Oficina de empleo. Foto: Antonio Heredia

Deusto. Barcelona, 2016. 336 páginas, 17'95€, Ebook: 9'99€

Desde que, gracias al capitalismo, el empleo empezó a extenderse y los salarios a aumentar como nunca antes, los intelectuales y los políticos se empeñaron en acusar al capitalismo de lo contrario. Así, desde Marx hasta Keynes floreció la patraña conforme a la cual si hay desempleo y pobreza tiene que ser por culpa del mercado, al que conviene aniquilar, según pregonan los socialistas más carnívoros, o limitar, como aconsejan los más vegetarianos. El paro, sin embargo, no es producto del mercado libre sino de las interferencias con las que lo bloquea el poder político y legislativo, con el aplauso del pensamiento antiliberal hegemónico. El economista Daniel Lacalle (Madrid, 1967) refuta este embuste: "Si la rigidez del mercado laboral fuera una garantía de derechos, los países con mayor nivel de intervención tendrían mayores cotas de bienestar y menor desempleo. Sin embargo, ocurre lo contrario".



Este libro resulta iluminador porque hace frente a grandes mentiras económicas, por ejemplo, la engañifa conforme a la cual el Estado ha sido reducido a su mínima expresión por el malvado "neoliberalismo". La realidad, como sabemos, es muy distinta. El gasto público apenas se contuvo un 5% desde 2009, dice Lacalle, mientras que el irresponsable gobierno socialista de Zapatero lo aumentó entre 2004 y 2009 nada menos que en un 48%. Y nos hablan de una supuesta "austeridad". Si hay alguien que no es austero, normalmente gasta dinero ajeno. Así sucede con los políticos. Hay a propósito de este tema unas páginas verdaderamente desopilantes sobre los socialistas en Andalucía, donde llevan desgobernando tres décadas, habiendo conseguido cotas inéditas de desempleo, corrupción y despilfarro. La Junta tiene nada menos que 36 "observatorios", destino apetecido de políticos, sindicalistas, y enchufados varios. La lista incluye joyas como el Observatorio Andaluz de la Publicidad No Sexista, el Observatorio Andaluz de Participación Ciudadana, el Observatorio del Flamenco...



Acierta Lacalle en sus denuncias contra el intervencionismo, desde los dislates soviéticos de Podemos o Izquierda Unida, hasta los onerosos e ineficientes "buenismos" de los demás partidos. Desmonta asimismo el bulo que sostiene que nuestros problemas se arreglan aumentando la demanda y la inflación: "En España con una inflación creciente no se creaba empleo, y cuando los economistas neokeynesianos nos alertaban sobre el riesgo de deflación, se ha creado empleo al 3%". También se opone al recelo frente a Alemania o los prestamistas: "Cuando no nos prestan, la culpa es de los mercados que nos atacan; y cuando nos prestan, la culpa es de los malvados prestamistas que nos dan dinero a pesar de ser insolventes".



Una vieja bazofia es también objeto de crítica en este volumen: las ideas económicas presentes en los libros de texto, que son insólitas muestras de propaganda anticapitalista con la que se procura intoxicar a nuestros niños y jóvenes. Discrepo con el autor en su visión mejorada de Keynes, como si nunca hubiera aconsejado inversiones absurdas para resolver el paro. Sí que las aconseja, y nada menos que en su obra más importante, la Teoría General. Tampoco lo secundo en su alabanza del contrato único, esa arrogante muestra de ingeniería social típica de tantos economistas. Y yerra al decir que la trampa de la liquidez es un concepto creado recientemente por Richard Koo, cuando es tan viejo como Keynes, o Hicks.



Pero en líneas generales es un libro excelente que da buenos consejos a trabajadores y empresarios para evitar errores y maximizar el empleo, y también a los políticos, a quienes fundamentalmente les dice que procuren no fastidiar demasiado a los encargados de crear empleo, es decir, que hagan lo contrario de lo que llevan años haciendo.



@rodriguezbraun