Marine Le Pen y Pablo Iglesias. Fotos: François Nascimbeni y Jordi Soteras

Populismos. Una defensa de lo indefendible. Traducción de José Adrián. Ariel, 2015. 185 páginas, 16'90€ Ebook: 9'99€ / Asaltar los cielos. Debate. Barcelona, 2015. 218 páginas, 15'9

La demagogia, se ha dicho, consiste en decir cosas que se sabe son falsas a gentes que se cree son idiotas, una definición humorística pero acertada. El político que nunca haya caído en ello puede tirar la primera piedra, aunque es obvio que algunos son más demagogos que otros. Pero ¿qué es el populismo? En la actualidad el término se utiliza casi siempre en sentido negativo, pero sería excesivo identificarlo simplemente con la demagogia, porque alude a ciertos rasgos que si bien no definen una corriente política claramente diferenciable, están presentes en ciertos partidos supuestamente al alza en el mundo de hoy. Dos libros muy distintos de reciente publicación, Populismos. Una defensa de lo indefendible de la francesa Chantal Delsol, y Asaltar los cielos, del español José Ignacio Torreblanca, permiten un acercamiento al tema.



Delsol es una conocida intelectual de derechas, que se define a sí misma como liberal conservadora. En su último libro asume la defensa de lo que en su subtítulo español se define como "lo indefendible", es decir, las corrientes políticas que en los últimos años han combatido el consenso democrático dominante en Europa, representadas por Jean-Marie y Marine Le Pen en Francia, Jörg Haider en Austria, Cristoph Blocher en Suiza o los hermanos Kaczynski en Polonia. Según Delsol, quienes utilizan el término populismo para descalificar a estos políticos desprecian en realidad al pueblo y a la democracia, porque no aceptan que la clase popular rechace los ideales ilustrados de la élite, entiéndase el individualismo y el universalismo. Con semejante artificio retórico Delsol convierte a los votantes de Le Pen o de Haider en "el pueblo", mientras que todos los demás partidos se convierten en "la élite". ¿Le suena ello familiar al lector español? Pues bien, no: según Delsol "no hay populismo en Gran Bretaña o en España", porque en tales lugares "privilegiados" se mantiene "el arraigo", léase las sanas costumbres tradicionales. ¿No sabe que España ha sido pionera en la legalización del para ella abominable matrimonio homosexual?



En realidad poco parece haber en común entre el "populismo" de derechas de Le Pen o Haider y el "populismo" de izquierda de Chaves, Morales o… ¿Pablo Iglesias? La crítica del estatismo y la defensa de la moral tradicional que entusiasman a Chantal Delsol están en los antípodas de los principios que defiende Podemos, esa fuerza emergente de la política española que tanto interés ha suscitado en los últimos meses. José Ignacio Torreblanca, politólogo y columnista, ofrece en Asaltar los cielos un análisis documentado y equilibrado del ascenso de Podemos a partir de las experiencias formativas de sus líderes en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, del programa La Tuerca en Tele K. y más tarde en los debates televisivos de la Sexta y Cuatro que dieron a Iglesias una proyección nacional.



Torreblanca analiza la influencia en Podemos del carismático líder venezolano Hugo Chávez, fuente de inspiración básica para Iglesias, Monedero y Errejón, y plantea la cuestión de si debe definirse a Podemos como populista. Desafortunadamente la ciencia política no es una ciencia exacta, casi ni aproximada, por lo que hay diversidad de opiniones, pero Torreblanca cita una que me parece brillante: el populismo consiste en "la adopción de una retórica política agresiva basada en la defensa de los intereses de la gente sencilla contra la élite privilegiada". La agresividad es un lamentable rasgo común a retóricas políticas de distintos colores, pero resulta consustancial con los populismos, ya que estos se basan en la suposición de que los demás partidos son contrarios a los intereses del pueblo… aunque la necesidad de pactos poselectorales puede luego suavizar aristas, como se ha visto en España.



Pero lo fundamental es que la contraposición no se establece ya entre la derecha y la izquierda o entre la burguesía y el proletariado, sino entre la casta y la gente común, con lo cual el populista se presenta como expresión de la gran mayoría (aunque algunos electores despistados sigan votando a la casta). Pablo Iglesias y Marine Le Pen divergen en casi todo, pero no en eso.