Image: Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico

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Ensayo

Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico

Slavoj Žižek

26 febrero, 2016 01:00

Slavoj Žižek. Foto: Bernard D. Geoghegan

Traducción de A. J. Antón Fernández. Akal. Barcelona, 2015. 1.104 páginas, 47€

Si se atiende a algunos aspectos de sus frecuentes intervenciones públicas, a su estilo a un tiempo desenfadado, proclive a las paradojas y deudor, en su realización material efectiva, de saberes nada fáciles de los que en esta obra cumbre hace uso con verdadera pericia, e incluso a su proverbial arrogancia, sería difícil no ver a Slavoj Žižek (Liubliana, Eslovenia,1949) de otro modo que como un gran provocador. Lo es en su afán totalizador, en el amplio despliegue de sus recursos teóricos, tomados del psicoanálisis lacaniano, de la filosofía de la finitud de Heidegger, de la ciencia cognitiva, de los desarrollos de la Escuela de Frankfurt, de la filosofía del deseo y del gran legado, en fin, de la filosofía moderna, cuya culminación Žižek encuentra en Hegel. Y concretamente en un Hegel "materialista dialectico" leído a través de Lacan en un texto de gran envergadura que en modo alguno podría ser asumido como un manual universitario más sobre el gigante alemán.

En realidad, Žižek construye las líneas maestras de una nueva "izquierda hegeliana" con la intención expresa de animar a "pensar mas allá del capitalismo y la democracia liberal como el marco teórico definitivo de nuestras vidas". Lo que en realidad está aquí en juego es un ambicioso proyecto emancipatorio radical.

Por de pronto, Žižek, que se formó en la filosofía oficial -"Ortodoxa", si se prefiere- dominante en su juventud en las universidades del Este, parte de una sólida tesis histórico-filosófica. De acuerdo con ella, Kant sería, con su giro transcendental, el verdadero fundador de la filosofía moderna. Con él la pregunta básica de la filosofía dejaría de apuntar a la estructura del mundo para buscar la comprensión de cierta estructura a priori y preexistente que determinaría cómo entendemos el modo en que el mundo se nos revela. Las "condiciones de posibilidad" incluso de nuestras preguntas básicas habrían pasado así a constituirse en el centro de la investigación filosófica.

Hegel, por su parte, habría optado por localizar las antinomias en las cosas mismas, no en la limitación de nuestra razón. Y al hacerlo habría demostrado que todo fenómeno fracasa a su manera, implica una fractura, un antagonismo, un desequilibrio. Lo que permite a Žižek hablar de una nueva mirada sobre la realidad, la de un aparato Roentgen, que "ve en todo lo que está vivo las huellas de su futura muerte". La filosofía pasaba consecuentemente a ser esencialmente crítica: "Crítica implacable de todo lo establecido, con la consiguiente transformación de la naturaleza misma de la reflexión que pasaba a ser lo opuesto al enfoque trascendental, que opta por retrotraerse reflexivamente del objeto a sus condiciones subjetivas de posibilidad". Así concebida la reflexión filosófica podría, según Žižek, en plena reivindicación de un "retorno Hegel", ayudar al pensamiento contemporáneo a cumplir su tarea. Una tarea doble: "Por un lado, repetir la critica de la economía politica marxista sin el concepto utópico-ideológico del comunismo como su paradigma inherente; por el otro, imaginar que realmente puede salirse del horizonte capitalista sin caer en la trampa de volver a la noción eminentemente premoderna de una sociedad equilibrada y (auto)limitada (la tentación "precartesiana" a la que sucumbe gran parte de la ecología contemporánea)".

Las difíciles páginas que Žižek dedica a Lacan constituyen, sin duda, el punto culminante de esta obra ambiciosa, que pretende decirlo todo y que no ahorra esfuerzos a quien quiera adentrarse por ella. Pero si se desea calibrar la deuda del mundo contemporáneo con Hegel, valdrá, sin duda, la pena.

Pero no es el desmesurado gusto por la acumulación de esta obra lo que sobrecarga el empeño de Žižek. Puestos a sugerir alguna crítica, habría que ir por otro camino. Porque lo que exigiría una confrontación cabal con las "contradicciones actuales del capitalismo" pasaría a mi juicio por una menor recreación autosuficiente del pensamiento especulativo del pasado y una mayor creatividad conceptual.