No es uno más de los muchos epistolarios que estos días ven la luz. Este Retrato de grupo con figura ausente (Diputación de Orense), en edición de Saturnino Valladares, ha llegado para quedarse entre historiadores, poetas y lectores de José Ángel Valente, porque completa con rotundidad, y la humaniza, la biografía de este poeta ausente y esencial de la generación de los 50. Aquí aparece Valente entre amigos, el “querido Pepe” de Claudio, de Caballero Bonald, de José Agustín Goytisolo, Brines y otros que, a juicio del editor, componen la última promoción “que cultivó el género epistolar y que compartió un proyecto de vida”.
Esta copiosa correspondencia -204 cartas, 108 escritas por Valente y el resto por poetas de su tiempo- es la versión reducida de la tesis doctoral que Valladares (Lugo, 1978) comenzó en 2013. La mayor parte de las cartas son manuscritas e inéditas hasta ahora. Sólo algunas de Caballero Bonald, Ángel Crespo y Gamoneda las ha incluido el editor en revistas universitarias de Galicia y Brasil, donde es profesor en la Universidad Federal del Amazonas.
Desde allí, Valladares, que se siente deudor de Claudio Rodríguez Fer, amigo y conocedor como pocos de Valente y su obra, comenta que “a través de estas correspondencias se ha podido reconstruir cómo fue la relación de José Ángel Valente con los poetas de su generación desde el testimonio directo de sus propias palabras escritas. Tal vez aquí resida uno de los aspectos relevantes de esta investigación cuyos íntimos resultados son más sorprendentes, pues documenta aspectos privados de su personalidad y la evolución lógica de su pensamiento y de sus actitudes desde que el poeta tiene veinticuatro años, hasta febrero de 2000, cinco meses antes de su muerte”.
En busca del reconocimiento
Viene a cuento recordar la idea maliciosa que el propio Valente tenía de la biografía. La dejó escrita en Diario anónimo: “Yo creo que el poeta debe tener una biografía, o incluso varias, a condición de que todas estén cuidadosamente falsificadas”.
No es este el caso. El epistolario recorre casi 50 años de la vida de Valente por orden cronológico y sin disfraz aparente. Y se posa en tres ejes fundamentales: el literario, el político y el personal o biográfico. Así, al principio reconocemos al amigo, al buen lector, al poeta incipiente que lucha por el reconocimiento literario, a través de premios y del apoyo de sus amigos. En la primera de las cartas de Valente a su “Querido Goyti” le pide que interceda ante el jurado del premio Boscán de poesía, al que se ha presentado con su poemario Nada está escrito (el premio lo obtuvo ese año Eugenio de Nora). Y, pasados los años, vemos a un Valente escéptico que deja escrita en Variaciones sobre el pájaro y la red su censura a este tipo de galardones “que son uno de los más deplorables índices de la total inmadurez del tiempo”.
Para el profesor Valladares el epistolario más interesante, además del más dilatado en el tiempo - desde 1953 a 1980- es precisamente el que mantiene con José Agustín Goytisolo, “pues remite al Valente más joven y a su esfuerzo por dar a conocer su escritura en el panorama literario español de posguerra, presenta sus opiniones críticas sobre la obra de otros colegas literatos con la libertad y el descaro que propicia la camaradería, y revela el estrecho vínculo amistoso y familiar que existió entre ellos”.
Un Valente leal y solidario
¿Descubre Retrato de grupo con figura ausente a un poeta distinto, a otro Valente? Su editor cree que sí. “La correspondencia nos muestra facetas muy positivas del poeta, como la lealtad, la solidaridad o su preocupación por sus amigos escritores y los familiares de estos. En las primeras se percibe la lógica inmadurez de poeta y ciertas actitudes que no se corresponden con el estricto rigor ético, estético y moral que presentaría más tarde en sus ensayos y declaraciones públicas”.
El itinerario epistolar nace en Madrid y recorre Oxford, Ginebra (sobre todo Ginebra), París y Almería. Son continuas, naturalmente, las menciones a otros poetas españoles, especialmente a Claudio, Pepe Caballero, Gil de Biedma, Costafreda, Barral, Ángel González... Pronto destilan con naturalidad complicidades e intereses, filias y fobias. La misma historia la vamos conociendo desde diferentes perspectivas. Y una cosa más, añade el editor: “ Presenta las polémicas literarias de su época desde la mayor subjetividad posible: la de los autores que propician que la historia continúe, con sus atractivos, desengaños y rechazos”.
Van pasando los años y el humor se va haciendo fuerte. En 1973 le escribe a Goytisolo: “Ahora me gustaría refugiarme en la Iglesia y tengo gran nostalgia del celibato. De casarme, me gustaría casarme con Lezama Lima, solamente”. Y le contesta José Agustín: “También yo añoro la paz del claustro y el olor a incienso, ya que no el celibato, y estoy haciendo proposiciones al Vaticano para que nos dejen abrazar el sacerdocio a mi mujer y a mi conjuntamente, y en noviciado a Julia. Imposible tu matrimonio con Lezama: es mi amante oficial”.
Su relación con Claudio Rodríguez fue intensa y muy especial. Su correspondencia está plagada de reflexiones poéticas (se intercambian los poemas que van escribiendo) y de confidencias personales. Es emocionante la carta que le escribe a Clara Miranda, mujer de Claudio, cuando Valente descubre la muerte de su amigo.
La última carta es para Clara Janés (2000): “Me ha atraído poderosamente tu Arcángel de sombra. Yo me repongo —dicen que me repongo— de una grave operación de estómago (cáncer) y estoy en una fase de extrema debilidad. Que los dioses hagan soplar vientos favorables...”
No fue Valente el único poeta del grupo que fue dispersándose. Pero fue tal vez, sí, el más ausente.
Querido Goyti
Madrid, mayo 19 [1953]
“Hace unos días me llegó tu carta. Después otra de Castellet que me explicaba quiénes componían el jurado [del premio Boscán]. Salvo él y Costafreda, desconozco a los demás. Vilanova me suena de Destino, pero ni siquiera sé bien qué hace. Me alegro que hayas reunido tus cosas y las hayas presentado. No las conozco, al menos las nuevas, pero te doy un voto de confianza. Estoy seguro de que habrá en ellas más vida que en la mayoría de las memeces de los Garciasoles y de los Deluises de turno.
Me gusta poco el título del libro [El retorno]. ¿No lo encuentras un poco usado? En cambio me parece muy hermoso ese nombre de la primera parte: “La palabra y el mar”. Hay que cuidar los títulos; es donde, sin advertirlo, se hace más exagerada conexión a la contemporaneidad. Y esto es lo que más se advierte en un poeta joven: es demasiado contemporáneo. Siempre recuerdo aquello de Keats: ‘Hay que leer a los viejos poetas y a Robin Hood'. Nosotros tardamos en darnos cuenta que Dante es más nuevo que Neruda o que Eluard. A mi no me jode el Dante. Desde hace más de un año leo a los poetas latinos. Parece una chorrada. Te aseguro que un poeta como Catulo, a ti, concretamente, te resultaría... [ilegible]. Al lado de los poemas de Catulo, los del maestro Aleixandre parecen seres anormales atacados de elefantiasis, picados por algún mosquito que les produjo una extraña hinchazón. Respeto sin embargo al maestro yaciente de Wellingtonia.
En parte me alegra que os presentéis tantos amigos. Siempre es mejor que si no es uno el premiado, lo seáis cualquiera de vosotros y no un mono cualquiera. De todo modos haz lo que puedas.
Emilio [Lledó] continua diciendo que tus poemas son extraordinarios. Si estuviera en Barcelona tendría que taponarle la boca porque si no conseguiría que te dieran el premio a ti.
Un abrazo apretado a Julián, Saludos a tu padre y a tus hermanos. Hasta pronto. Pepe.
En la muerte de Claudio Rodríguez
Ginebra 23. Vll. 99
Mi querida Clara:
Te ruego que en estas dolorosas circunstancias me tengas por un amigo más próximo a ti que nunca. Bien sabes lo que siempre quise a Claudio, quien solo tenía dieciocho años cuando empezamos a ser amigos.
Los duros, a veces absurdos aconteceres de la vida hicieron que poco a poco nuestra comunicación se fuera debilitando. Pero no así la amistad real y profunda con la que en mi pensar os representaba a ambos.
Acepta, pues, ahora mi proximidad solidaria.
José Ángel