Mario Verdaguer

Calambur. Barcelona, 2017. 182 páginas. 15 €

Hay que recomendar este libro aunque solo sea por recordar a su autor, tan presente está su estilo en estas páginas. Mario Verdaguer (1885-1963), excelente traductor de Zweig, Ernst Jünger o Thomas Mann (su versión de La montaña mágica es la que hemos leído casi todos), fue también un novelista lírico y radical, enclavado en la mejor vanguardia. Calambur está recuperando toda su obra, y entre ella esta biografía, Rasputín, que nada tiene que ver con la biografía al modo anglosajón que impera hoy.



Verdaguer, decíamos, es un personaje más en la historia, al menos en la medida en que un creador se inserta entre sus invenciones. El místico, el carismático, el diábolico monje ruso venido de Siberia, es un personaje de novela, evidentemente fabulado, que sufre y hace sufrir, padece y hace padecer como un personaje de Dostoievski.



No esconde Verdaguer sus simpatías y antipatías, aunque siempre están puestas al servicio de la narración. Por eso Rasputín no es un libro de historia, sino una extraordinaria y adictiva narración. Aunque sus fuentes (cartas sobre todo) nos hagan confiar en que todo es verdad. Verdaguer dota de verosimilitud a caracteres perfectamente inverosímiles. Y conecta hechos con libertad, un poco noveleramente, como cuando dice que Rasputín fue "la primera llamarada inconsciente y mística donde se incubaba violento el germen del bolchevismo". Bonito, pero irreal.