Image: Crisis de la república

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Ensayo

Crisis de la república

Hannah Arendt

11 diciembre, 2015 01:00

Hannah Arendt. Foto: Archivo

Traducción de Guillermo Solana Alonso. Trotta. Madrid, 2015. 184 páginas, 16€

Hablar de la lucidez de Hannah Arendt (1906-1975), como de la de Aron o Camus, se ha convertido en un estereotipo, pero lo es hoy porque no lo fue ayer. No lo fue en absoluto. Hoy el sintagma "banalidad del mal" es manejado con naturalidad por columnistas que acaso jamás abrieron un libro de Arendt, pero en su día aquella idea causó escándalo en la comunidad académica biempensante (que no ha evolucionado lo suficiente, por desgracia) y condenó al ostracismo a quien, enviada a Jerusalén como cronista del proceso de Eichmann, se limitó a registrar -y a tratar de interpretar luego- lo que veía: no a un monstruo notorio sino a un funcionario aséptico del terror. Un humano, demasiado humano.

La autora de ese monumento exegético del siglo XX que es Los orígenes del totalitarismo, a diferencia de su maestro y amante Heidegger, nunca se permitió demasiadas dosis de abstracción: nunca pensó al margen de la coyuntura sociopolítica, e incluso de la actualidad más reporteril. Esta aguda aptitud para combinar periodismo y filosofía vuelve a brillar en estos ensayos políticos que la editorial Trotta reedita bajo el pertinente título de Crisis de la república. Se compone de cuatro piezas que analizan, al hilo de la publicación de los papeles del Pentágono, el rol de la mentira en política, materia en la que América empezaba a perder la virginidad que Europa perdió hace siglos; el concepto de desobediencia civil a propósito del movimiento por los derechos civiles o contra la guerra de Vietnam; la legitimidad o no de la violencia como partera del progreso. El libro se cierra con una jugosa entrevista en la que Arendt responde con provocadora paciencia a las preguntas escandalizadas de un periodista que portavocea la corrección política de 1972, año de la primera edición del libro.

Más de 40 años después, las ideas formuladas por Arendt sirven para afrontar cuestiones bien candentes en España. Como el choque entre legalidad y legitimidad que subyace tanto al independentismo catalán como a la pulsión constituyente del populismo; un desprestigio de la norma que goza de buena salud en nuestra telecracia de adanes sentimentales, prestos a resucitar la turbulenta coartada de la voluntad del pueblo, y que ya fue diagnosticado y tratado por Arendt: "Cada hombre nace en una comunidad con leyes preexistentes que obedece porque no hay para él otra forma de participar en el gran juego del mundo. Yo puedo desear cambiar las reglas del juego, como desea el revolucionario, o lograr una excepción para mí, como hace el delincuente; pero negarlas en principio no significa mera desobediencia sino la negativa a entrar en la comunidad humana".

O la necesidad de superar el Estado-nación en aras de entidades internacionales de diseño horizontal, sin que quepa confundir esa mejora pendiente de la representatividad ("las maquinarias de los grandes partidos han logrado imponerse a la voz de los ciudadanos incluso en países donde siguen intactas la libertad de expresión y de asociación", escribe para censurar la degeneración del republicanismo en burocracia) con las comunas hippies que optan por la renuncia a la política. O la relación inversa que guardan el poder y la violencia -a mayor represión, más evidencia de una popularidad declinante, cosa que cabría recordar a Maduro y a Putin-, o el sutil equilibrio que exige la noción verdadera de autoridad.

El libro es tan sucinto como denso, pero si por momentos incurre en tramos conceptistas de ardua digestión, en otras ocasiones recupera el estilo acerado de la analista quirúrgica y la polemista irreductible, capaz de enfrentarse con esa "Nueva Izquierda" que tan melindrosa se ponía (¡se pone!) a la hora de condenar los regímenes del Telón de Acero. Para vergüenza suya y gloria de Arendt, claro. La crisis ha justificado la edición de mucho pintoresco posmarxista; con mayor razón el favor de los lectores de ensayo debiera despertar ante los pensadores cuyos diagnósticos sí siguen vigentes.

@JorgeBustos1