Franco y el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, durante una visita de éste a Madrid en 1959

Marcial Pons. Madrid, 2016. 401 páginas, 20€

La victoria militar española sobre Napoleón se convirtió en una derrota en la paz posterior negociada por las potencias en Viena. Supuso el fin del imperio en América y subordinó a nuestro país a los intereses de sus viejos rivales, Gran Bretaña y Francia. El aislamiento y la reducción virtual de la soberanía perduraron hasta la firma de los acuerdos de 1953 con Estados Unidos. Esta es la tesis que desarrolla Fernando Olivié, diplomático de carrera.



El libro fue publicado por vez primera en 1992, se reeditó en 1999 y ahora aparece de nuevo en 2016. Estamos, pues, ante un ensayo sobre la política exterior de España en los siglos XIX y XX desde la óptica de un diplomático con cuarenta años de experiencia a sus espaldas, interesado en determinar los orígenes históricos de los problemas de su labor profesional. Fernando Olivié une la libertad que brinda el género ensayístico a su perspectiva personal y de experto para fundamentar y exponer sus juicios.



Su análisis arranca de dos leyes básicas de las relaciones internacionales: ningún Estado defiende los intereses de otros; solo cuentas si eres necesario para otros Estados. Pues bien, según Olivié, desde 1815 España es innecesaria y no está en disposición de conservar sus provincias americanas, lo cual propicia que Gran Bretaña en el Viejo Continente, y los Estados Unidos en América, le impongan sus intereses.



Quedó entonces apartada del concierto internacional, una posición subalterna a la que contribuyó la miopía de unos políticos españoles que cayeron en la peligrosa tentación de reclamar ayuda a las grandes potencias para solventar problemas internos. Como resultado, la constante injerencia de países como Gran Bretaña y Francia, un intervencionismo que mantiene a la España peninsular débil e inestable, mientras que el expansionismo norteamericano se beneficia de la fragmentación de las naciones recién emancipadas y completa sus ganancias con la guerra de 1898. Sencillamente, España queda relegada a la neutralidad en la Gran Guerra porque ninguno de los bandos estima importante su aportación, y la actitud ante la Guerra Civil, tanto de las democracias parlamentarias como de los Estados totalitarios, no consistió en otra cosa que en evitar que el conflicto se internacionalizase.



La Guerra de España no habría sido el primer acto de una gran colisión de ideologías, sino todo lo contrario, un conflicto local que los demás países trataron por todos los medios de que no se extiendese, aun a costa de prolongar el combate fratricida. Tras los acuerdos de las potencias vencedoras sobre Hitler, en principio nada cambia para España, que sigue ausente de la escena internacional. Solo será el comienzo de la Guerra Fría lo que posibilite que, en 1953, la diplomacia norteamericana firme un acuerdo defensivo con España. Desde entonces, y en contra de la tradicional política anglofrancesa de imponer el aislamiento, nuestro país queda alineado en el bando occidental, proceso que culmina con el ingreso en la OTAN en 1982.



Termina aquí el ensayo histórico, pero no se resiste Fernando Olivié a dar su solución para superar en el futuro la gran deficiencia histórica de nuestra política exterior: sostener a largo plazo una única línea de acción internacional, como hacen los grandes Estados, y evitar que las luchas políticas internas contaminen la posición de España en el mundo.



El autor no oculta su firme postura atlantista y favorable a la amistad con Estados Unidos, su reproches al comportamiento secular del Reino Unido respecto de España -las referencias a Gibraltar son abundantes-, su mala opinión general de los políticos españoles, desde Godoy hasta nuestros días y, en definitiva, su apasionada defensa de los intereses nacionales por encima de disputas ideológicas y pendencias partidistas.



Se trata del punto de vista personal de un diplomático y ensayista, y ahí reside tanto el atractivo del libro como las posibles objeciones que puedan plantearse.