Julia Kristeva

Traducción de Antonio Rodríguez Paso de Barca, 2015. 639 páginas, 38€

Esta obra de Julia Kristeva (1941) puede hacernos creer que estamos ante otra biografía de la universal carmelita. Los iniciados en la escritura sugestiva y compleja de la novelista, psicoanalista y semióloga franco-búlgara no tendrán ninguna duda de que es así. Pero hay que advertir al público general que Teresa, amor mío es un texto denso y lleno de meandros, capaz de iluminar lo invisible entre las tinieblas.



En El genio femenino, Kristeva abordaba la vida y obra de tres mujeres singulares en la historia del pensamiento del siglo XX: Hannah Arendt, Melanie Klein y Colette. Y lo hacía desde riquísimas reflexiones simbólicas, filosóficas, culturalistas y psicoanalíticas. Porque la profesora de Semiología de la State University de Nueva York y de la universidad París VII sabe desplegar reconstrucciones biográficas rigurosas junto a teorizaciones históricas, socioculturales, lingüísticas y psicológicas.



Estos son los materiales con que se construye esta narración novelada, atravesada por el ensayo, y, en una de sus partes, convertida en texto teatral. Toda ella gravitando sobre Teresa y su "conocimiento del deseo humano". Un encuentro cuerpo a cuerpo, texto a texto, entre la protagonista y narradora contemporánea Sylvie Leclercq, una psicoanalista francesa, y la mística del XVI. El "sabroso dolor" enamorado, la sensual atadura a través de las palabras entre una monja y su objeto de deseo, el sagrado erotismo de la santa, son los hilos de los que tira la narradora, generando innumerables interpretaciones de la vida y obra de Teresa de Ahumada: "En el tono del Cantar de los cantares, pero, por primera vez en la pluma de una mujer europea, el gozar a muerte se expresa con una precisión sensual que desafía el pudor".



Historia de doble faz y dobles vínculos. Diálogo incesante. Leclercq vive en el mundo de hoy, traza paralelismos entre el cristianismo y el psicoanálisis, escribe sobre Santa Teresa, viaja a España siguiendo sus huellas y reflexiona sobre las pasiones y el lenguaje, la lucidez y las patologías. ¿Teresa masoquista, abrumada por el éxtasis dolorido? ¿La santa representante del histerismo femenino, tal como la concibió Freud? Se deslizan los textos de la carmelita entre las palabras de la narradora que ve en las obras de Teresa de Ávila una crónica que mezcla "delicadeza sensual e intrepidez" en un pensamiento cuyo alcance no se ha terminado de descifrar. Kristeva avanza hacia ese desciframiento, presentando a la carmelita en equilibrio entre la locura y el genio. Insertando la pasión amorosa en el placer del texto: por un lado, las citas de Santa Teresa; por otro, la ficción de la peripecia de Sylvie. A los ojos de Leclercq, "amo porque soy amada, y por lo tanto soy": ese es el credo de la mística.