Soldados del estado islámico. Foto: Thesun.IE
Como los mejores libros sobre la guerra de Irak que hemos analizado en El Cultural (La caída de Bagdad, de Jon Lee Anderson, en 2005; Vida imperial en la ciudad esmeralda, de R. Chandrasekaran, en 2008 o Los buenos soldados, de D. Finkel en 2010), el de los corresponsales Mónica G. Prieto (1974) y Javier Espinosa (1964) está facturado en los infiernos.Digo infiernos, en plural, porque desde la primera página del primer capítulo, fechada en Bagdad entre mayo y septiembre de 2002, cuando se pone en marcha la máquina de las grandes mentiras para justificar la invasión, hasta la última (pág. 503) del epílogo, cada uno de los 31 capítulos incluye escenas, paisajes y testimonios de extrema vesania. Los títulos de muchos capítulos lo reflejan: mártires a su pesar, nación de Alí Babás, la historia en llamas, el horror de la dictadura, incubando a la bestia, Faluya "la Gernika de Irak", pescadores de cadáveres del Tigris, el país devorado por los demonios, tatuarse para que te puedan identificar si te degüellan o decapitan...
La barbarie se presenta como un interminable río de torturas, coches bomba, secuestros indiscriminados, atentados suicida, violaciones sistemáticas, hospitales, mezquitas, mercados y barrios civiles bombardeados o dinamitados, fosas comunes, limpieza étnica, saqueos, vandalismo, casas y automóviles reventados, y cementerios improvisados para esconder cuerpos y restos humanos cuando resulta demasiado arriesgado acercarse a los cementerios oficiales.
Con el formato de los grandes reportajes, el género que Miguel Ángel Bastenier siempre reconoció como "el ADN del periodismo", los autores, que han cubierto muchas de las principales guerras de la posguerra desde los años 90 para El Mundo y otros medios españoles, describen, golpe a golpe, la destrucción de Irak entre 2002 y 2012. Pocos han contado mejor la emboscada que costó la vida de siete agentes del CNI español en 2004. (cap. 14, págs. 223-229)
El trabajo, pensado inicialmente como un solo libro -junto con el publicado sobre Siria el año pasado-, recoge la esencia de sus notas y centenares de crónicas y entrevistas realizadas sobre el terreno en desplazamientos de varios meses cada año durante una década."La idea surge en 2010, cuando las tropas estadounidenses estaban retirándose de un Irak supuestamente estable", explica García Prieto. "Era un momento en el que el Estado Islámico de Irak, muy anterior al ISIS, había fracasado en su intento de establecer un califato. Nos pareció un final de ciclo por el agotamiento después de tanta violencia y comprendimos el calibre histórico de la invasión de Irak. Lo empezamos a ver entonces y entendemos mucho mejor ahora cómo la guerra cambió por completo a Irak y a toda la región."
Aunque dejan en el aire si el pandemónium provocado por la invasión fue consciente o improvisado, parece imponerse la primera explicación. Por ello, consideran bochornoso que sus máximos responsables (George Bush, Tony Blair, José María Aznar…) no sólo no hayan tenido que responder ante la justicia, sino que hayan cobrado cantidades millonarias por libros y/o conferencias sobre lo que hicieron.Facturado en el infierno, y con el formato de los grandes reportajes. los autores describen aquí, golpe a golpe, la destrucción de Irak
"Cada gesto de indiferencia (de los ocupantes) ante el delito, cada disparo contra un iraquí enardecía la teoría de que los invasores no pretendían liberar a los iraquíes sino robarles sus recursos (el petróleo), expoliarles y someterles a otro régimen tan cruento como el anterior", escriben (p. 104).
El desastre no fue tanto la invasión, que también, como la gestión de Irak después de ser invadida y ocupada en pocas semanas. En vez de garantizar la seguridad de la población y de sus estructuras y suministros básicos, los EE.UU. se desentendieron de sus responsabilidades y permitieron el saqueo generalizado de sus museos, hospitales, colegios y hasta bases militares, de donde la gente se llevaba de todo, hasta misiles.
El desmantelamiento de las fuerzas armadas y del partido Baatz, y la criminalización de centenares de miles de iraquíes que vivían de la administración civil o militar fue el error más grave. El segundo fue la gestión de las prisiones, que se convirtieron en una reedición de lo que había hecho Sadam, pero ahora bajo la responsabilidad de Occidente. Ambos factores son las dos semillas del odio que empujó a muchos iraquíes a la lucha armada y, posteriormente, a colaborar con el ISIS. Para Espinosa, "este libro pretende ser un homenaje no sólo a los iraquíes inocentes, sino a las personas que nos permitieron conocer esa realidad en condiciones extremadamente difíciles".
Irak ha sido uno de los conflictos más peligrosos para los periodistas. Casi todas las penurias de Siria se vivieron antes en Irak, con la diferencia de que en Irak había acceso a las atrocidades, mientras que en Siria se han intentado y en gran medida logrado ocultar mediante el secuestro y el asesinato de muchos corresponsales. Este libro es la mejor prueba de que la guerra de Irak se ha podido cubrir, aunque con muchas dificultades. No porque los corresponsales o enviados especiales fueran supermanes, sino gracias a los traductores, fixers o chóferes como Yaroub, Jalil o Yendel, que para G. Prieto y Espinosa han sido una verdadera familia.
Como reconocen desde el prólogo hasta el epílogo, ellos les permitieron convertirse en invisibles para minimizar riesgos. El de ser secuestrado era tan alto como en Siria y de hecho el ministerio de Defensa español llegó a hablar con todos los medios con periodistas en Irak para aconsejarles que se fueran. La mayoría, a diferencia de lo que sucedió en la mal llamada guerra del Golfo (91), esta vez escuchó el consejo y siguió desafiando el peligro.
Otros libros sobre la Yihad
Campos de sangre, de Karen Armstrong (Paidós, 2015).A partir de una premisa polémica, esto es, que la religión y la política siempre han estado vinculadas por la necesidad de la población de dotar de sentido su vida, y de que son los Estados los que han abusado de la fe de sus pueblos para imponerse a sus enemigos, la ensayista revisa las relaciones históricas entre religión y violencia para confirmar que la política es la responsable última de las tragedias pasadas y actuales.
ISIS. El retorno de la Yihad, de Patrick Cockburn (Ariel, 2015).
El autor analiza la trayectoria del ISIS desde que a principios de 2014 se apoderó del norte de Siria. Su crueldad, manifiesta en el fusilamiento de prisioneros, la persecución de las minorías cristiana y yazidí y la decapitación de rehenes occidentales, le dieron de inmediato notoriedad internacional.
El terror entre nosotros, de Gilles Kepel (Península, 2016).
Libro de gran actualidad, ya que en él Kepel estudia la interacción entre la dinámica del Islam francés y la opción terrorista de algunos jóvenes musulmanes cuyos abuelos emigraron a Francia en busca de un futuro mejor, pero que han acabado rechazando al país en que nacieron y se criaron.
Bajo la bandera del terror, de Sami Moubayed (Península, 2016).
A partir de una revisión profunda de la historia y la importancia del califato islámico desde la muerte de Mahoma, Moubayed ofrece un sólido ensayo sobre la realidad actual del Daesh en Siria e Irak, desde el punto de vista de un árabe bien informado.
La gran guerra de nuestro tiempo, de Michael Morell y Bill Harlow (Crítica, 2016).
La lucha contra el terrorismo islámico es desde los atentados del 11-S la principal misión de la CIA y esa es la historia que cuentan desde dentro Morell y Harlow, sin desvelar, claro está, ni una sola información clasificada ni confidencial.
En la piel de una yihadista, de Anna Erelle (Debate, 2015).
Tras crear un perfil falso que la presentaba como una joven insegura, de atribulada vida familiar, convertido al islam, una periodista francesa indagó en las técnicas de captación online de la organización terrorista.
El apocalipsis del ISIS, de William McCants (Deusto).
¿Cómo percibe el Estado Islámico el pasado y su papel actual en la geopolítica global? McCants responde retratando la tensión que está fracturando el mundo árabe y los intereses de todo tipo que enmascara el terrorismo.