Velada en casa de Madame Geoffrin, atribuido a G. Memmonier

Traducción de Pepa Linares. Alianza. Madrid, 2015. 544 páginas, 32€ Ebook: 18'90€

Anthony Pagden (1945), actualmente profesor en la Universidad de California (Los Ángeles) es un prestigioso historiador anglosajón con una larga biografía académica a sus espaldas, en la que ha pasado por algunas de las más importantes universidades británicas y norteamericanas, y ha publicado una amplia serie de libros cuyo eje principal es la historia de las ideas. El que ahora reseñamos es la traducción de su última obra dedicada a la Ilustración, que ha constituido uno de los objetos permanentes de su atención. Se trata de un libro de historia, pero es también un estudio combativo, con la mirada puesta en la actualidad, y en el que Pagden reivindica la herencia ilustrada como la mejor base ideológica de nuestro mundo y el origen principal de las ideas que han posibilitado la convivencia, la democracia, la igualdad y el respeto a los derechos humanos.



Aunque el autor reconoce la existencia de ilustrados cristianos y católicos, señala que el aspecto más significativo de la Ilustración fue el fundar una ciencia absolutamente laica de la humanidad. El instrumento para ello fue exclusivamente la razón, la tiranía de la razón, que excluía cualquier otra fuente de autoridad e implicaba la crítica universal, de la que nada podía quedar al margen. Ello no significa que se prescindiera del sentimiento, pues Pagden reivindica uno tan importante como la simpatía -o empatía- como incitación al conocimiento. Razón y empatía llevarían a la defensa de la unidad esencial de los seres humanos, más allá de la diversidad de razas, religiones y otros aspectos, de la que surgirían numerosas actitudes que han llegado hasta nosotros. No solo el cosmopolitismo, también el laicismo, la secularización, la exigencia de los derechos humanos, el liberalismo, la tolerancia e incluso la defensa de la economía de mercado. Sin la Ilustración, afirma, el mundo globalizado que hoy habitamos no hubiera existido jamás. Otro de sus planteamientos es el de la unidad esencial de la Ilustración, por lo que señala la necesidad de no caer en la trampa habitual de distinguir en su seno un movimiento radical de otro más moderado, o de analizar las diversas realidades nacionales.



En su opinión, tal forma de enfocarlo fragmenta un cuerpo de ideas que, pese a su eclecticismo, fue absolutamente coherente en lo relacionado con sus objetivos finales, lo mismo que la visión nacional, que desfigura un proyecto intelectual cuya naturaleza era transnacional y transcultural. Es cierto que su realización no fue la misma en todos los países, pero alcanzó a toda Europa, e incluso a los territorios americanos, por lo que fue un proyecto occidental. Particular interés tienen en este sentido sus argumentos en contra de la frecuente exclusión del sur de Europa, y en especial de España, que aún defienden otros autores. "El hecho de ser español, y a mayor abundancia benedictino -escribe- no impidió que Benito Jerónimo Feijoo, por ejemplo, sostuviera sobre la condición de las mujeres en su Teatro crítico universal -una obra admirablemente "ilustrada" en casi todos los aspectos- opiniones bastante más "ilustradas" que las expresadas por Denis Diderot en Sur les femmes".



El libro se cierra con un capítulo sobre los enemigos de la Ilustración, desde entonces hasta ahora, entre los que destaca a románticos, nacionalistas, marxistas o comunitaristas, así como el auge de la religión irracional. Frente a todos ellos, exalta la Ilustración como el gran intento de crear un mundo de valores morales, sociales y políticos. Tal vez, no obstante, el mayor defecto de una obra de gran valor es el haber reducido la Ilustración a una historia de las ideas, cuando fue bastante más, una forma de percibir la existencia o una actitud vital, que orientó numerosas iniciativas y realizaciones en los ámbitos de la política, la economía, la legislación, y otra serie de ellos; en definitiva -y en esto estoy de acuerdo con el autor- un movimiento sin el cual buena parte de lo mejor de nuestro mundo nunca habría existido.