Aurelio Arteta. Foto: Corina Arránz

Ariel. Barcelona, 2015. 255 páginas. 16'90€

Con la finura acreditada a lo largo de su extensa obra, Aurelio Arteta nos introduce en una de las grandes preocupaciones del ser humano: el envejecimiento y el fin de la vida. Sobre la base de un dietario comenzado a mediados de 2006, estructura en diez grandes apartados una sutil y conmovedora reflexión. Nacido en 1945 en Sangüesa (Navarra), ocupa con entereza una cátedra de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco, que durante muchos años ha sufrido la tremenda presión etarra.



Para armar un texto subtitulado "Cuadernos de la vejez", Arteta se sitúa en una línea que podríamos denominar "modos de ser", enfoque cuyas raíces se hunden en La República, de Platón y en De Senectute, de Cicerón. Con esta obra de referencia universal comparte el propósito de entrar en una vejez que no sea una molesta carga a los demás y que incluso pueda convertirse en una etapa feliz del ciclo de la vida.



Si Cicerón recurre como artefacto narrativo al diálogo entre Catón, el anciano senador romano, y los jóvenes Escipión y Lelio, Arteta descubre su yo cotidiano y engarza anécdotas del día a día con sus lecturas del momento. De esta manera, el lector se adentra en la complejidad de un cuerpo que envejece con una mente que se conserva potente y que encaja con fastidio el reflejo de un entorno que adora la juventud. La anécdota de la ocasión en la que tratando de entrar en la piscina le suponen más edad y con ello un ticket más barato, es muy reveladora de los matices del envejecimiento.



En lo que no entran estas páginas es en la dimensión demográfica. Gracias al Instituto Nacional de Estadística (INE), sabemos que en 2014 el 23% de la población española tenía más de 60 años. Si atendemos la obra de Vicente Pérez Moreda et alts., La conquista de la salud (Marcial Pons, 2015), seremos conscientes de que en 1860 la esperanza de vida al nacimiento en España no superaba los 30 años y en la actualidad se sitúa en torno a los 80. De los niños que nacen este otoño uno de cada dos será centenario.



Lo que nos ofrece estas páginas es la bella historia de un pensador que quiere ganar sabiduría en el trance de la última etapa y con ello agrandar la franja civilizatoria en la que nos movemos en este momento de la sociedad. Aquí se arroja luz, desde una experiencia personal y reflexiva, sobre un segmento enorme de población que, recordando al shakespeariano título de Javier Marías, contempla la espalda del tiempo y, con mucha frecuencia, sufre.



Se cierra la obra con un capítulo titulado "Antídotos". En él, se ofrece un abanico de recursos útiles al alcance de cualquiera: desde cuidar con esmero la apariencia para disimular el deterioro físico hasta tratar de conservar los afectos. Por último, como escribe Maurois y recoge Arteta en sus tres líneas finales, "el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza".