Image: Sokoa

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Ensayo

Sokoa

Rafael Vera

14 octubre, 2016 02:00

Prologo de Alfonso Guerra. Foca, 2016. 217 páginas, 18€

Los personajes dan para una buena novela de intriga: un puñado de guardias civiles entregados en cuerpo y alma a la lucha contra el terrorismo; un agente del Mossad y un traficante de armas libanés; tres agentes de la CIA destacados en San Sebastián; un delincuente de altos vuelos y colaborador de las fuerzas de seguridad en asuntos tan turbios como lucrativos; un informador de la Guardia Civil en el sur de Francia cuya pareja milita en la izquierda abertzale; algún que otro masón y la cúpula del ministerio del Interior, incluido Rafael Vera, al que el autor se refiere en tercera persona.

Y es que Vera ha optado por un género híbrido, un relato novelado de hechos reales, que le permite por un lado narrar con un estilo más directo y por otro modificar algunos nombres y situaciones por motivos de seguridad y confidencialidad. Asegura, sin embargo, que "lo que puede parecer más fantástico fue absolutamente real" y, a mi juicio, nada de lo narrado resulta inverosímil.

La historia bien merece ser contada. El descubrimiento de un almacén de ETA cuidadosamente oculto en el edificio de la empresa Sokoa en Hendaya, un día de noviembre de 1986, representó el golpe más duro que hasta entonces hubiera recibido la banda terrorista, ya que la documentación allí localizada permitió la desarticulación de varios comandos culpables de muchos atentados. No fue un golpe de suerte, sino el resultado de una compleja operación que condujo a que ETA comprara dos misiles tierra-aire, adquiridos en el Líbano por el Mossad y en los que la CIA instaló dos radiofaros. La ayuda que prestó la CIA era conocida, pero no tanto la del Mossad, y ahora Vera relata todos los pormenores de la ocurrido.

España no estableció relaciones diplomáticas con Israel hasta enero de 1986, pero desde el primer momento de su mandato Felipe González había procurado establecer lazos con Tel Aviv y ello dio fluidez a las relaciones del ministerio del Interior con el Mossad, cuya aportación fue en este caso crucial. Y hubo que contar también con Francia, cuya policía registró Sokoa. La cooperación antiterrorista con Francia había dado un paso importante cuando en marzo de 1986 Charles Pasqua ocupó la cartera de Interior en el nuevo gobierno de Chirac.

Cuenta Vera que Pasqua exigió al gobierno español, a través de un intermediario extraoficial, que pusiera fin a las actividades criminales del GAL, que según Pasqua estaban "directamente decididas por los servicios que dependían del gobierno de Madrid". El resultado fue un tácito acuerdo por el que los franceses comenzaron a actuar con firmeza contra ETA. Es esta una de las escasas alusiones a los GAL, junto a la afirmación de que el ametrallamiento del bar Batzoki de Bayona en febrero de 1986 fue su última actuación, porque los tres asesinatos posteriores de personas ajenas a ETA perpetrados por el GAL "tuvieron como objetivo chantajear a las instituciones del Estado español". Mucho más explícito no cabía esperar que fuera quien tan implicado estuvo en tan turbio asunto.