Pimp. Foto: Archivo
La cultura afroamericana parece estar más de moda que nunca en nuestro país, al menos sobre el papel. En los últimos años se han podido ver en las mesas de novedades no pocas referencias dedicadas a esa batalla sin fin que viven los negros en los Estados Unidos: desde las primeras conquistas civiles a los convulsos años del Black Power pasando por ese espejismo de integración social que supuso el llamado "Renacimiento de Harlem", la cultura afroamericana ha ido impregnando con su idiosincrasia todo el siglo XX hasta extremos insospechados. Mientras que el blanco Norman Mailer se escandalizaba por cómo los primeros hipsters adoptaban los modos y los gustos de los de color, el negro Ishmael Reed azotaba desde su tribuna intelectual a todo "hermano" que aspirara a jugar al juego de los blancos. Y en esas, pienso, estamos todavía.Ajeno a todo este ruido pareció vivir Iceberg Slim (1918-1992), que a su modo inició una revolución propia, silenciosa, con la que consiguió hacerse un hueco en las catacumbas de la historia. Cuando se publicaron sus memorias en 1967, con el elocuente título de Pimp ("chulo", "proxeneta"), Slim pasó a convertirse en una especie de héroe de barrio: este libro ostenta el récord (al menos esa es su leyenda) de ser el más robado en las bibliotecas de Estados Unidos y Reino Unido, y aun así puede presumir de haber vendido hasta la fecha cerca de dos millones de ejemplares. Poco de heroico o admirable puede haber en las memorias de un chulo de putas, pero la perspectiva cambia si el relato de una vida pretende ser un acto de expiación. Pensarán entonces que nada hay más inocuo que un proxeneta moralizante, pero lo más que encontrarán en estas páginas es a un hombre arrepentido que se confiesa, roto, ante su madre.
Pimp narra de forma pormenorizada el ascenso y caída de uno de los proxenetas más legendarios del Chicago de los años 30 y 40, pero la historia de Slim no solo se detiene en el mundo de la prostitución. Sus estancias en la cárcel y sus problemas con las drogas convierten estas memorias únicas en uno de los más vívidos retratos jamás realizados de la Norteamérica de los bajos fondos. Por afinidad estética, las memorias de Slim son el complemento perfecto de las del músico de jazz Mezz Mezzrow, vertidas en el impagable Really the blues (1946). La sempiterna figura del hombre blanco opresor está detrás de ambas historias. En Pimp se llega incluso a plantear la prostitución como una venganza: para Slim es la forma más rápida de alcanzar un estatus de blanco, es la manera ideal para recuperar lo que le han quitado a su raza durante tantos años.
Slim comienza su relato en 1921, el día de su "desvirgue" con la vieja Maude, con su cabecita de tan solo tres años aprisionada entre sus muslos. Un inicio brutal que recuerda al de Sweet Sweetback's Baadasssss Song (1971), la seminal cinta de Melvin Van Peebles. Pimp se erige así como un texto fundacional dentro de la cultura popular afroamericana, y su aparición a mediados de la década de 1960, en plena lucha por los derechos civiles, sirvió de puente entre generaciones. Narrando su odisea, Slim está colocando al negro de la calle en el epicentro del relato. Pimp es la primera pieza de la literatura contracultural afroamericana. En Pimp se sientan las bases de la blaxploitation que se vivió en la década de 1970.
Gracias a una narración de lo más cinematográfica, con gran vocación literaria y salpicada de términos en slang (la edición incorpora al final un muy pertinente glosario), la historia de Iceberg Slim fascina tanto como repugna. Slim lo vomita aquí todo, tal cual es. Vomita de hecho demasiadas cosas, muchas de las cuales hubiéramos preferido no saber. Cuesta aceptar lo que aquí se cuenta. Cuesta aceptar que existan seres humanos así. Queden avisados: pocas lecturas encontrarán en su vida más descarnadas que esta.
@FranGMatute