Un golpe de vida
Juan Cruz
28 julio, 2017 02:00Juan Cruz. Foto: RTVE
Un golpe de vida promete la escritura de un yo fracturado que, convertido en otredad, establece entre sí y lo ajeno un juego borgiano de espejos; sin embargo, esto ocurre poco: la mayor parte de las veces, y sin poder remediarlo, Juan Cruz es Juan Cruz. En bloque y sin grandes fisuras, se mantiene fiel al "oficio invencible" de escribir sin sosiego acerca de sí mismo.Su infancia es paraíso y origen de su vocación periodística, del vínculo indestructible entre escritura y vida. Pero el ejercicio nostálgico de Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948), absorto y satisfecho en la figura de la madre, se le hace un poco ajeno al lector. Otras veces, la crónica ensimismada se despereza y adquiere la forma del tuit o la greguería: entre los hallazgos, que los hay, y los "pajaritos de pecho colorado", aparecen ideas insondables que perturban al lector, como que "La incertidumbre es un chicle que se tira en un váter".
Un golpe de vida es también la crónica de un siglo XX ya viejito que no quiere morir. En sus páginas, Juan Cruz pasa revista a su generación y se burla, melancólico y certero, de haber convertido Cuba y Nicaragua en emblemas libertarios y de un mundo feliz. Una bilis negra que a partir de 2011 se instala de nuevo en el cuerpo del periodista: si bien el 15M fue una reacción esperanzada ante la crisis, Pablo Iglesias y en menor medida Juan Carlos Monedero, de quien deja caer que es demasiado culto y sensible para constituir una amenaza, encarnan dos de los cuatro jinetes del Apocalipsis, tanto en su guerra contra El País, como por haber transformado la política en un espectáculo mediático. Y luego Juan Cruz vuelve a atinar en la crítica de la expresión de la opinión como valor en sí mismo y en la denuncia del grito como forma de comunicación.
Un golpe de vida es también el dolor verdadero y terrible de un hombre: máximo respect. Pero más allá de ellos, la escritura de Juan Cruz se agota en Juan Cruz: al lector del siglo XXI le cuesta encontrarse en un texto que, como animal herido, da vueltas en círculo.