Neil Turok. Foto: Perimeter Institute

Traductor: Joan Domènec Ros. Plataforma. Barcelona, 2015. 329 páginas, 20 €

"En el universo de hoy en día, la energía del vacío supone el 7% de la energía total. La materia oscura supone el 22% y la materia ordinaria, como los átomos y moléculas, el 5%; la radiación es una pequeña fracción de un 1 por ciento", dice Neil Turok. Esto es lo que conocemos del cosmos, o, mejor dicho, lo que sabemos que desconocemos: el 95% compuesto por esas misteriosas entidades, la energía del vacío y la materia oscura. Explicar cómo se llegó a ese dato y el reto que arroja es el objetivo del ensayo del director del Instituto Perimeter de Física Teórica de Canadá, uno de los más reputados cosmólogos de nuestro tiempo.



La obra repasa los avances en física de los últimos tres siglos. Consciente de la dificultad de los temas tratados, el autor se afana por allanar el camino con ejemplos y metáforas que iluminan complejidades totalmente contraintuitivas. Además, intercala anécdotas de su niñez en Tanzania y recuerdos de su formación a la vera de Stephen Hawking, así como de su fascinación infantil con la Biblia; un flechazo que explica su inclinación por las Grandes Preguntas de la cosmología y por la visión de la humanidad como la especie destinada a ser la autoconciencia del proceso evolutivo, pergeñada por el jesuita Teilhard de Chardin.



¿Lo más interesante? Su defensa del aporte científico a la formación del mundo moderno; su descripción de la perplejidad reinante en la Conferencia Solvay de 1927, cuando Einstein y otros se devanaron los sesos por encajar el azaroso mundo cuántico en los parámetros mentales de la época; o la ecuación de una sola línea que compendia las leyes de la física. Y, por supuesto, el resumen de las últimas teorías acerca del origen y fin del universo -entre ellas el modelo cíclico del propio autor-, al cabo del cual el lector se pregunta si la cosmología no ha devenido una rama de la ciencia ficción practicada por Olaf Stapledon y sus hacedores de estrellas, antes de concluir que, en todo caso, sus iniciados se divierten a lo grande ensayando hipótesis fantásticas que, como Turok admite, no han hecho sino complicar el panorama a niveles de vértigo. Al final, el autor asume el rol de heraldo del inminente salto tecnológico que la mecánica cuántica hará posible, a medida que sus hallazgos se traduzcan en grandiosas aplicaciones prácticas, informáticas en primer lugar. Y aunque hay algo de candidez en su fe en la ciencia, su vivificante retórica del descubrimiento logra transmitir entusiasmo en el maravilloso nuevo mundo que la física está inaugurando.



Así, El Universo está dentro de nosotros es un libro muy útil para conocer de dónde vienen y adónde van las tendencias de la física, y que insiste mucho en la importancia de la educación. El autor evoca la maestra que alimentó en él una curiosidad insaciable, y defiende su iniciativa AIMS, la red africana que forma matemáticos en un continente que los necesita desesperadamente. Y rinde homenaje a la divulgación con la historia del encuadernador Michael Faraday que, a los 20 años, tras asistir a las conferencias de un químico, sintió un ansia de saber que le convertiría en la eminencia del electromagnetismo. No faltan a esta obra méritos para despertar nuevas vocaciones.