Manifestación durante el movimiento 15-M
Este libro es un arma de combate político. Ya en su extenso prólogo, Luis Alegre (Madrid, 1976) establece trincheras y planes de conquista del poder. Discípulo de Carlos Fernández Liria (Zaragoza, 1959), según Wikipedia, es profesor de Filosofía en la Complutense, activista, miembro del Consejo Ciudadano de Podemos, de su Ejecutiva Estatal, Secretario General del partido en la Comunidad de Madrid y otras muchas cosas. En publicación conjunta, ambos autores ganaron en 2010 el premio Libertador al Pensamiento Crítico con un texto titulado El orden de El Capital. Por qué no seguir leyendo a Marx. Tal galardón lo otorga el Ministerio de Cultura de Venezuela y está dotado con ciento cincuenta mil dólares.Profesor titular en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, Fernández Liria acredita una larga, extensa y variada actividad docente e intelectual no exenta de agudas polémicas. El pasado abril, al presentar este volumen junto con Pablo Iglesias, Luis Alegre e Inma Ingala se produjo el conocido ataque del líder de Podemos al periodista de El Mundo, Álvaro Carvajal.
Aunque lo más llamativo de este volumen es la defensa ideológica de Podemos y el argumentario -ya esbozado por Alegre en el prólogo- de la necesidad de ocupar una posición central en el juego político a fin de concentrar las fuerzas necesarias que desplacen al capitalismo neoliberal y permitan la toma del poder. Lo cierto es que en En defensa del populismo tenemos un libro de resonancias complejas. Una de ellas es la del Antonio Gramsci abierto a la cultura y a la religión. Fernández Liria, como el politólogo sardo, contempla la religiosidad como algo a conservar o, al menos, no despreciar en el seno de la izquierda. Entre otras resonancias también la del Freud de El malestar en la cultura y aledaños está muy presente en el análisis de nuestro autor: "El ser humano no puede ser adulto sin pagar un tributo a la infancia y al sexo".
Al margen de su calidad intelectual, estas páginas meten al lector en berenjenales no del todo comprensibles en un profesor/funcionario universitario, por mucho que su actividad docente esté doblada de activismo. La defensa de Hugo Chávez y el gusto por la frase vitriólica son difíciles de aceptar. Arremeter contra los críticos de Podemos o Syriza en plan navajero no es de recibo. No se puede afirmar, por ejemplo, de Antonio Elorza que su crítica a Podemos es "fruto de su rabia personal".
En su defensa del populismo, Fernández Liria se mete en una parcela neomarxista muy del gusto del Ernesto Laclau que publicó Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo. Parcela llena de trampantojos porque el populismo, más allá de la ideología, tiene mucho de mentalidad política. Y, conviene recordar que, salvo excepciones, no ha conseguido nunca formar partidos políticos propios y duraderos. Aunque la crisis pegó un empujón al populismo y Podemos ha aprovechado muy bien tanto la situación de crisis como la revolución tecnológica, lo cierto es que no basta el anticapitalismo de las izquierdas alternativas para que el populismo de Podemos no se quede en un aditivo, en un colorante político.
Tomar el control del Estado, o crear uno nuevo, como instrumento de unos principios republicanos, como propone el autor, requiere un enorme esfuerzo que va más allá de retomar y relanzar la consigna del Paris de 1968: participación. Un esfuerzo que no puede quedarse en el manido culto a la juventud y en su derivada primera, la lucha generacional. Podemos y alrededores podría quedarse en un populismo de series -Juego de Tronos- y de sastrería: vaqueros, camisetas y coleta.