Gil-Albert

Generalitat Valenciana. Valencia, 2017. 242 páginas, 19€

Parte Pedro García Cueto (Madrid, 1968) de la hipótesis de que el exilio mexicano de Juan Gil-Albert -entre 1939 y 1947- fue determinante en su escritura, que en España no sería reconocida hasta los setenta, cuando poetas como Francisco Brines, Guillermo Carnero o Luis Antonio de Villena la comenzaron a reivindicar.



Antes de la guerra Gil-Albert había fundado, junto a León Felipe, Moreno Villa o Rafael Dieste, la revista Hora de España, en donde, a decir del autor, "se gestó un ideal de democracia". A ese ideal se aferró el poeta a su vuelta a la todavía muy maltrecha España de los cuarenta, cuando pasó a engrosar la lista de los "exiliados interiores".



Desfilan por este libro, con su correspondiente semblanza, otras figuras importantes del exilio español, como Rosa Chacel o Ramón Gaya. Era Gil-Albert un progresista cabal, un demócrata convencido cuando la democracia, asediada por las dos grandes ideologías de masas, había dejado de estar de moda, también -contra lo que quiere el tópico- entre no pocos poetas fascinados por la fanfarria estética de los fascistas, con sus flechas y sus lanzas y su retórica triunfal y belicista.



El exilio de Gil-Albert, aunque breve, fue fructífero, y sirvió a su amistad con intelectuales como Octavio Paz, con quien se encontró en 1937, en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. El mexicano, cuya casa frecuentaría Gil-Albert durante años, se había convertido ya, pese a su juventud, en uno de los principales promotores de la intelectualidad mexicana.



Repasando su exilio, cuesta ver las razones por las que Gil-Albert regresó en 1947, lo que le costó feos reproches de los republicanos exiliados, que lo consideraron un traidor. García Cueto sostiene que sus motivos fueron "profundos", como el mismo Gil Albert le comentó a Luis Antonio de Villena en 1984. García Cueto es especialista en la vida y obra del poeta de Alcoy, al que ha dedicado ya dos libros. Admite que el de ahora es un homenaje, si bien evita hábilmente la hagiografía, que compensa con un incisivo e interesante análisis biográfico y filológico.