Francisco Franco. Foto: Archivo
No hace falta ser historiador o aficionado a la historia para conocer la figura de Ángel Viñas (Madrid, 1941). Meticuloso investigador, profesor prestigioso y polemista vehemente, Viñas ha publicado títulos fundamentales para conocer nuestra historia reciente. Baste recordar, entre otras muchas, su monumental tetralogía sobre la República y la guerra civil (2006-2009). En todas sus obras la metodología de Viñas ha operado sobre las mismas bases: un análisis minucioso de los problemas, una exposición prolija, el manejo desenvuelto de una bibliografía exhaustiva y, como virtud cimera, el uso de un impresionante acopio documental, fuentes primarias en su mayor parte, extraídas de los más variados archivos nacionales y extranjeros.Todas esas características vuelven a ponerse de relieve en su obra más reciente, encaminada a desenmascarar los mitos en torno al Caudillo para establecer la realidad, su verdadero rostro. Una vez más, Viñas adopta un tono beligerante contra la historiografía mal llamada revisionista -en particular contra los autores de la última biografía de Franco, Stanley Payne y Jesús Palacios- y subraya que su obra, pese a su carácter militantemente antifranquista, es "de neta vocación empírica y analítica". El autor, que entra siempre al trapo de toda polémica historiográfica o política, enfatiza de manera permanente que sus afirmaciones se basan siempre en datos fehacientes y en documentos que hablan por sí solos. De hecho, Viñas, que gusta de los acrónimos, considera que el principal valor de esta obra sobre SEJE (Su Excelencia el Jefe del Estado) es la aportación y análisis crítico de nueva EPRE (Evidencia Primaria Relevante de Época).
Lo más relevante o novedoso para el gran público pueda quizá encontrarse en el capítulo 5, cuyo propio título es tan explícito que me ahorra toda glosa: "Franco se hace millonario en la guerra y en la posguerra de la represión". Como podrá colegirse de ello y de lo antes apuntado, se trata de un torpedo en la línea de flotación del franquismo con el fin de hundir uno de los mitos más queridos del Régimen, el de la rectitud personal a toda prueba del Generalísimo. Según Viñas el money, money también sonó bien a los oídos del Caudillo, que se preocupó discretamente de acumular un nada desdeñable patrimonio por métodos más que dudosos ("operación café", "agradecimiento" de Telefónica y otros "donativos", sociedad Valdefuentes). En la descripción de estos trapicheos anida la misma intención desmitificadora que el lector habrá podido apreciar en los capítulos anteriores, dedicados a aspectos de más calado, aunque quizá menos llamativos o más asumidos por la historiografía crítica con el franquismo.
Entre ellos, puede destacarse el examen que hace Viñas del despliegue de una versión doméstica del famoso Führerprinzip -principio de supremacía del jefe-, que aquí se convierte en un Francoprinzip con ribetes un tanto ridículos o surrealistas, pero no por ello con un carácter menos arbitrario y dictatorial. Esta es una de las constantes del libro, la insistencia en que el franquismo, pese a lo que ahora digan quienes desean presentar una imagen amable del mismo, fue una implacable dictadura que hizo valer para su supervivencia el despliegue inmisericorde de la fuerza bruta, siempre más dirigida hacia el interior del país que hacia el exterior. No en vano, como se dice en otro capítulo, Franco, lejos de ser un estadista prudente, se dejó llevar por una querencia pronazi que estaba en su ADN y que solo el rumbo posterior de la historia le forzó a disimular.