Felipe IV, pintado por Velázquez

Traducción de Carme Castells. Crítica, 2015. 464 páginas, 26'90€. Ebook: 12'90€

En 1621, con sólo 16 años, Felipe IV accedió al trono. Durante su largo reinado de 44 años, la monarquía española vivió sus momentos de máximo apogeo, sufrió graves crisis internas que la colocaron al borde de la desintegración, aunque logró superarlas, intervino en todos los grandes conflictos internacionales y, al final, hubo de entregar el cetro de la hegemonía continental al joven Luis XIV. Por si fuese poco, sus reinos españoles e italianos experimentaron un largo periodo de depresión demográfica y económica que, paradójicamente, coincidió con la etapa suprema de la cultura española, el Siglo de Oro. Potentes luces y negras sombras jalonaron el reinado, uno de los periodos más atractivos de nuestra historia.



¿Conocemos bien al soberano? Alain Hugon responde negativamente, como también lo hace el maestro de hispanistas Joseph Pérez en las breves pero jugosas páginas del prólogo. Constatan ambos que la imagen de Felipe IV está atrapada por viejos estereotipos: rey abúlico e incapaz, dominado por la sensualidad y una religiosidad pacata, delegó siempre que pudo sus responsabilidades de gobierno. Su figura se difumina frente a los vigorosos perfiles del ministro Olivares y también empalidece al lado de los grandes artistas del momento. Sin embargo, el Conde Duque sólo protagonizó la mitad del reinado y los genios creadores no se entienden si los descontextualizamos. Hugon escribe con el declarado propósito de desmantelar o al menos matizar esta deformada imagen. Su intención no es tanto biografiar a Felipe IV, cuanto escribir una biografía del reinado. Es decir, colocarlo en el fresco de la España de su tiempo; de ahí que el texto entrevere la peripecia vital del rey con consideraciones acerca del sistema de gobierno, la diplomacia, la guerra, la sociedad, la economía, la religiosidad, la cultura y las costumbres de la época.



El subtítulo del libro, El siglo de Velázquez, revela otro elemento de la estrategia narrativa. Hugon, que reconoce en el pintor sevillano el símbolo más luminoso de la España de Felipe IV, se ha servido de algunos de sus cuadros para ir desgranando los capítulos. Las Meninas le da pie para referirse a la familia real y el complejo mundo cortesano; con la Venus del Espejo nos introduce en la vida privada del rey, las diversiones y los usos sociales; la Rendición de Breda enmarca la omnipresencia de la guerra. En verdad Hugon convierte a Velázquez en el segundo protagonista de su libro y sondea ese asunto tan atractivo como difícil de determinar que es el alcance de la relación entre el artista y su patrón. ¿Puede hablarse de amistad entre ellos más allá de compartir aficiones artísticas? Si la verdadera personalidad de Felipe IV se nos escapa a pesar de que siempre vivió bajo el escrutinio público, más complicado es conocer a la persona del pintor sevillano.



El libro cumple la función de dar una visión más exacta de Felipe IV a los lectores franceses. Por eso las continuas comparaciones con la Francia del Grand Siècle, las referencias a los autores galos que dejaron su impresión sobre España y su rey, y una bibliografía que olvida libros importantes no escritos por franceses. La cuestión que hemos de plantearnos es si un ensayo como éste tiene interés para el público español. Y parece que sí, porque los tópicos negativos en torno a Felipe IV, lamentablemente, también perviven en nuestra opinión pública. Aunque esta obra no cubre por completo una carencia clamorosa: la redacción de una buena biografía científica sobre quien fue llamado por sus contemporáneos el Rey Planeta.