Detalle de La bacanal de los andrios, de Tiziano

Elba. Barcelona, 2016. 232 páginas. 22€, Ebook: 8'99€

Lo primero que llama la atención de este libro es el título, que remite a un poema, con esa aliteración de la sensual letra ese recorriendo el verso de principio a fin. La frase corresponde al Arte de las putas, de Nicolás Fernández de Moratín: "Falsas sirenas son, amar no saben / sino solo a tu bolsa; está vaciada, / su amor infame se resuelve en nada". Este poema prostibulario, escrito en 1770 y prohibido por la Inquisición por atacar la moral establecida, se emparenta por el lado del escándalo con la historia del arte erótico, de la que Artur Ramón (Barcelona, 1967) se ocupa -en parte- en este libro.



Presencias constantes son, acaso por este orden, Flaubert, Henry Miller y Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Este último por el bellísimo cuento "El profesor y las sirenas", cuya evocación le sirve a Artur Ramón para conectar el erotismo con las ninfas marinas, y a partir de ahí echar a andar.



Aunque el propio Ramón, anticuario y galerista, reconoce la superioridad de la literatura erótica con respecto a la pintura, quizá más propensa, sugiere, al mero voyeurismo ("la literatura es una puerta que se abre al sexo, mientras que la pintura es la cerradura por donde se mira", escribe), el libro termina siendo un interesante repaso, una "guía secreta" de lo érótico ("lo erótico no es más que el sexo pasado por la cultura") desde el Renacimiento hasta hoy o, aún más precisamente, "desde Eva hasta Marilyn". Tomados con libertad los límites de "lo artístico", el ensayo incluye cine y fotografía y una dosis generosa de experiencias autobiográficas.



Advirtamos de que el recuento es personal, desvergonzadamente digresivo, y no se atiene a otro canon que el gusto y la intuición del escritor, especializado por cierto en dibujo español e italiano de los siglos XVII y XVIII. El ensayo tiene también algo de diario de viaje, y podría parecer a ratos un gabinete de curiosidades en el que es posible leer el nombre de Goya y el de Hedy Lamarr en la misma frase, o contemplar una portada de Esquire con la sugerente Raquel Weisz caracterizada como Lilith, y a vuelta de página La bacanal de los andrios, de Tiziano.



Pero lo importante es que todo está traído con la naturalidad de la que solo puede hacer uso el verdadero erudito. Así el lector descubre detalles insospechados y bellezas insólitas en obras que creía conocer, e incluso admirar por motivos razonables, pero en las que, en verdad, y ahora lo ve, nunca se había detenido.