Josep Borrell, Francesc de Carreras, Juan-José López Burniol y Josep Piqué

Pénínsula. Barcelona, 2017. 212 páginas. 16,90 €. Ebook: 8,99 €

En un momento en que el desafío independentista del gobierno catalán plantea la amenaza más directa a la soberanía nacional desde el frustrado golpe del 23 de febrero de 1981, hay que prestar la máxima atención a quienes ofrecen datos y argumentos para una reflexión seria. Es el caso del libro apropiadamente titulado Escucha Cataluña, escucha España, en que cuatro personalidades catalanas analizan el tema desde puntos de vista distintos, pero coincidentes en el rechazo de la secesión y en el llamamiento al acuerdo. Como escriben en su prólogo conjunto: "incluso los puentes rotos pueden rehacerse con argumentos racionales y, sobre todo, con voluntad".



La primera pregunta que todos nos hacemos es cómo se ha llegado a la situación actual y a ella responde el capítulo escrito por Francesc de Carreras (Barcelona, 1943), catedrático de Derecho constitucional, fundador de Ciudadanos y columnista frecuente en El País y La Vanguardia, que ha recopilado muchos de sus artículos sobre el tema en un libro reciente (Paciencia e independencia, Ariel, 2014). El recorrido que hace de la historia del nacionalismo catalán, desde sus orígenes decimonónicos hasta hoy, representa la mejor síntesis breve que yo haya leído de su evolución a partir de 1977.



Por otra parte, la referencia que hace a los orígenes del catalanismo, es decir a las tesis del federalista Valentí Almirall, del antiliberal Josep Torras i Bages y del conservador Enric Prat de la Riba, resulta ineludible, porque su tesis básica es que el "proceso de construcción nacional" iniciado por Pujol en 1980, no interrumpido durante la etapa de los gobiernos tripartitos encabezados por Maragall y Montilla, supone una continuidad respecto al nacionalismo de aquellos. Un nacionalismo esencialista que no concibe a Cataluña como un conjunto de ciudadanos con ideales, sentimientos e intereses diversos, que conviven en el respeto a las leyes, sino que postula una ley no escrita por la cual el destino de Cataluña es la progresiva afirmación de su identidad diferenciada, un argumento que convierte en malos catalanes a quienes no se identifican con ese objetivo, tendencialmente independentista.



Los medios de comunicación públicos, la escuela, la cultura subvencionada, incluso los mapas del tiempo en los que sólo aparecen los "países catalanes" han sido el instrumento con el que en las últimas décadas se ha tratado de formar a los catalanes en la convicción de que no son españoles.



Sin embargo, muchos catalanes no se han dejado convencer, con lo que la sociedad catalana se ha escindido en dos mitades, con la peculiaridad de que una mitad se hace notar y otra calla. Cuáles son esas dos mitades lo deja claro Josep Borrell (Puebla de Segur, Lérida, 1947), siempre aficionado a los datos precisos. En buena medida la fractura política se superpone con la división entre quienes hablan catalán y quienes hablan castellano, que a su vez coincide bastante con las diferencias de posición social. El socialista Montilla llegó a presidir el gobierno catalán a pesar de llamarse José, para escándalo de Marta Ferrusola, pero los catalanes procedentes de la inmigración cuentan poco en Cataluña.



La sociedad catalana se ha escindido en dos, con la peculiaridad de que una mita se hace notar y otra calla.

Borrell, que fue ministro con Felipe González y más tarde presidente del Parlamento Europeo, ha analizado con rigor las falsedades del discurso económico independentista en un libro escrito con Joan Llorach (Las cuentas y los cuentos de la independencia, Catarata, 2015) y resume aquí de nuevo su argumentación sobre el tema. Posiblemente ha sido la persona que más ha contribuido a combatir el mito de "España nos roba", hasta el punto de que los independentistas han tenido que abandonar algunas de sus tesis (incluida la peregrina invención de que en Alemania el déficit de la balanza fiscal de los Länder respecto a la federación tiene un límite del 4 por ciento).



Ese esfuerzo de Borrell por desmentir los argumentos independentistas contrasta con el escaso esfuerzo que en general se ha hecho, tanto desde las instituciones como desde la sociedad civil, para difundir un relato positivo acerca de las relaciones entre Cataluña y el conjunto de España. Con el resultado de que, como observa Borrell, Cataluña se encamina hacia un callejón sin salida "en medio del entusiasmo de muchos, el expreso rechazo de unos pocos, el hastío y el silencio más o menos temeroso de otros, la sorprendente falta de reacción del resto de España y la impasible actitud de su Gobierno." Impasible, diría yo, pero no inconsciente.



Esa necesidad de difundir un relato alternativo al de los nacionalistas es subrayada también tanto por Carreras como por Josep Piqué (Villanueva y Geltrú, Barcelona, 1955) . Este último, quien fue ministro con Aznar y presidente del PP catalán, afirma que la política democrática es también pedagogía, que hay que dar la batalla en el terreno de las ideas, sin confiar tan sólo en el amparo de la legalidad. Esa es la manera, apunta Piqué, de recuperar la confianza de ese 20 o 25 por ciento de catalanes a los que se puede denominar "independentistas sobrevenidos".



Juan-José López Burniol (Alcanar, Tarragona, 1945), notario y columnista en diversos medios, es quizá entre los cuatro autores el más dado a repartir responsabilidades. No estamos ante el "problema catalán", afirma, sino ante el "problema español", que consiste en la distribución territorial del poder. Y las opciones reales son para él la ruptura, a través de la secesión de alguna comunidad autónoma, o el Estado federal. No cree sin embargo viable un federalismo asimétrico; todos los Estados federados habrán de ser jurídicamente iguales, aunque algunos asuman de hecho más competencias que otros. En el caso de Cataluña cree necesario el reconocimiento de su identidad nacional, competencias exclusivas en lengua, enseñanza y cultura, y un tope para su aportación fiscal solidaria.



Borrell se manifiesta también partidario de una reforma del Estado en clave federal y defiende la tesis de Pedro Sánchez acerca de la España plurinacional, aunque admite que el reconocimiento de Cataluña como nación no bastaría para satisfacer a los separatistas, más bien al contrario, les daría un punto de apoyo para seguir pidiendo la independencia. Por su parte, Carreras reconoce no saber cuál es la solución para la encrucijada catalana. Fracasada la secesión el 1 de octubre, el día 2 habrá que ponerse a ello.