La clase media en riesgo se ha manifestado numerosas veces durante los últimos años. Foto: Antonio Heredia
Ya en la introducción Esteban Hernández (Madrid, 1965), periodista en diversos medios, fija su estatus social. Pertenece a la clase media, "como casi todos los europeos". Manejando datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de julio de 2014, señala que el 72% de los españoles se sitúa en una escala de pobre a rico en la zona intermedia.Pese a que la gran mayoría de la población se ubique en la clase media, ésta es una noción, como se señala aquí, trufada de ambigüedad. Por un lado, entiende las clases sociales como realidades sociológicas y, por otro, las representa de un modo muy tosco, espacialmente. El locus de la clase media sería el de aquellos que no tienen mucho poder, riqueza, fama o prestigio. Sin embargo, las clases medias han sido señaladas desde Aristóteles como las más virtuosas e idóneas para gobernar los asuntos de la polis.
En las democracias occidentales se ha subrayado la importancia de los valores de la clase media frente al poder o las propiedades de la clase alta. La preocupación por el desarrollo del individuo, la capacidad de diferir las gratificaciones y la búsqueda del éxito profesional han sido características atribuidas a su cultura de clase. Tal como señala con acierto Esteban Hernández, "más allá de un nivel económico determinado, lo que hasta ahora la ha caracterizado es su mentalidad. Los padres de clase media educaban a sus hijos para que no cruzasen la calle si el semáforo estaba en rojo".
Así estaban las cosas, un centro sociológico espeso, amplio y moral, hasta la llegada de la crisis y del cambio de época. La tendencia a la desigualdad se acentúa: más ricos, menos clase media y más pobres. En su muy citado El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014), Thomas Piketty vincula la expansión de la clase media a la movilidad social y a la innovación requeridas para reconstruir la Europa devastada por las dos guerras mundiales. Antes de la I Guerra Mundial el 10% de la población europea se quedaba con el 90% de la riqueza generada.
Apoyado, por un lado, en sus múltiples contactos y entrevistas y, por otro, en una abundante bibliografía de carácter sociológico, económico y musical, Esteban Hernández va desplegando un fondo, a modo de croma, sobre el que dibuja su visión de una clase media que se diluye en un proceso de cambio y acoso. Ni ricos ni izquierda entienden la importancia de ese zócalo social capaz de sostener las mejores décadas del Estado de Bienestar.
El recorrido histórico y teórico que va fijando el contenido de estas páginas está muy bien trabado. Desde Karl Marx, el héroe copernicano de las teorías de la estratificación, pasamos a Max Weber, la otra gran figura intelectual. Dos modelos de estratificación social sobre los que Parsons pondrá la impronta del funcionalismo. F. W. Taylor y H. Ford como fuentes de lo que después se ha denominado taylorismo y fordismo, vectores inicialmente destinados a racionalizar la producción industrial, completan una rica visión histórica de la evolución del papel social del trabajo. Por el rico mosaico que presenta Hernández desfilan también el mundillo musical y el psicoanalítico. Charlie Parker y lo hipster, Elvis Presley y el rock and roll, los Sex Pistols y el punk van urbanizando junto con Freud, Lacan o Foucault un territorio cuya frontera actual deja al lector con una intensa preocupación.
Las cosas se ponen mal, y la resignación se transforma en indignación. En este contexto nacen tanto el 15-M, Podemos o el Partido X como los brujos del big data, los analistas cuantitativos o los matemáticos sin alma del sistema financiero. La percepción pesimista de estas páginas coincide, en buena medida, con la denunciada por Piketty. El 70% de la riqueza en Estados Unidos va al 10% de la población y los millonarios aumentan cada año un 8% su fortuna mientras la riqueza media sólo crece el 1%.