Ian Kershaw
Los prósperos inicios del siglo XX en Europa auguraban el mantenimiento de una época de paz y desarrollo que se prolongaba desde 1815, año de la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte. Los grandes avances culturales, económicos, industriales y sociales del siglo XIX instalaron a la burguesía de las grandes capitales europeas en una "Edad de Oro" que ni los más audaces y pesimistas pensaban que fuera a terminar jamás. Pero lo hizo, y del modo más dramático posible. El estallido de la Primera Guerra Mundial fue el inicio de más de tres décadas de conflictos donde la violencia precipitó a Europa en una escalada de devastación desconocida hasta la fecha. En Descenso a los infiernos. Europa 1914-1949 (Crítica), el historiador británico Ian Kersaw (Oldham, 1943) analiza las variadas causas que sumergieron a Europa en el periodo más negro de su historia. Kershaw no se limita al relato de los sucesos políticos y militares, sino que toma el pulso a la sociedad, ahondando en las condiciones de vida de los europeos o explorando su cultura para ver cómo interpretaban lo que estaba ocurriendo. Su propósito ha sido el de explorar en el pasado las fuerzas que han determinado la configuración del presente en que vivimos. Un presente sombrío en un continente que encara una de sus más complicadas travesías históricas: el propio cuestionamiento de la idea de Europa y la incapacidad de gestionar una política exterior común en un mundo cada vez más complejo. Pregunta.- ¿Cómo era esa Europa de principios del siglo XX? Respuesta.- Era una sociedad próspera con una economía globalizada, realmente libre de restricciones, lo que encajaba con la noción europea de una sociedad que iba avanzando continuamente hacia un futuro más luminoso. El libro comienza con una descripción del bienestar en París en el 1900, paradigma del éxito global de una Europa colonial dominadora del mundo. La Exposición Universal mostraba una Europa en un pico de esplendor cultural y social increíble. Pero aun así, ese panorama dio pie a las semillas del conflicto que se generaría después. Se podía ver como las tensiones entre las grandes potencias iban en aumento, la competencia y el miedo mutuo se instalaban entre ellas, e iba apareciendo el racismo nacionalista… El potencial para un conflicto ya estaba más que presente y la militarización era algo muy amenazador. P.- ¿Qué hay de cierto en esa concepción, casi mito, de los años previos a la Gran Guerra como una "Edad Dorada"? R.- Sí fue una era dorada en muchos aspectos, no fue ningún mito. Pero es importante destacar que en muchas partes de Europa no fue un periodo tan glorioso. Este mundo idílico estaba reducido a los elementos más ricos de la sociedad e incluso a ciertos países. En España, tras el desastre de 1898, no se puede considerar una época gloriosa. Lo mismo en el sur de Italia, en Polonia, en Rusia... Por tanto la noción de que fue una era maravillosa tiene que ser relativizada. P.- Hubo ciertos conatos previos de guerra, crisis en los Balcanes, en el norte de África, ¿cómo se llega a esta situación crítica de 1914? ¿La guerra tenía que ocurrir o podría haberse evitado? R.- Podría haberse evitado en julio del 14 al igual que se había evitado en los años previos en casos anteriores. Pasa casi un mes desde el asesinato del archiduque hasta el comienzo de la guerra. Durante ese mes se dieron ciertos pasos diplomáticos que abocaron al mundo a la guerra. El factor determinante en la debacle diplomática fue resultado de las acciones alemanas. La disposición de Alemania de apoyar a Austrohungría a toda costa, el llamado "cheque en blanco", fue clave. Los alemanes esperaban una guerra de castigo rápida contra Serbia por el asesinato, pero el ultimátum a Serbia atrajo a los rusos, y éstos a Francia, hasta que las potencias ya no pudieron dar marcha atrás. P.- Otra opinión extendida es el entusiasmo general de la población a la hora de participar en la guerra, vemos los grandes desfiles, los lemas patrióticos... ¿fue realmente así? R.- Estas manifestaciones existieron, pero es necesario relativizar la sensación que tenemos de este entusiasmo como algo global. El entusiasmo estaba limitado a ciertos sectores concretos de la población y había una gran distinción de clases. Grandes masas de la clase obrera y del campesinado mostraban mucho miedo frente a la posibilidad de una guerra, y no tenían nada del entusiasmo presente entre la burguesía media y los intelectuales. P.- Con la caída de los grandes imperios plurinacionales, ¿qué escenario asoma tras el fin de la Primera Guerra Mundial? ¿Fue determinante la caída de estas sociedades tan rígidas para el auge y la implantación de la democracia? R.- De repente existe un vacío de poder generado por el colapso del Imperio de los Habsburgo, del Imperio Otomano y del Imperio zarista, y por supuesto por el fin del imperialismo en Alemania. Esto produce una Europa totalmente fragmentada que trata de resurgir de las cenizas de la guerra pero que está en un estado muy precario. Por lo tanto, el intento de las potencias occidentales representado en el tratado de Versalles para crear un continente basado en la autodeterminación nacional y en gobiernos democráticos fracasó rápidamente debido a cuatro puntos clave: la explosión del nacionalismo étnico-racista, las exigencias de revisionismo territorial, la agudización de los conflictos de clase y la crisis del capitalismo, circunstancias económicas y sociales demasiado desfavorables para que se consolidara una democracia. P.-¿Quizá Versalles y el resto de tratados de París fueron demasiado revanchistas y hacían prever una guerra futura? R.- El Tratado de Versalles era una especie de compromiso entre franceses y británicos, porque los primeros querían un castigo más severo para los alemanes y los segundos uno más laxo. El resultado fue un tratado menos oneroso de lo que querían los franceses pero que no dejó de imponer traumas bastante severos sobre los alemanes. El impacto psicológico fue mayor que el económico. Pero lo peor fue que el elemento de las reparaciones fue una especie de cáncer en la política alemana de la República de Weimar y fue un lastre para los sucesivos gobiernos.Cambios territoriales provocados por el Tratado de Versalles (1919)
Robert Schuman (FRA) y Konrad Adenauer (ALE) firmando el Tratado de París de 1951, germen de la actual Unión Europea
P.- En Europa se funda el proyecto europeo que llega hasta el día de hoy. ¿La Europa actual es como un "gran imperio alemán", que ha triunfado a nivel económico donde no lo hizo a nivel militar? R.- En cierto modo sí, el éxito económico desde luego reemplazó la ambición alemana como superpotencia militar. Esto duró esencialmente hasta el final del régimen soviético en 1991. Los problemas de hoy en día han vuelto a emerger dentro de una economía global y de un sistema político multipolar que se ha venido desarrollando paulatinamente desde el final de la Guerra Fría. Ahora nos enfrentamos a problemas que crean nuevas tensiones. Lo que habíamos dado por hecho, como la estabilidad, ahora tiembla. La Unión Europea está desbordada por factores externos y la crisis internacional. P.- El Brexit, el colapso de Grecia, la crisis de los Refugiados... ¿estamos asistiendo al fracaso del proyecto europeo concebido al calor de las brasas de la Segunda Guerra Mundial? R.- La UE debe responder, y no se le está dando muy bien, a diferentes condiciones, que ahora son de crisis y de fracaso. Mi propio optimismo me invita a pensar que la Unión Europea es capaz de solventar estas crisis y sobrevivir. Creo que el Brexit no se dará y Gran Bretaña seguirá formando parte de Europa. E incluso si no fuera así, Europa sobreviviría aunque estuviese en una posición más debilitada. Así que es un optimismo un poco agrio pero ampliamente justificado. P.- Asistimos al ascenso de la extrema derecha en Europa. Este fin de semana han vencido en las elecciones austriacas, se hacen notar en Hungría, Polonia, incluso en Alemania, ¿hay cierto paralelismo con algunos momentos del siglo XX? R.- La emergencia del nacionalismo de derechas y xenófobo está claramente unida a las consecuencias de la crisis económica de 2008, luego superpuesta por la actual crisis de los refugiados. Esto revela que las tensiones han resucitado fuerzas que han estado dormidas en Europa pero que no han sido totalmente erradicadas. Afortunadamente, las estructuras políticas en Europa son muy diferentes a las que había en los años 30. Ahora tenemos democracias establecidas en todo el continente, la mayoría sólidas, algunas más débiles y sufriendo por estas tendencias autoritarias, que sin embargo siguen siendo sistemas democráticos contenidos dentro del Estado. Ahora las fuerzas militares no tienen un papel importante en Europa, y las estructuras supranacionales cuentan con elementos para evitar que exista una amenaza contra el nacionalismo de los pueblos, como existía en los años 30. Una vez más tenemos una crisis política y económica pero debemos ser cautelosos y no exagerar demasiado y dar por hecho que estamos retrocediendo a los oscuros años 30.