La antigua sede del Banco de Barcelona, en la Rambla de Barcelona

Marcial Pons. Madrid, 2016. 409 páginas, 30 €

Yolanda Blasco-Martel (1961) y Carles Sudriá (1953) ya habían constatado en un libro reciente la importancia sobresaliente del Banco de Barcelona, el más importante de todos los emisores españoles con excepción del Banco de España, durante las décadas centrales del siglo XIX, cuando estaba vigente un régimen de pluralidad de emisión de billetes (El Banco de Barcelona, 1844-1874. Historia de un banco emisor. Madrid, Lid, 2010). Los mismos autores, con la colaboración de numerosos especialistas, acaban de sacar a la luz una obra monumental sobre las entidades emisoras provinciales en toda la nación durante aquella época de relativa libertad bancaria.



Ahora aparece el segundo volumen de la historia del Banco de Barcelona entre 1874 y 1920. Se culmina así una investigación de muchos años, empezada a raíz de que Yolanda Blasco, durante la elaboración de su tesis doctoral dirigida por el profesor Sudriá, encontrara, en un afortunadísimo hallazgo, toda la documentación original de dicha entidad, extraviada tras la liquidación de la entidad en 1920.



En 1874, al igual que las restantes instituciones de su clase, el Banco de Barcelona perdió su facultad de emitir billetes en favor del Banco de España, de modo similar a lo ocurrido en otras naciones europeas a mediados del siglo XIX. En nuestro país, el monopolio de imprimir billetes se otorgó al Banco de España a cambio de un importante crédito al Tesoro Público, al borde de la suspensión de pagos ante sus acreedores extranjeros, en plena guerra carlista.



En el presente libro, los profesores Blasco y Sudriá revisan las interpretaciones que se han dado a este hecho, algunas desde una óptica nacionalista, que ven en la pérdida de la emisión de billetes del Banco de Barcelona el comienzo de un declive histórico para la banca catalana, sobre todo cuando el Banco de España abrió sucursales en las principales ciudades del país, incluidas aquellas donde habían funcionado emisores locales. Los accionistas del Banco de Barcelona, en vez de anexionarlo al Banco de España, prefirieron mantener su entidad con vida, aunque reducida, después de 1874, a las funciones propias de un banco comercial, ya sin capacidad para imprimir billetes. Decisión similar tomaron los accionistas de otros cuatro emisores provinciales.



El libro, fruto de un afortunadísimo hallazgo, es una aportación muy considerable a nuestra historia económica

Blasco y Sudriá constatan la evolución favorable de la entidad durante el último cuarto del siglo XIX y primeros lustros del XX, con resultados positivos, aunque con pérdida de cuota de mercado, explicable en parte por la competencia de la sucursal del Banco de España, cuyas agencias -al igual que hizo el Reichsbank en Alemania- ofrecían servicios de depósito y crédito a los particulares. Sin embargo, en otras ciudades, como Madrid o Bilbao, ocurría lo mismo y hubo entidades bancarias comerciales que prosperaron en mayor grado, gracias a nuevos planteamientos financieros y estrategias organizativas; algunas de estas sociedades abrieron también sucursales en Barcelona, presentando así nuevos desafíos al antiguo emisor de la ciudad. Blasco y Sudriá apuntan a la obsolescencia bancaria como una de las causas del declive relativo del Banco de Barcelona, no adaptado suficientemente a un mercado que requería nuevas fórmulas de financiación.



El Banco de Barcelona, antes que aventurarse en procedimientos inéditos, prefirió perseverar en sus proverbiales virtudes de solvencia y circunspección, las cuales proporcionaban beneficios sustanciales y le habían permitido sortear crisis internacionales gravísimas en 1848, 1857, 1866 y 1882. No obstante, su comportamiento varió radicalmente, sobre todo en los años inmediatos a la Primera Guerra Mundial. Los gestores de la entidad se dejaron llevar por la facilidad de las ganancias provenientes de la especulación de divisas, descuidando además la supervisión sobre sus agentes y postergando la formación de reservas.



La suspensión de pagos del banco en 1920 fue un escándalo financiero de grandes dimensiones. Aunque el Banco de España trató, en principio, de auxiliar con crédito al Banco de Barcelona, pronto se elevaron protestas ante lo que se consideraba un trato de favor injustificado, dada la dudosa calidad de las garantías aportadas.



Este libro de Blasco y Sudriá no sólo constituye una aportación muy considerable a nuestra historia económica. Además permite enriquecer nuestra visión sobre los protagonistas financieros y políticos, y hasta el entramado urbano de la Barcelona de finales del siglo XIX y primeros decenios del XX, en un itinerario ya recorrido por la literatura, que lleva desde la febre d´or hasta La ciudad de los prodigios.