Arco/Libros. Madrid, 2014. 620 páginas, 25€

Este es un diccionario diferente, general y especializado, que recoge el léxico de la droga común a la medicina y la química y también el que utilizan quienes recurren a sustancias capaces de modificar la conciencia y el ánimo. El aséptico lenguaje de la toxicología constituye una jerga científica más, pero el hecho de que la droga forme parte de nuestra realidad cultural, como valor simbólico que identifica y relaciona en una sociedad que reprime su consumo, ha desarrollado un léxico marginal voluntariamente críptico, limitado en principio a los iniciados, que se renueva constantemente desde la expresividad.



Lo más interesante de este léxico es que lleva años entrando de rondón en el lenguaje coloquial de todos. Admiran de él su vitalidad, la riqueza de sinónimos, la creatividad, los deslizamientos semánticos, las metáforas, los préstamos más o menos crudos (como flash, doping o dopin, y de ahí dopar, dopaje, dopante, dopado, etc.), los calcos semánticos del inglés (ácido, dinamita, éxtasis, dosis, euforia, etc.), la fuerza derivativa de bases como flip (fliparse, fliparlo, flipar, flipado, flipante, flipota, flipe), trip (tripi, tripar, tripear), espid (espídbol, espilbol, espídicamente, espídico), freak (freakear, freakado o fricado, freaky, friki o friqui), lo familiares que resultan pelotazo, postureo o subidón; alucinar, alucinante, alucine; bajada, bajarse, bajo, bajón, bajonazo; pasarse, pasón, pase, pasote; raya, rayar, rayarse, rayita, rayón, rayote, etc.), y lo versátil de unos términos generales que sostienen un lenguaje elusivo (llevar, pillar, tener, hacer, meterse, ponerse...).



Su experiencia lexicográfica, en parte sobre lenguajes marginales, (diccionarios de anglicismos, argot militar, gay-lésbico, sexo y erotismo) y sus estudios sobre el lenguaje de los jóvenes capacitaban especialmente a Félix Rodríguez González, catedrático de Filología Inglesa y romanista, para abordar este trabajo con rigor, sin prejuicios y sin concesiones a la frivolidad. El corpus se basa en una bibliografía exhaustiva y en encuestas directas que aseguran el uso de unos términos, y unas expresiones, cuya definición se ilustra a veces con la pronunciación (en los préstamos del inglés), la etimología, orientaciones de estilo y citas de textos. La investigación abarca el español de España, aunque incorpora también referencias al español de América y a otras lenguas, sobre todo al inglés, la lengua franca de la distribución de droga.



El resultado no es solo un diccionario. Las veinte páginas que siguen a la Introducción, dedicadas a contextualizar la información lexicográfica, proporcionan un estudio sintético y claro sobre El lenguaje de la droga en España que solo un especialista como Rodríguez González podía escribir. Comienza con una Breve historia del consumo de drogas en España, donde revisa las grandes etapas marcadas por distintos movimientos culturales, para pasar después a la parte propiamente lingüística, centrada en los procedimientos de creación léxica en el mundo de la droga, los préstamos y la evidente relación entre este léxico y el lenguaje coloquial español.



Llama la atención que el español incorpore muchas de las palabras que pasan desde este léxico marginal con connotaciones más positivas que el inglés o el francés. Por ejemplo, el inglés flip out o flip pasa simplemente de significar ‘perder el controlpor los efectos de la droga' a ‘perder el control'; en francés, flipper ‘delirar' pasa a significar ‘sentirse decepcionado'; flippé ‘un poco loco', ‘deprimido, decepcionado' y flippant ‘desmoralizador, que causa pavor', mientras que en español fliparse / flipar pasa de significar ‘drogarse' a ‘gustar mucho, entusiasmar', ‘divertir', y de ahí flipante y flipe, también lúdicos y positivos. Algo similar ocurre con otras voces, como las de la familia de alucinar.



Félix Rodríguez aclara que este comportamiento del español europeo responde a que ese trasvase léxico, marcado con una potente carga de humor, se produjo en torno a un movimiento juvenil y contracultural, "el rollo", que se vio con simpatía en una época determinada, razón por la que aquella sociedad tolerante y permisiva con las drogas blandas revistió de valor simbólico su argot.



Este Diccionario de la droga enriquece claramente la lexicografía del español. No cabe duda de que interesará en toxicología, psicología, sociología, criminología, antropología cultural, pero con el tiempo será una herramienta de consulta imprescindible para lingüistas, escritores, traductores y periodistas.