelve Vicente Verdú (1942) a envolver al lector en la magia de su prosa más poética. Tras El capitalismo funeral de hace dos años, una visión panorámica de la crisis sistémica que atraviesan las democracias occidentales, gira a lo que para muchos es su mejor registro: el análisis y la interpretación del mundo de la vida cotidiana.En esta entrega, cargada con su mejor escritura, pasa revista a todo aquello que integra una vivienda. La casa y los elementos que la componen son el sujeto de Enseres domésticos. El texto se presenta estructurado en diez capítulos que agrupan cincuenta y cinco apartados que van girando alrededor de lo que constituye el recinto en el que discurre la vida familiar o solitaria de casi todos nosotros.
El desdoblamiento de la domesticidad es la primera tarea de Verdú. De ahí que comience este volumen por la vivencia del vecino que comparte el rellano. Vecinos que huelen y que tocan el timbre. Establecido el perímetro de la "casamata", que protege de todo tipo de inclemencias, comienza la disección de todo aquello que alberga. El "lecho conyugal" como "instrumento convivencial" es aquí más condena que alegría. Un espacio en el que el amante no entra pero sobre el que planea su sombra, sombra que con frecuencia no debe ser vista más que como acomodo facilitador de la vida matrimonial.
Tras la cama, el espejo de Verdú se pasea por las sábanas, el pijama, el bolso de las mujeres, las corbatas, el teléfono, las sillas o el sofá. A mitad de texto, el capítulo dedicado al acto de comer despliega con un exceso de brillo los elementos que desde el mantel hasta el pan tostado articulan una comida de diario. La acción de asearse traslada al cuarto de baño y a todo aquello que completa su función de limpieza e intimidad. Del espejo al cepillo de dientes pasando por el peine.
Enseres domésticos es un trayecto en el que Verdú no es tan autobiográfico como en Dejar de fumar. Su recorrido por los objetos cotidianos de una vivienda gotea su propia vida y, en ese sentido, marca gestos de su percepción del género femenino, de la soledad o de la memoria de lo vivido que, en un escritor de su calidad y viajada vida, ofrece un especial interés. Sí, hace guiños, como presentar uno de sus cuadros en la portada del volumen, pero el lector de su larga obra echa de menos profundizar un poco más, llegar hasta el hueso, si fuera posible. En este sentido, la Autobiography (1980) de Sol LeWitt en la que muestra su casa de Nueva York objeto a objeto es una referencia a considerar. Su esfuerzo por registrar fotográficamente su lugar de vida y trabajo entra igualmente en la tarea de pensar la propia vida.
Bienvenido este esfuerzo autorreflexivo que analiza y aclara el significado de muchos de los objetos y espacios que pueblan nuestra vida cotidiana.