Daniel Muñoz de Julián

Akal. Madrid, 2017. 168 páginas, 20 €

Muy lejos de razones más contemporáneas, como "ampliar horizontes" o "lanzarse a nuevos retos", los viajeros del Grand Tour se iban, según un chascarrillo que recorría Londres, "porque los vicios siempre se cultivan mejor fuera". Aunque es verdad que a ellos y a sus familias les gustaba decir -o decirse- que iban a proseguir con su educación, a tocar con los dedos el fuste de las columnas clásicas, lo cierto es que aquello tenía más que ver con una beca Erasmus que con un doctorado en Dinamarca. Llegaban aquellos varones -en su mayoría eran varones- a la Europa continental, un lugar para ellos fascinante al que, además, un inglés siempre podía mirar por encima del hombro. Y lo hacían con dinero, acompañados por lo general por un tutor y con una clara predisposición a impregnarse de culturas que previamente habían estudiado solo en los libros, un poco distraídamente.



La promesa de aventuras y conocimiento sedujo a generaciones de viajeros que se dejaron caer por Europa en los años de la Ilustración, que es donde se detiene este singular libro que sin embargo trasciende la mera rareza para constituirse en una curiosidad digna de leerse. Sobre el Grand Tour hay una abundante literatura; de toda ella bebe esta prolija y socarrona "guía para viajeros ilustrados": un mapa literario de coordenadas ameno, erudito y lleno de sentido del humor que cuenta con ese grato aire inglés, ligero, aunque sea interpuesto por un madrileño, Daniel Muñoz de Julián (1982), que pareciera haber fatigado la biblioteca de algún aristócrata decadente.



La guía es completa: el posible viajero puede intentar moverse como en el siglo XVIII, viajar en diligencia o por mar, solo o acompañado, y sabrá también dónde comer, dónde alojarse y qué ver. De Roma se indica cómo comprar arte e incluso qué época es mejor para ver al Papa, de Nápoles se advierte sobre su caótico trasiego de gente y a la Bolonia del siglo XVIII es posible trasladarse gracias a las vívidas descripciones del autor. Y todo ello ilustrado, editado a la antigua, a dos columnas, todo lo cual hace de la lectura un viaje casi perfecto.