Kant, de Simmel y en el del filósofo que ha sido presentado como aquel que intentó buscar (sin encontrarlo) el horizonte del ser en el tiempo, es decir, Heidegger o, más exactamente, el primer Heidegger.
El uso del tiempo y su relación con las nuevas tecnologías conforman el eje medular del libro. Un volumen que este verano me ha dado vivaz compañía y ha abierto horizontes nuevos e insospechados. Ahora entiendo mejor temas como el viejo debate sobre la conciliación entre vida personal, trabajo y cuidado de los hijos. La asincronía existente entre estructura horaria laboral, necesidades de uso personal y, por poner un ejemplo, teléfono móvil quedan nítidas tras pasar por este volumen.
Hija de judíos refugiados en Australia, Judy Wajcman (1950) ocupa la cátedra Anthony Giddens en la prestigiosa London School of Economics y es investigadora asociada de la Oxford Internet Institute. En su laureada trayectoria profesional ha ejercido la docencia en excelentes universidades y sus libros han sido traducidos a distintos idiomas. Condiciones de trabajo, feminismo y nuevas tecnologías son los temas más recurrentes en su obra.
Esclavos del tiempo se basa en una idea compartida en las sociedades modernas: escasea el tiempo. Las veinticuatro horas del día son insuficientes para que dé tiempo a todo. El inclemente aumento del ritmo de vida se percibe como un síntoma perverso de la modernidad tardía, algo que se traduce en una presión y un estrés crecientes. Esta sensación de falta de tiempo es en realidad una cuestión social crucial que además tiene consecuencias para la salud mental y física de la gente.
En la era digital, lejos de habitar en un mundo con abundancia de tiempo, la vida cotidiana parece cada vez más apurada. Hace casi cien años, señala Wajcman, el celebrado economista Keynes predijo que a comienzos del XXI en Occidente solo tendríamos que trabajar tres horas al día. Creía que el progreso técnico y el incremento de la producción podrían satisfacer nuestras necesidades con una fracción del esfuerzo de trabajo entonces requerido.
Parece haber ocurrido lo contrario. Las máquinas, los teléfonos inteligentes, la velocidad de los ordenadores, las telecomunicaciones y el transporte han tenido como consecuencia una vida cotidiana que parece más apurada. ¿Qué ha pasado en esta "sociedad de la aceleración"? ¿Por qué el incremento tecnológico no produce más tiempo libre sino de hecho, un ritmo de vida cada vez más rápido?
Responder a la paradoja de la falta de tiempo en la sociedad de la aceleración requiere centrarse en las interconexiones entre velocidad, tecnología y su relación con vida laboral y ocio. Integrar las nuevas tecnologías con la velocidad, el tiempo y la vida cotidiana y, además, ver todo desde una perspectiva histórica es el gran acierto de Wajcman y lo que convierte este libro en una lectura que transcurre entre la reflexión académica y el perspicaz análisis de aspectos concretos ligados al día a día.
De pronto, el lector descubre la importancia del biberón. (Su utilización permite que otra persona reemplace a la madre). El caso del horno microondas, paradigma de los dispositivos para ahorrar tiempo, es muy curioso. Heredero directo de la tecnología militar del radar fue concebido para preparar comidas en los submarinos de la armada norteamericana. Pasó a la líneas aéreas y luego se pensó en solteros con prisas recalentado comidas preparadas.
El tiempo doméstico pone en evidencia un hecho esencial: los electrodomésticos, desde la lavadora al lavavajillas, no han tenido efecto alguno en el tiempo que las mujeres dedican a las tareas del hogar. Esta aparente paradoja se debe a que de modo paralelo a la irrupción de nuevos aparatos también se incrementan los estándares de la producción doméstica. La bendición de una secadora de ropa eleva la exigencia de ropa limpia. Dicho de otro modo, los electrodomésticos se están utilizando para aumentar la producción, digamos hogareña, en lugar de liberar el tiempo que las mujeres dedican a sus casas y familias.
Estas vibrantes páginas dejan como conclusión que las nuevas tecnologías y la sociedad están imbricadas y se configuran mutuamente. De ahí que el uso y la distribución individual y social del tiempo quede, al menos parcialmente, en nuestras manos.
El tiempo es tan irreversible como inexorable. Su paso esta ligado a la muerte. En el Egipto faraónico, en la China del Ying y del Yang, en la Grecia de Platón y Aristóteles y en todo el pensamiento occidental ha permanecido la necesidad de pensar el tiempo. Constituye un núcleo de reflexión que ocupa un lugar central en el pensamiento de
El uso del tiempo y su relación con las nuevas tecnologías conforman el eje medular del libro. Un volumen que este verano me ha dado vivaz compañía y ha abierto horizontes nuevos e insospechados. Ahora entiendo mejor temas como el viejo debate sobre la conciliación entre vida personal, trabajo y cuidado de los hijos. La asincronía existente entre estructura horaria laboral, necesidades de uso personal y, por poner un ejemplo, teléfono móvil quedan nítidas tras pasar por este volumen.
Hija de judíos refugiados en Australia, Judy Wajcman (1950) ocupa la cátedra Anthony Giddens en la prestigiosa London School of Economics y es investigadora asociada de la Oxford Internet Institute. En su laureada trayectoria profesional ha ejercido la docencia en excelentes universidades y sus libros han sido traducidos a distintos idiomas. Condiciones de trabajo, feminismo y nuevas tecnologías son los temas más recurrentes en su obra.
Esclavos del tiempo se basa en una idea compartida en las sociedades modernas: escasea el tiempo. Las veinticuatro horas del día son insuficientes para que dé tiempo a todo. El inclemente aumento del ritmo de vida se percibe como un síntoma perverso de la modernidad tardía, algo que se traduce en una presión y un estrés crecientes. Esta sensación de falta de tiempo es en realidad una cuestión social crucial que además tiene consecuencias para la salud mental y física de la gente.
En la era digital, lejos de habitar en un mundo con abundancia de tiempo, la vida cotidiana parece cada vez más apurada. Hace casi cien años, señala Wajcman, el celebrado economista Keynes predijo que a comienzos del XXI en Occidente solo tendríamos que trabajar tres horas al día. Creía que el progreso técnico y el incremento de la producción podrían satisfacer nuestras necesidades con una fracción del esfuerzo de trabajo entonces requerido.
Parece haber ocurrido lo contrario. Las máquinas, los teléfonos inteligentes, la velocidad de los ordenadores, las telecomunicaciones y el transporte han tenido como consecuencia una vida cotidiana que parece más apurada. ¿Qué ha pasado en esta "sociedad de la aceleración"? ¿Por qué el incremento tecnológico no produce más tiempo libre sino de hecho, un ritmo de vida cada vez más rápido?
Responder a la paradoja de la falta de tiempo en la sociedad de la aceleración requiere centrarse en las interconexiones entre velocidad, tecnología y su relación con vida laboral y ocio. Integrar las nuevas tecnologías con la velocidad, el tiempo y la vida cotidiana y, además, ver todo desde una perspectiva histórica es el gran acierto de Wajcman y lo que convierte este libro en una lectura que transcurre entre la reflexión académica y el perspicaz análisis de aspectos concretos ligados al día a día.
De pronto, el lector descubre la importancia del biberón. (Su utilización permite que otra persona reemplace a la madre). El caso del horno microondas, paradigma de los dispositivos para ahorrar tiempo, es muy curioso. Heredero directo de la tecnología militar del radar fue concebido para preparar comidas en los submarinos de la armada norteamericana. Pasó a la líneas aéreas y luego se pensó en solteros con prisas recalentado comidas preparadas.
El tiempo doméstico pone en evidencia un hecho esencial: los electrodomésticos, desde la lavadora al lavavajillas, no han tenido efecto alguno en el tiempo que las mujeres dedican a las tareas del hogar. Esta aparente paradoja se debe a que de modo paralelo a la irrupción de nuevos aparatos también se incrementan los estándares de la producción doméstica. La bendición de una secadora de ropa eleva la exigencia de ropa limpia. Dicho de otro modo, los electrodomésticos se están utilizando para aumentar la producción, digamos hogareña, en lugar de liberar el tiempo que las mujeres dedican a sus casas y familias.
Estas vibrantes páginas dejan como conclusión que las nuevas tecnologías y la sociedad están imbricadas y se configuran mutuamente. De ahí que el uso y la distribución individual y social del tiempo quede, al menos parcialmente, en nuestras manos.